Como la primera vez
Una semana después, en una cafetería acogedora, Maddie se encontraba sentada en una mesa colocada junto a la ventana, mirando con ansiedad a las personas que caminaban en la calle. Finalmente había conseguido que Leo aceptara charlar con ella y eso le generaba demasiada emoción, al grado de sentir punzadas en el estómago cada vez que veía a un hombre pasar cerca del establecimiento.

Habían acordado verse a las 5:30 de la tarde, pero en ese momento faltaban 15 minutos para las seis, lo que comenzó a preocupar a la ansiosa mujer. Como no podía más con la incertidumbre, escribió un mensaje de texto para confirmar que ya se encontraba en el lugar acordado.

“Leo. Acabo de llegar a la cafetería. Te estoy esperando”.

En el momento en que comprobó que el mensaje se había enviado, vio con decepción que el destinatario aún no lo había visto, lo cual incrementó más su temor a quedar plantada.

Mientras pensaba en esto, un mesero se acercó y preguntó amablemente.

—Señorita, ¿ya puedo tomar su
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