El viento ululaba a través del valle desértico donde los dioses se encontraban. La misión los había llevado hasta el templo olvidado de Selene, la diosa de la luna, un lugar donde el tiempo parecía haberse detenido. La estructura, erosionada por milenios de abandono, se alzaba como un eco de lo que una vez fue un santuario majestuoso. Ahora, casi completamente enterrado bajo dunas eternas, el templo susurraba secretos en cada ráfaga de viento, cargado de un aroma terroso y frío, como si la misma noche respirara allí.Afrodita fue la primera en notar los símbolos lunares. Su resplandor tenue sobre la piedra negra era casi imperceptible, como si la luz de la luna los despertara de un sueño profundo. Tocó uno de los grabados con delicadeza, su tacto tan suave que parecía intentar no perturbar la magia latente. Cada línea grabada en la piedra contaba una historia antigua, una que ninguno de ellos entendía del todo, pero cuyo significado les atravesaba como un escalofrío.—Esto no estaba a
El portal los envolvió en un remolino de energía que parecía infinito. Ethan sintió como si cada fibra de su ser se desintegrara, para luego reconstruirse con una precisión dolorosa. Un peso invisible apretaba su pecho, como si el universo mismo estuviera forzándolo a ceder. Cuando finalmente emergieron, el aire cambió: era frío y denso, cargado de un aroma metálico que le recordaba la sangre seca en antiguas excavaciones.El lugar en el que se encontraban era inquietantemente vasto. Un desierto oscuro se extendía hasta el horizonte, salpicado de fragmentos de roca que flotaban en el aire como islas suspendidas. No había viento, pero el paisaje parecía moverse por sí solo, con grietas que se expandían y contraían en un ritmo casi orgánico. Sobre ellos, un cielo vacío absorbía toda la luz, dejando una sensación de opresión que amenazaba con aplastarlos.Afrodita fue la primera en hablar, con la voz apenas un susurro. —¿Dónde estamos?Poseidón avanzó lentamente, alzando su tridente. La
El portal los escupió con una fuerza que los dejó tambaleándose. Ethan cayó sobre sus manos y rodillas, sintiendo la dureza y frialdad de la superficie bajo él. Respiró profundamente, intentando calmar el temblor en su cuerpo mientras levantaba la vista. La escena ante ellos era tan inquietante como imponente.La Cumbre del Destino se alzaba en un pico de roca negra que parecía desafiar al cielo tormentoso. Relámpagos púrpuras cortaban las nubes, iluminando momentáneamente el coliseo natural que los rodeaba. La tierra bajo sus pies era irregular, agrietada, y emitía un resplandor débil que parecía pulsar con cada trueno en el horizonte. En el centro de la cumbre, un altar oscuro flotaba en el aire, envuelto en símbolos que giraban lentamente. Cada vez que brillaban, un eco silencioso resonaba en sus mentes, llenándolos de una incomodidad indescriptible.Afrodita se puso de pie, apartándose un mechón de cabello que el viento helado había pegado a su rostro. Su mirada no se apartaba del
La explosión de luz dorada del Orbe iluminó la cumbre, empujando las sombras hacia atrás y desintegrando a las criaturas menores. El aire, cargado con un zumbido eléctrico, se llenó de un silencio inquietante que contrastaba con el caos que acababan de enfrentar. Ethan permanecía con el artefacto alzado, sus brazos temblaban bajo el peso de su propia fuerza. Aunque estaba exhausto, el brillo del Orbe seguía ardiendo con intensidad, reflejando su creciente conexión con el artefacto.A su alrededor, el suelo vibraba ligeramente, como si la misma cumbre estuviera reaccionando al despliegue de poder. Sin embargo, frente al altar, la figura de Hades permanecía inmóvil, sus ojos ardientes fijos en Ethan. El dios del inframundo no parecía impresionado. La gema oscura que descansaba en el altar pulsaba rítmicamente, y cada latido de energía oscura parecía rivalizar con la luz del Orbe.Hades inclinó la cabeza ligeramente, su expresión se torció en una mueca de burla. —Impresionante, Ethan. Ha
