—¿Podemos hablar en otro lugar?—, le digo poniendo mi mano en su brazo, como si tuviéramos la confianza, claramente veo que está confundido, ve mi mano y después me ve a los ojos, supongo que no concibe mi atrevimiento.
—Claro… como usted deseé ¿ya comió, señorita Salem?—, me pregunta con cortesía.
—No, de hecho no— le sonrío tímidamente.
—Por favor— extiende su mano dándome el paso, protegiéndome con su cuerpo de la gente que nos rodea, volteo buscando a Dieter que nos ve partir, su rostro se desfigura en una mueca llena de coraje, lo veo con ojos suplicantes, espero me perdone.
Caminamos entre la gente y salimos por una calle conocida, me deshago de mis guantes sin que lo note, supongo que tenerlos sería algo sospechoso, de por si debe de sospechar de mi naturaleza de bruja. Me ofrece su brazo y camino tomándolo con cuidado. Llevo una máscara de timidez, intento poner en práctica mis antiguas habilidades de manipulación, per
—Clarice… yo… —¡¿Sabías que estaba enamorada de él?!, ¡¿sí o no?!—, no puedo ocultar la desesperación, de repente esa ilusión de volver a ver a mi amiga se corrompe y se vuelve rencor. —Lo sabía— cuando responde parece apenada, pero sostiene mi mirada. —¿Lo sabías?, ¿lo sabías y aun así decidiste seguir adelante? —Clarice… entiéndeme… es algo que no se puede controlar, ¿qué esperabas que hiciera? —¡Qué te alejaras de él!… eras mi amiga… éramos como hermanas— las lágrimas caen por mis mejillas, enormes y pesadas. —Lo siento tanto— su lástima termina de amargar mi corazón. —Yo también lo siento demasiado— retrocedo y decido regresar sobre mis pasos avanzando por el largo pasillo de celdas. Armand decide caminar detrás de mí en silencio y justo en la puerta que nos lleva hacia la parte superficial del castillo decido dejar las cosas en claro. —Si someto a Damián bajo las ordenes de Elizabeth… lo haré por despecho, no porque quiera
Volteo hacia la señora Aurora, es una mujer de si acaso 1,50 de estatura, tez blanca, ya con algunas arrugas en su rostro, sus ojos son marrones y cálidos, parece tierna, su cabello castaño ya pinta algunas canas. Aunque tiene la apariencia de una tierna viejecita, no pienso confiarme. —Aurora, te encargo a la señorita Brooke— le dice a Armand. —Claro señor, yo la cuidaré— se acerca a mí y me ve con cariño, pero algo no me está gustando, siento una presión en el pecho. —No puedo aceptarlo… en verdad, es mucho Armand, no quiero causar molestia… puedo quedarme en casa de alguna amiga… en serio— niega con la cabeza, se acerca a mí y me toma del rostro con ambas manos. —No te preocupes… en verdad es un gusto y un honor poderte ayudar, tranquila… todo estará bien— me dice con una mirada cálida y tierna —descansa… mañana nos vemos en el trabajo— me guiña un ojo y sale de la casa. Veo el camino que deja, sigo con mi mirada perdida hacia donde él desa
Lentamente me recuesta sobre la cama y comienza a recorrer sus labios por mi piel, acariciándome con ellos lentamente, bajando por mi herido cuello hacia mis pechos, los besa con delicadeza y de forma lenta, cierro mis ojos concentrándome en cada sensación, es como si un hielo recorriera mi piel, erizándola. Me empiezo a contorsionar debajo de él, disfrutando de su tacto como nunca lo había hecho, sin miedo y completamente dispuesta. Sus manos se posan en mi cintura mientras besa mi vientre, trazando dibujos con su lengua. Arrojo mi cabeza hacia atrás y mis piernas se retraen como respuesta mientras sus manos deciden apoderarse de mis muslos, acariciándolos lentamente, volviéndose una tortura mientras mi humedad aumenta, me siento deseosa de que no se detenga. Sus dedos expertos buscan mi centro, acarician esa zona tan delicada entre mis piernas, cada rincón sufre de su frío tacto mientras mis caderas comienzan a moverse, invitándolo a entrar en mí. Por fin se
Cuando llegamos, al mismo tiempo llega Dieter en su carro, lo veo salir de él elegante, alto, guapo, con ese toque salvaje cubierto por un traje serio color negro con una camisa azul marino y una corbata negra. Mi corazón se acelera al verlo y él, cuando me ve, su rostro refleja que está ansioso por estrecharme. Intento ocultar mi emoción, le sonrío de lejos en lo que Armand le da órdenes al del estacionamiento. Dieter se acerca hacia nosotros, con su andar seguro y fuerte, se ve con un aire animal, feroz, solo fueron horas sin verlo y en verdad lo extrañé como si fueran años. —Dieter… ¿cómo va todo?—, le pregunta Armand algo incómodo. —Perfecto… ¿la señorita Brooke regresará a trabajar?—, pregunta Dieter sin quitar su mirada de mí. —Así es, por favor, no quiero problemas— le dice Armand viéndolo autoritario. —¿Cómo está su abuela?—, me pregunta Dieter tomándome por sorpresa, ¿hizo la pregunta al azar o… sabe lo que platiqué con Armand?
