El viento azotaba la carrocería de la camioneta con fuerza, y el silencio entre Zoraida y Adán parecía más pesado que nunca. Cada kilómetro recorrido en la oscuridad parecía alejarles aún más de la esperanza. El fracaso de la búsqueda en el centro seguía latente, y aunque intentaban ser racionales, el miedo y la frustración se apoderaban de ellos en cada momento.
Adán, visiblemente tenso, rompió el silencio con voz rasposa, como si cada palabra estuviera cargada de impotencia. -Es obvio que Laura sabía que llegaríamos. Todo está planeado, Zoraida. Todo. -Sus ojos reflejaban la ira que le consumía-. Y lo peor es que lo sabían antes de que nosotros siquiera hiciéramos algo. Zoraida apretó con fuerza el volante, sus dedos palideciendo, y sus labios se comprimieron en una línea tensa. No pudo evitarlo, su voz salió quebrada. -Si solo tuviéramos algo más, alguien... un aliado en el centro. Pero... -La rabia y la impotencia salían de su pecho en forma de un suspiro pesEl día había comenzado con un aire de tensión palpable. Zoraida y Adán se encontraban en el pequeño pueblo, investigando las pistas que habían encontrado sobre las actividades de Laura. La sensación de estar siendo observados no los abandonaba; el viento frío que recorría las calles estrechas parecía susurrar secretos que nadie quería escuchar.En la casa de Lisana, el ambiente era igual de opresivo. No podía soportar la idea de que su plan estuviera desmoronándose. Había conseguido que Melina fuera llevada lejos, pero la presencia de Zoraida y Adán en el pueblo la inquietaba. Había algo en sus miradas, una determinación que la hacía sentir vulnerable.Laura, sin embargo, parecía más tranquila que nunca mientras hablaba por teléfono.-No te preocupes -dijo Laura con voz suave, sin apartar los ojos de la ventana-. Tienen m&a
Dana estaba sentada junto a la cama del hospital, con las manos temblorosas aferrándose al borde de la silla. Frente a ella, Mateo yacía inmóvil, su rostro pálido enmarcado por vendajes y tubos que lo mantenían con vida. La maquinaria a su alrededor emitía sonidos rítmicos, un recordatorio constante de que cada latido, cada respiración, dependía de algo más que de su propia fuerza.No podía dejar de mirarlo. Cada segundo que pasaba, sentía que su corazón se rompía un poco más. Había enfrentado muchas cosas en su vida, pero nada la había preparado para esto: la vulnerabilidad de ver a la persona que amaba atrapada entre la vida y la muerte, sin poder hacer nada para ayudar.Las lágrimas comenzaron a rodar por sus mejillas sin control. No intentó detenerlas. Había pasado tanto tiempo reprimiendo sus emociones, fingiendo que podía
El aire en el hospital se sentía denso, cargado de tensión. Desde que la investigación había salido a la luz, los pasillos, antes llenos de rutina, ahora se llenaban de susurros y miradas de soslayo. La noticia de que una enfermera estaba involucrada en actos de corrupción sacudió los cimientos de la institución, pero lo que nadie esperaba era que la acusación implicara hechos de mayor gravedad.En un pequeño despacho del hospital, el detective Ramírez repasaba los documentos en su escritorio. Frente a él estaba la enfermera acusada, Carla Medina, con el rostro desencajado.-Tienes que entender, Carla, que esto no se trata solo de ti. Los nombres que mencionaste son clave en esta investigación -dijo el detective, mientras subrayaba un nombre en el expediente.La investigación comenzó semanas atrás, cuando el hospital detectó irregularidades en varios e