El rugido del titán de sombras atravesó la Cumbre del Destino como un trueno desgarrador. La vibración de su grito era tan potente que las piedras bajo sus pies parecían gemir. Cada paso de la criatura hacía temblar la tierra, mientras su forma descomunal, tejida de pura oscuridad, absorbía la poca luz que quedaba en el ambiente. Los símbolos giratorios alrededor de la gema oscura brillaban como si estuvieran vivos, marcando el ritmo del poder que alimentaba al monstruo colosal.Hércules, con su garrote levantado, lanzó un grito de guerra y se lanzó hacia la bestia. Su salto fue poderoso, y su arma se estrelló contra la extremidad derecha del titán con toda su fuerza. Pero en lugar de causar daño, el material sombrío de la criatura absorbió el impacto como si fuera agua. Hércules cayó al suelo con un gruñido frustrado mientras el titán giraba hacia él, levantando un brazo masivo para aplastarlo.—¡Estas cosas no se rompen! —gritó, rodando justo a tiempo para esquivar el golpe. La garr
El rugido de la Cumbre del Destino había cesado, pero el aire seguía impregnado con una energía residual que hacía difícil relajarse. La luz del Orbe fusionado brillaba con una intensidad hipnótica, llenando el espacio con un resplandor que parecía desafiar las sombras que antes habían dominado el lugar. Ethan, todavía arrodillado frente al altar, sostenía la esfera entre sus manos. Su superficie era perfectamente lisa, y cada pulso de su energía parecía sincronizarse con los latidos de su corazón.Afrodita permanecía a su lado, su mirada fija en el artefacto. La mezcla de dorado y negro que emanaba tenía un efecto casi magnético, pero también algo inquietante. La armonía en su luz era tan perfecta que parecía ocultar algo detrás de esa calma superficial.—Es... hermoso —murmuró Afrodita, su voz era suave, pero su tono reflejaba una cautela que no podía disimular.Poseidón avanzó lentamente, con el tridente descansando sobre su hombro. Cada uno de sus pasos resonaba en el silencio, co
El descenso de la Cumbre del Destino parecía un ritual en sí mismo, con cada paso acompañado por el eco de lo desconocido. El valle que se extendía frente a ellos estaba cubierto por una bruma que se movía lentamente, como si tuviera vida propia. El aire era denso, cargado de un silencio extraño que hacía que incluso los sonidos más pequeños parecieran resonar como tambores lejanos.Ethan sostenía la esfera fusionada contra su pecho, sintiendo su vibración constante, como si reaccionara a algo invisible pero inminente. Su luz dorada y negra giraba en patrones intrincados, una danza hipnótica que parecía sincronizada con los latidos de su corazón. Afrodita, a su lado, caminaba en silencio, pero sus ojos, siempre vigilantes, escaneaban el entorno con cuidado.—¿Sienten eso? —preguntó de repente, rompiendo el silencio con un tono bajo y cargado de tensión.Ethan giró hacia ella, con el ceño fruncido. —¿Qué cosa?Afrodita inclinó la cabeza ligeramente, como si intentara escuchar algo más
Una calma inquietante reinaba en el Olimpo renacido, una ciudad suspendida entre lo divino y lo moderno. Torres de cristal y mármol reflejaban la luz de un sol eterno, mientras los templos flotaban sobre nubes cargadas de poder ancestral. Entre las cúpulas y los senderos cubiertos de flores inmortales, una tensión invisible impregnaba el aire, como si incluso la perfección del Olimpo pudiera desmoronarse ante lo inevitable. Zeus, imponente, observaba el horizonte desde su trono en el Salón Eterno, con la mirada fija en una tormenta oscura que se agitaba en la distancia.No era una tormenta común. No traía vientos ni lluvia, sino un vacío que devoraba todo a su paso. Zeus podía sentir su presencia en el fondo de su ser, como un eco que vibraba en cada fibra de su existencia. Había algo diferente, algo más profundo y ominoso que cualquier amenaza que hubiera enfrentado antes.El silencio absoluto del Salón Eterno se rompió con los pasos de Hera, cuyo porte majestuoso irradiaba autoridad