Costumbre
Por la tarde, Leo se encontraba acurrucado en la cama, junto a Maggie, mirándola embelesado cómo ella dormía plácidamente, aunque desde que Claire se marchó, la bebé lo había torturado con sus llantos incesantes.

—¡Ah! Eres tan bonita durmiendo, ¿por qué no quieres estar conmigo? —reflexionó con tristeza.

En ese momento, la bebé suspiró profundamente y eso encendió las alertas del pelirrojo, que se preparó ante un posible despertar afligido, sin embargo, se tranquilizó al ver que Maggie continuó durmiendo plácidamente.

—¡Vaya! ¿Por qué eres tan imprevisible? Por un momento pensé que volverías a llorar —se quejó.

De pronto, escuchó que la puerta de la casa se abrió e inmediatamente imaginó que era Claire. Estaba a punto de correr para comprobar si ella había llegado, pero se contuvo al recordar que no podía dejar sola a la bebé acostada en la cama.

—¡Arg! Si la muevo, comenzará a llorar otra vez y no quiero que Claire vea que no puedo calmar a mi propia hija —pensó en voz alta.

Mi
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