Continúa su camino hacia mis pechos y pierdo la consciencia, sus labios me torturan, su lengua se vuelve un hierro candente y derrite mi piel, mi cuerpo se contorsiona debajo del suyo. Sus dedos recorren mi abdomen suavemente hasta que llegan entre mis piernas y la tortura se vuelve inmensa, me acaricia con deseo y ansias, recorren mi intimidad llevándome a la locura y los gemidos comienzan a salir de mi boca mientras que mis caderas se mueven de forma incontrolable.
—Clarice…— pronuncia mi nombre en el oído mientras sigue torturándome. Se pone entre mis piernas y su piel choca contra la mía, se siente fría sobre la mía que está ardiendo —…ahora me perteneces— me toma por el cabello de la nuca al mismo tiempo que hace presión para entrar dentro de mí. Mi labio inferior tiembla, es la primera vez que estoy con un hombre —nadie te querrá como yo…— dice contra mis labios y se agarra con su otra mano de mi cadera, manteniéndola quieta para él —…nadie te cuidará como yo.
—Está molesto por lo de Alex y lo entiendo, confié demasiado en las palabras de Armand— pronuncio su nombre y siento calor en mi cuerpo, sacudo mi cabeza y trato de deshacerme de los escalofríos. —Armand es muy peligroso— Catalina se planta frente a mí, puedo ver la angustia en sus ojos. —Debes de tener mucho cuidado… ¿lo has visto después de lo de Alex?—, la pregunta me toma por sorpresa y no sé qué decir. —¿Por qué preguntas eso?—, me abrazo a la cesta y camino hacia el arbusto más cercano para colectar las bayas. —Damián me dijo que… cuando te encontró… olías a él… ¿te viste con Armand ayer?—, de nuevo los escalofríos, de nuevo mi estrés. —No… solo corrí por el bosque hasta que me cansé y me quede en esa caballeriza a dormir, quería estar lo más lejos de todo. —No me mentirías ¿verdad?, porque… Armand es primo de Elizabeth, la misma sangre corre por sus venas, si Elizabeth es una maldita cruel desalmada, Armand también, debes de tener cuida
—Brooke… ¿estás bien?—, se acerca lentamente, como si se acercara a un animal herido y no quisiera asustarlo. —¿Qué fue eso?—, lo volteo a ver aun impactada. —No séa qué te refieres… ha sido un día muy difícil para ti— se acerca aún más y yo quedo contra la pared, manteniendo mi distancia. —¡Dieter!, ¿qué era eso?, ¡no me mientas!, ¡yo fui sincera contigo!—, vuelvo a insistir y me siento traicionada, yo tuve que hablar con la verdad y él… él sigue escondiendo cosas. Baja la mirada, se acerca a su cama y se sienta, apoyando su cabeza en sus manos, escondiéndola. —No puedo decírtelo, tienes que irte de aquí… Armand dio su palabra y si eres parte de sus objetivos tienes que huir, él no parará, te matará, sal de la ciudad… sal del estado y del país… no hay más— voltea a verme con los ojos tristes y cansados. —No lo haré, si Armand lo intenta… veremos quién puede más— me despego de la pared, no pienso dejar el tema así como así —¿por qué no q
—Bueno, no es lo único de lo que podríamos hablar— se queda viéndome fijamente, esperando a que continúe —podrías contarme ¿por qué no sabía nada de ti hasta ahora?—, el tema es algo delicado, tuerce los ojos así como la boca, parece incómoda. —Tu madre decidió alejarse lo más que pudo de este mundo, pero seamos sinceras… no es que pudiera encajar entre los humanos como una buena ciudadana, una vez repudiada, siempre repudiada, ya sea como bruja o como ladrona, eso tú lo sabes. —¿Por qué nunca me buscaste? —Tu madre no quería que lo hiciera… —¿Así de simple?, sabías que posiblemente yo sería una hechicera y… ¿decidiste dejarlo así, que mi madre lo arreglara sola?, sabías que tu hija estaba en malos pasos… y… ¿la dejaste ahí, en ese nido de ratas? —Entiendo que surjan muchas ideas de esta índole ahora que me tienes frente a ti, pero, por favor… compréndeme… las cosas no son tan fáciles, ¿entiendes?, tu madre quiso hacer una nueva vida y me pid
