Mi respiración se detuvo por un instante, pero rápidamente recuperé la compostura. La voz al otro lado de la línea estaba distorsionada, irreconocible, como si quien fuera que estuviera llamando no quisiera dejar ninguna pista sobre su identidad.—¿Quién eres? —Solté de repente tratando de mantener mi tono seguro a pesar de que mi corazón golpeaba con fuerza contra mi pecho—. ¿Qué quieres de mí?La risa que salió del teléfono era baja, apenas un susurro, pero lo suficientemente clara como para helarme la sangre y hacer que mil hipótesis invadieran mi mente.—¿Eso es lo primero que preguntas? —replicó con la voz lenta y deliberada—. Pensé que tendrías más curiosidad, Aideen.Mi mandíbula se apretó. No sabía si la intención de esa persona era intimidarme o si solo estaba jugando conmigo, pero no pensaba dejar que me vieran titubear. Si alguien me iba a hacer caer, le daría toda la pelea posible.—Tienes mi atención. —Gruñí y entrecerré los ojos como si pudiera intimidar a la persona mis
Arzhel sostenía los documentos con una expresión que viajaba entre el desdén y la concentración. Mientras ambos nos sumíamos en nuestros pensamientos, mi celular volvió a vibrar sobre la mesa, interrumpiendo el silencio que nos envolvía.—¿Es él otra vez? —preguntó Arzhel, con su mirada fija en mí mientras yo desbloqueaba el dispositivo.Podría decirse que mi misma cara era suficiente para responder a su interrogante. Era esa misma persona desconocida, que, al parecer, no estaba tan en contra nuestra. ¿O estaba intentando engañarnos?Todos estos juegos mentales me estaban cansando más de lo que deberían.—¿Por qué llegas a la conclusión de que ese trata de un hombre? —cuestioné elevando una de mis cejas, no estaba segura de si debería sentirme halagada u ofendida por su conclusión.—¿En serio, Aideen? —soltó una risita burlona—. Eso no es nada relevante en este momento, así que puedes creer que es una chica o no, solo responde, por favor lo que pregunto, ese ser vivo, ¿te ha escrito?
—Esto… —murmuré, pasando las páginas mientras mi mente intentaba procesar la magnitud de lo que estaba viendo—. Esto es una bomba.—Es más que una bomba. —Dijo Arzhel, sus ojos brillaban con una mezcla de satisfacción y determinación—. Esto es un arsenal.Ciprian silbó, asintiendo mientras echaba un vistazo por encima de mi hombro.—Parece que alguien ha estado jugando sucio durante mucho tiempo.Solté una pequeña risita frente a sus palabras. Cualquiera podría pensar que es muy extraño que tenga esa actitud, más aún con la clase de trabajo que tiene; sin embargo, ese comportamiento era mudado a uno de completa frialdad cuando era el momento indicado.—Y ahora —dije con una sonrisa fría mientras cerraba la carpeta—, es nuestro turno de mover las piezas.—Debo admitir que esto supera mis expectativas acerca de ese hombre misterioso —susurró Arzhel de manera pensativa—. Eso significa que no está del todo en contra nuestra.—¿Pero?—Pero no estamos completamente seguros de que está a nue
De acuerdo con nuestros nuevos planes, Arzhel sacó su teléfono para hacer una llamada rápida a uno de sus trabajadores de confianza, alguien que sabía cómo manejar las cosas en el mundo digital sin dejar rastros. Esto sería suficiente para ir sacando de juego a Rune, el más manipulable de todos, y al que, me gustaría, darle una lección un poco más física de lo que sentí.—Esto nos dará tiempo para preparar el siguiente paso. —Afirmó al finalizar la llamada—. Y cuando Rune esté atrapado, será demasiado tarde para que Teresa o Nessa puedan ayudarlo.—¿Y qué hacemos con los documentos? —pregunté, levantando la carpeta con las pruebas incriminatorias.—Los filtraremos de forma anónima. —Respondió Arzhel, sus ojos brillaban con determinación—. Los enviaremos a los contactos adecuados, a las personas que sabemos que los divulgarán sin hacer preguntas.—Perfecto. Esto no solo hundirá a Rune, sino que también hará que las víboras lo vean como una amenaza para su propia supervivencia. Y, cuand