El amanecer llegó con un aire de incertidumbre que envolvía a todos los involucrados en la investigación. El detective Ramírez y su compañera, tras una noche sin dormir, repasaban las notas de los interrogatorios previos. Las piezas del rompecabezas empezaban a encajar, pero la complejidad del caso prometía un camino largo y tortuoso.En el hospital, el ambiente era tenso. Los empleados susurraban entre ellos, especulando sobre quiénes podrían ser los próximos en ser llamados a declarar. La noticia de que la doctora Elisa Montero y el doctor Héctor Domínguez estaban bajo investigación había generado olas de incredulidad y temor.Mientras tanto, en su oficina, el director del hospital, el doctor Alejandro Salinas, se enfrentaba a la presión de los medios y del consejo administrativo. Salinas había sido una figura respetada por décadas, pero este escándalo a
La atmósfera en el hospital era tensa. El eco de las conversaciones entre abogados y autoridades resonaba en los pasillos, mientras Dana caminaba con pasos decididos hacia la sala de juntas donde se llevaban a cabo los interrogatorios. Había pasado una noche en vela, intentando ordenar en su mente las piezas de un rompecabezas que parecía más complejo con cada descubrimiento.Todo había comenzado con una llamada de Zoraida la noche anterior. Dana estaba en Nueva York, al lado de Mateo, quien aún se encontraba en recuperación tras su operación. Su estado era delicado, y aunque los médicos habían asegurado que la cirugía había sido un éxito, Dana no había querido separarse de él. Sin embargo, cuando Zoraida le informó de los avances en la investigación en Caracas y de la inminente declaración de Carla Medina, supo que no podía quedarse de brazos cru
La lluvia golpeaba con fuerza las ventanas del hospital, acompañando el ambiente cargado de tensión. Dana, sentada en una sala de espera vacía, observaba cómo las gotas se deslizaban por el vidrio, tratando de poner en orden sus pensamientos. Los eventos de los últimos días habían sido una vorágine de emociones y revelaciones, y ahora, con Lisana en cuidados intensivos tras su colapso, el peso de la situación recaía con más fuerza sobre sus hombros.El sonido de unos pasos apresurados la sacó de sus pensamientos. Era Zoraida, con el rostro marcado por la preocupación. Llevaba un sobre en la mano, y su expresión indicaba que traía noticias importantes.-Dana, necesito que veas esto -dijo, entregándole el sobre.Dana lo abrió con manos temblorosas y sacó copias de un conjunto de documentos. Eran informes financieros que detallaban transferencias
La sala de interrogatorios estaba iluminada por un frío fluorescente que acentuaba la tensión en el ambiente. El detective Ramírez revisaba una carpeta repleta de documentos, mientras la enfermera Carla Medina, esposada, esperaba con el rostro endurecido. Frente a ella, un micrófono captaba cada sonido para registrar su testimonio. El caso había llegado a un punto crítico, y aquella noche de hace cinco años era el centro de todo.Dana y Zoraida observaban desde una sala contigua, separadas por un cristal unidireccional. La investigación se había intensificado después de que nuevos documentos salieran a la luz, entre ellos registros alterados de nacimientos en el hospital. Carla Medina era la pieza clave para desenredar la trama.-Quiero que entiendas algo, Carla -dijo Ramírez, inclinándose hacia ella-. Lo que sucedió esa noche no solo cambió la vida de Dana y Lisana, tambi&eac
Dana permanecía inmóvil frente al espejo del baño en casa de Zoraida. Las palabras de Carla seguían retumbando en su cabeza, y cada vez que se miraba, veía reflejada a una madre a la que le habían robado cinco años con su hija. Su mirada estaba perdida, como si intentara encontrar algo que explicara cómo todo aquello había sucedido sin que ella lo notara.Zoraida entró en la habitación con un sobre en la mano. Lo dejó sobre la mesa y tomó asiento frente a Dana.-Es la solicitud oficial para la prueba de ADN. El detective Ramírez la trajo hace unos minutos.Dana asintió lentamente, pero no tomó el sobre. Su mirada seguía fija en el vacío.-¿Crees que lo sabía? -preguntó de repente, rompiendo el silencio.Zoraida frunció el ceño.-¿Quién?-Mateo. ¿Crees que él sab&