—Es la salida más rápida, pero es imposible avanzar por ahí, no hay escaleras, no hay nada… y es muy alta, es un enorme boquete… nadie puede escalar por él— dice Hidden escéptico, levanto la mirada y alcanzo a ver el escape al que se refieren.
Se trata de un cilindro enorme sobre nuestras cabezas, con algunas agarraderas de acero clavadas en el acero que simulan una escalera, se ve que nadie lo ha visitado en años, está algo descuidado y efectivamente está muy por arriba de nosotros, para un humano normal no le sería tan fácil poder salir por ahí.
—No es imposible para nosotros— les digo mientras mis hermanos y yo nos empezamos a transformar frente a sus ojos.
Nuestros huesos crujen, la ropa se rompe, se desgarra y nuestros cuerpos se llenan de pelo, cuando la transformación termina tomo de la ropa al tal Rolo y salto por encima de la casa, empiezo a correr entre los tejados, saltando de uno a otro mientras mis hermanos me siguen; cuando llego al boquete
—Lo sé… pero tú no estás todo el tiempo aquí, no puedo andar por el castillo sin tener ese temor constante de encontrarme con tu prima y sus orgias de sangre, termino encerrándome en esta habitación mientras veo por la ventana como bajan doncellas de carruajes, secuestradas por sus esbirros para que al poco rato los gritos se apoderen de cada rincón del castillo, ¿cómo sé que un día no vendrá por mí y terminaré igual que ellas?—, las lágrimas salen de mis ojos, corren por mis mejillas y levanto mi rostro hacia él, quiero que vea la desesperación que se apodera de mí cuando pienso en su prima, me muero de miedo y quiero que lo entienda. —Hablaré con ella— toma mi rostro entre sus manos y besa mi frente. —No… no me metas en problemas, si ella sabe que te dije todo esto y la molestas… no… por favor, no quiero saber de lo que será capaz de hacerme— tomo sus manos por las muñecas y mi miedo se vuelve más angustiante. —¿Tanto le temes?—, frunce el ceño, parece sorp
—¿Si huimos?, ¿si nos vamos de la ciudad?, solos tú y yo, lejos de todo… formando una familia en otro país— me lo dice seriamente —lejos de nuestro pasado— apoya su frente en la mía mientras cierra sus ojos. —Suena bien, pero no podríamos y lo sabes… no somos así, no huimos— coloco mis manos sobre sus mejillas y abre sus ojos ahora turquesa. —Lo sé… Sus manos juegan en mi espalda, siento sus yemas recorriendo mi piel, cierro mis ojos y me concentro en la sensación. Mis labios buscan los suyos y me entrego a un beso profundo y suave, su saliva es dulce, mentolada; me abrazo a su cuello y la temperatura comienza a aumentar. Sus dedos descienden lentamente, recorren mi cuerpo con una delicadeza que no parece propia de un hombre como él, que solo ha probado el odio y la violencia. Me hace retroceder contra la cama y suaviza mi caída sobre el colchón, me quedo por un momento viéndolo frente a mí, con esa mirada de depredador, sus pupilas se clavan en las m
—Recuerdos… de alguien a quien jamás conocí, pero… parece que sufrió bastante— me cruzo de brazos, no sé qué tan bien reciban la noticia, tengo miedo, pero… no puedo dejarlo así —de Clarice— Catalina abre la boca con sorpresa así como los ojos, cuando volteo a ver a Dieter parece igual de sorprendido —por eso… sé lo que ocurre entre ustedes y los Bathory y… lo siento tanto— extiendo mi mano hacia Dieter y acaricio su mejilla, tenía miedo de que me rechazara, pero no lo hace. —Clarice… ¿fue familiar tuyo?—, pregunta Catalina, sus ojos se llenan de lágrimas, parece que recordar también le afecta a ella. —No lo sé, tal vez… alguna tía muy lejana— recuerdo las palabras de Tila, también su suposición de que posiblemente sea la reencarnación de Clarice, pero eso no lo deben de saber, no aun, no sé cómo lo puedan tomar. —Muy linda la historia, pero tenemos cosas más importantes… ¿no creen?, ¿hay algo más que agregar a la lista de pendientes?, ¿cuál es el más inmedia
