Capítulo 28

(…)

Entre abro y cierro mis ojos, hasta acostumbrarme a la iluminación de la habitación.

—Aaaahhh… —me quejo.

¿Qué dolor de cabeza?  ¡Oh, por Dios! ¿Qué hice para merecer esto?

—Mi niña —abro los ojos de golpe al escuchar la voz de mi madre.

—Mamá —me levantó de la cama, reprimiendo las pulsaciones de dolor que tengo en mi cabeza—¿Desde cuándo estás aquí?—pregunto con algo de curiosidad.

—¿No recuerdas nada mi niña? —mi madre tira una mirada asombrada.

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