—Es peligroso eso— Rolo se acerca a mí y saca de uno de sus bolsillos unas barras de granola —ten… son suplementos vitamínicos, con poco que comas te sentirás con energía, guárdalos y úsalos en caso de emergencia— busca en otro compartimento de su mochila y saca unas pastillas negras —y ten… carbón activado, si comes algo que creas que está alterado el carbón activado te puede ayudar a quelar y neutralizar toxinas. —Gracias, doc— le guiño un ojo. —Acomódate en los sillones, duerme todo lo que puedas, en la noche no será una opción— me dice Dieter viéndome fijamente mientras se cruza de brazos. —Gracias— lo veo con agradecimiento. —Ten, también la necesitarás, no sabes cuándo te puede atacar la señora esa— se acerca a mi Yusuf y me ofrece una navaja mariposa, sabe que es mi favorita —sólo escóndela bien— me sonríe. —Gracias— suspiro —espero no tardar mucho en obtener la información, hoy vendrá Armand a recogerme, espero poder tener más co
—El anillo estaba destinado para que no usaras tus poderes si no era en beneficio de Armand…— me sonríe al mismo tiempo que lo arroja al piso, escucho como el metal choca y tintinea al caer —…todo amuleto tiene su truco, ninguno es infalible y menos para contener la misma magia— me guiña un ojo y vuelve a caminar, llevándome de la mano hacia la profundidad de las celdas. —Ya no tienen control sobre mí— le digo y aunque podría ser algo positivo, no le veo sentido. —Jajajajajajaja ¿eso crees?, yo digo que ahora tenemos más poder sobre ti— voltea y me guiña un ojo —dime, ¿te quieres ir?, ¿en verdad quieres abandonar el castillo?, apuesto a que no… porque ahora lo que te detiene aquí no es un anillo, ni un encantamiento… ahora es un hombre, mi primo… no quieres dejarlo, no quieres alejarte de él… ¿qué mejor hechizo para dominar un alma que el amor?, ¿no crees?, es infalible…— escucho a lo lejos gruñidos y gritos, el correr de cadenas y látigos chasqueando en el aire —…ad
Su cuerpo se acomoda a mi lado, cuidando no asustar mi sueño, acaricia mi rostro con delicadeza, siento las yemas de sus dedos delineando mis ojos por encima de mis parpados, mis cejas, mi nariz desde el nacimiento hasta la punta y mis labios por su contorno, no puedo evitar sonreír antes de liberar mi último suspiro antes de caer por completo en la inconsciencia. Abro los ojos y la sonrisa sigue en mis labios, pero ya no estoy en la misma habitación, tampoco estoy acompañada por Armand, a quien veo es a Dieter y hay dos imágenes que se enciman, la del hombre frente a mí, con mirada tierna y una sonrisa encantadora y la de ese Dieter joven, brioso, agresivo y con sed de venganza. Mi sonrisa desaparece por completo y me siento en el sillón, mi cabeza da vueltas, me siento mareada y no puedo evitar sentir algo de resentimiento hacia Dieter, me siento incómoda en su presencia, es como si todo el sentir de Clarice se quedara conmigo después de que tengo un
Volteo a ver Damián, sus ojos me ven con odio, rencor, claramente no le agrada la orden que Elizabeth le da, pero no es que tenga poder para decidir. Él solo asiente con la cabeza mientras Catalina clava su mirada en el piso, triste, abstraída de lo que hablamos, como si quisiera desconectarse de todo. —Así será, mi señora— responde Damián, las palabras salen algo atragantadas, pero las pronuncia tal y como esperaba Elizabeth. —Perfecto… no lleves a ninguno de tus hijos, ¿entendido?, solo tú la tendrás que cuidar, solo confío en ti— dice la condesa examinando cada rincón de la casa con interés —¿dónde está tu hijo mayor?, ¿dónde está Dieter? —Salió de cacería, mi señora, regresará en un par de días— responde Damián bajando la cabeza. —Bien… en cuanto llegue quiero verlo, me interesa mucho… no quiero que próximamente tome tu lugar, eso no sería para nada agradable— le guiña un ojo Elizabeth y da media vuelta. No entiendo, si esto iba a ser tan