—¡Clarice!, ¡querida!, que gusto que nos acompañes— tanto Tila como yo volteamos y vemos a Elizabeth, con un vestido que exhibe sus atributos, un corsé apretado y color rojo que combina con sus labios. —Armand me explicó que buscas una alianza entre tus amigos lobos y nosotros— se sienta a la cabeza de la mesa y muestra la silla contigua, invitándome a que me siente a su lado. —Yo…— no sé qué decir, estoy nerviosa y tengo miedo. —Tranquila, no pienso comerte— sonrío y veo sus enormes colmillos. —Brooke… regresa— escucho una voz, lejana, como un fantasma, volteo y no encuentro nada. —Por favor, Clarice… siéntate, quiero hablar contigo, con la futura esposa de mi primo, creo que eso sería lo primero que deberíamos de planear, tu boda con él— frunzo el ceño, me siento desorientada. —Mi boda— repito sin comprender. —Así es, no sabes la alegría que me da que por fin ese “eterno soltero”, haya encontrado a la persona correcta— sonríe malicio
—La historia entre los Bathory los Iron es más compleja de lo que parece ser y en medio de todo, Clarice, ella se encargó de equilibrar la balanza a favor de los Bathory, siendo que los Iron eran su verdadera familia, con quienes convivía… hay muchas suposiciones, pero nadie sabe exactamente la verdad… más que tú y ahora que estás involucrada, creo que sería bueno que aprendieras de sus errores… no veas esto como un obstáculo, velo como una oportunidad, podrías conocer a fondo a ese par de primos y vencerlos más fácil, quien conoce al enemigo, sabe la forma de vencerlo. —Serviría si pudiera recordar lo que veo— me cruzo de brazos y la veo directamente a los ojos, claramente esto no me ayuda en nada. —No recuerdo nada de lo que sueño, ¿de qué me sirve?, y no me salgas con que poco a poco, posiblemente haya cosas importantes que no podré recuperar… y así se irán juntando de aquí a que logro recordar algo. —Bien, si ese es el problema lo podemos arreglar— levanta los
Abro la puerta y regreso al frío de la calle, no ha cambiado nada, sigue oscuro y solo, volteo de nuevo hacia atrás y veo como ella se despide con la mano mientras cierra la puerta. Suspiro con fuerza, ahora que lo sé todo, ahora que entiendo las cosas me siento fuerte y segura, aún no sé cómo lo haré, pero… tengo fe en que lo haré bien. La luz de día empieza a hacerse visible, me quedo un momento pensando en hacia donde ir, puedo regresar a la corte y hablar con mi equipo, pero mi corazón me dice que vaya a otro lugar antes, así que empiezo mi camino, llego al que hace unos días era mi departamento, aún conservo las llaves. Todo está fuera de su lugar, no solo por las consecuencias de nuestra partida. Los muebles están volteados, el refrigerador abierto, la puerta de la habitación de mi abuela esta arrancada y sus cosas revueltas. Algo entrócomo un torbellino destrozándolo todo, buscando algo, espero que lo haya encontrado y se haya ido; camino lentament
—Si hubieras aceptado por las buenas hubiera intentado dejarte vivir… ahora eso ya no es una opción— sus ojos son de un negro muy tétrico y están inyectados de sangre y odio. Me separa de la pared y de nuevo me vuelve a azotar contra ella, una, otra y otra vez, al principio me duelen los golpes, pero después me empiezo a sentir mareada, aturdida. Me levanta y me avienta hacia mi habitación. Caigo en la cama, por finsobre algo que no está más duro que mi cabeza, intento jalar aire, pero todo me da vueltas. Me levanto con dificultad y lo veo entrar con paso lento, de inmediato empiezo a arrojarle cosas, intentando pegarle, pero no todas le dan y las que chocan contra él se rompen y caen al piso sin que detengan su camino. Brinca encima de mí, con sus piernas sujeta las mías y sus manos están alrededor de mis muñecas, trato de forcejear, pero no lo muevo ni un centímetro, poco a poco su boca se acerca a mi cuello, su aliento frío choca contra mi piel hacie
Salgo de la habitación, pensativo y veo que Zet, Carl y Devrim están sentados en la sala, callados, con las miradas bajas y el ánimo por los suelos, tan preocupados como yo. Me acerco a ellos y sus miradas se posan en mí, me ven con tristeza, es parte de la empatía en la jauría, pueden saber cómo te sientes sin siquiera decirles. —¿Se pondrá bien?—, pregunta Devrim, sus ojos me ven fijamente esperando la respuesta. —Necesita un médico— todos me ven seriamente, saben lo difícil que seráconseguir uno que venga hasta acáy la atienda sin hacer preguntas. —¿Conoces a alguien?—, me pregunta Zet, se pone de pie y camina hacia mí. —Tal vez… tiene un amigo, le llaman Rolo, es paramédico, él debería de poder ayudar. —¿Y qué esperamos?—, dice Carl desesperado al ver que no nos movemos, buscando en cada uno la respuesta a su pregunta. —No sé dónde localizarlo— cierro los ojos con fuerza, no me imagino por dónde empezar. —