—¿Podemos hablar en otro lugar?—, le digo poniendo mi mano en su brazo, como si tuviéramos la confianza, claramente veo que está confundido, ve mi mano y después me ve a los ojos, supongo que no concibe mi atrevimiento. —Claro… como usted deseé ¿ya comió, señorita Salem?—, me pregunta con cortesía. —No, de hecho no— le sonrío tímidamente. —Por favor— extiende su mano dándome el paso, protegiéndome con su cuerpo de la gente que nos rodea, volteo buscando a Dieter que nos ve partir, su rostro se desfigura en una mueca llena de coraje, lo veo con ojos suplicantes, espero me perdone. Caminamos entre la gente y salimos por una calle conocida, me deshago de mis guantes sin que lo note, supongo que tenerlos sería algo sospechoso, de por si debe de sospechar de mi naturaleza de bruja.Meofrece su brazo y camino tomándolo con cuidado. Llevo una máscara de timidez, intento poner en práctica mis antiguas habilidades de manipulación, per
—Clarice… yo… —¡¿Sabías que estaba enamorada de él?!, ¡¿sí o no?!—, no puedo ocultar la desesperación, de repente esa ilusión de volver a ver a mi amiga se corrompe y se vuelve rencor. —Lo sabía— cuando responde parece apenada, pero sostiene mi mirada. —¿Lo sabías?, ¿lo sabías y aun así decidiste seguir adelante? —Clarice… entiéndeme… es algo que no se puede controlar, ¿qué esperabas que hiciera? —¡Qué te alejaras de él!… eras mi amiga… éramos como hermanas— las lágrimas caen por mis mejillas, enormes y pesadas. —Lo siento tanto— su lástima termina de amargar mi corazón. —Yo también lo siento demasiado— retrocedo y decido regresar sobre mis pasos avanzando por el largo pasillo de celdas. Armand decide caminar detrás de mí en silencio y justo en la puerta que nos lleva hacia la parte superficial del castillo decido dejar las cosas en claro. —Si someto a Damián bajo las ordenes de Elizabeth… lo haré por despecho, no porque quiera
Volteo hacia la señora Aurora, es una mujer de si acaso 1,50 de estatura, tez blanca, ya con algunas arrugas en su rostro, sus ojos son marrones y cálidos, parece tierna, su cabello castaño ya pinta algunas canas. Aunque tiene la apariencia de una tierna viejecita, no pienso confiarme. —Aurora, te encargo a la señorita Brooke— le dice a Armand. —Claro señor, yo la cuidaré— se acerca a mí y me ve con cariño, pero algo no me está gustando, siento una presión en el pecho. —No puedo aceptarlo… en verdad, es mucho Armand, no quiero causar molestia… puedo quedarme en casa de alguna amiga… en serio— niega con la cabeza, se acerca a mí y me toma del rostro con ambas manos. —No te preocupes… en verdad es un gusto y un honor poderte ayudar, tranquila… todo estará bien— me dice con una mirada cálida y tierna —descansa… mañana nos vemos en el trabajo— me guiña un ojo y sale de la casa. Veo el camino que deja, sigo con mi mirada perdida hacia donde él desa
Lentamente me recuesta sobre la cama y comienza a recorrer sus labios por mi piel, acariciándome con ellos lentamente, bajando por mi herido cuello hacia mis pechos, los besa con delicadeza y de forma lenta, cierro mis ojos concentrándome en cada sensación, es como si un hielo recorriera mi piel, erizándola. Me empiezo a contorsionar debajo de él, disfrutando de su tacto como nunca lo había hecho, sin miedo y completamente dispuesta. Sus manos se posan en mi cintura mientras besa mi vientre, trazando dibujos con su lengua. Arrojo mi cabeza hacia atrás y mis piernas se retraen como respuesta mientras sus manos deciden apoderarse de mis muslos, acariciándolos lentamente, volviéndose una tortura mientras mi humedad aumenta, me siento deseosa de que no se detenga. Sus dedos expertos buscan mi centro, acarician esa zona tan delicada entre mis piernas, cada rincón sufre de su frío tacto mientras mis caderas comienzan a moverse, invitándolo a entrar en mí. Por fin se
Cuando llegamos, al mismo tiempo llega Dieter en su carro, lo veo salir de él elegante, alto, guapo, con ese toque salvaje cubierto por un traje serio color negro con una camisa azul marino y una corbata negra. Mi corazón se acelera al verlo y él, cuando me ve, su rostro refleja que está ansioso por estrecharme. Intento ocultar mi emoción, le sonrío de lejos en lo que Armand le da órdenes al del estacionamiento. Dieter se acerca hacia nosotros, con su andar seguro y fuerte, se ve con un aire animal, feroz, solo fueron horas sin verlo y en verdad lo extrañé como si fueran años. —Dieter… ¿cómo va todo?—, le pregunta Armand algo incómodo. —Perfecto… ¿la señorita Brooke regresará a trabajar?—, pregunta Dieter sin quitar su mirada de mí. —Así es, por favor, no quiero problemas— le dice Armand viéndolo autoritario. —¿Cómo está su abuela?—, me pregunta Dieter tomándome por sorpresa, ¿hizo la pregunta al azar o… sabe lo que platiqué con Armand?