La cena que Teresa había planeado se sentía como una partida de ajedrez en la que cada movimiento debía ser cuidadosamente calculado. Esa mujer pensaba que estaba manipulándome, pero en realidad, había colocado su propia cabeza en la guillotina y yo disfrutaría cada momento de su lenta caída.Arzhel continuaba sentado frente a mí, repasaba algunos documentos en su computadora. Su rostro estaba sereno, pero yo conocía las señales: la forma en que fruncía ligeramente el ceño y cómo sus dedos tamborileaban suavemente sobre el escritorio. Estaba pensando, probablemente trazando una estrategia para cuando llegara el momento de enfrentarse a la vieja bruja.—¿En qué piensas?—En cómo hacer que Teresa y los demás crean que realmente estoy siendo presionado. —Respondió sin apartar la vista de la pantalla—. Si ella cree que estoy cediendo bajo la presión de una boda rápida, bajará la guardia.—Eso suena prometedor. —Afirmé con una sonrisa mientras jugueteaba con la copa entre mis dedos—. Pero
El trayecto de regreso a casa estuvo envuelto en un silencio que no era incómodo, sino reflexivo. Las luces de la ciudad pasaban como destellos en la ventana y se reflejaban en el rostro de Arzhel, quien mantenía una expresión neutral mientras conducía. Sabía que, aunque nuestras palabras durante la cena habían sido un espectáculo, su mente ahora estaba procesando cada reacción, cada mirada, cada palabra que había salido de las bocas de Teresa y sus víboras.Por mi parte, mi cabeza era un torbellino. Sentía que habíamos ganado esta pequeña batalla, pero el precio de cada mentira, cada actuación, comenzaba a pesarme. ¿Cuánto tiempo más podría sostener esta farsa antes de que el peso de todo me aplastara?—Ha sido una noche productiva. —Arzhel rompió el silencio, su tono era más relajado de lo que esperaba.—¿Eso crees? —Me giré hacia él mientras apoyaba la cabeza en el respaldo del asiento.—No hay duda. Teresa está comprando la historia. —Su mirada permanecía fija en la carretera, per
Los días siguientes transcurrieron con una inquietante normalidad, una en la que había incluso olvidado mucho de los acontecimientos anteriores y su intensidad. Los últimos días habían sido una tormenta constante de dudas, planes, incertidumbre, desconfianza, pero, en esa noche, solo éramos Arzhel y yo.—¿Sabes que no puedes ocultarte de mí para siempre? — susurró Arzhel con una sonrisa juguetona mientras se acercaba lentamente, apoyándose contra el respaldo del sofá donde yo estaba sentada.—¿Y quién dijo que estaba intentando ocultarme? —Alcé una ceja mientras lo miraba.—Tus ojos lo dicen todo, princesa. —Su voz era un poco más profunda de lo que esperaba, era casi como el ronroneo de un león y eso me ponía los pelos de punta.Había algo en su mirada que hacía que mi corazón latiera con fuerza, como si el peso de todas nuestras preocupaciones se desvaneciera por un instante y solo quedara la tensión palpable entre ambos. Su mano se extendió hacia mí, rozando apenas mi mejilla, y an
La mañana siguiente comenzó con un aire de extraña calma. Había algo casi inquietante en la tranquilidad que reinaba en la empresa. El ruido de los teclados resonaba en un ritmo sincronizado, los teléfonos sonaban con la misma proporción habitual, y las conversaciones de los empleados se mezclaban con el murmullo de la máquina de café. Pero para mí, todo parecía estar un tono más bajo, como si el mundo estuviera reteniendo el aliento en anticipación a algo grande.Cuando salí de la oficina para llevarle algunos documentos a mi padre, no pasó mucho tiempo antes de notar a Teresa en el vestíbulo, conversando con una sonrisa falsa en su rostro. No tardó en darse cuenta de que yo estaba ahí, y cuando nuestros ojos se encontraron, su sonrisa se amplió.—Kenna, querida. —Su voz era cálida, pero había un filo en ella que nunca pasaba desapercibido—. Qué bueno encontrarte aquí.Me detuve, obligándome a sonreír en respuesta mientras mis manos apretaban los documentos que llevaba.—Teresa. —Res