Después de reír y sentirme tan cómoda con Anwen, sabía que nuestra amistad estaba floreciendo, aunque en el fondo sentía una preocupación constante. No podía contarle lo que realmente me pesaba: mi creciente obsesión por Patrick, el príncipe. Era un tema demasiado complicado, y mencionar su nombre en una conversación informal podría traerme problemas. Aun así, nuestras charlas iban de un lado a otro, llenas de risas y pequeños secretos sobre los rumores y chismes que corrían por el pueblo.—¡Hasta mañana, Anwen!— le dije cuando regresamos al pueblo y me sentía abrumada por la interacción.—¡Oye!— me gritó desde lejos, levantando una mano con energía —¿Mañana te veo allí mismo, en la cascada?—.—¡Sí!— asentí con una sonrisa, aunque dentro de mí, algo me decía que esta amistad no era tan simple.Al otro día, justo al atardecer, nos encontramos de nuevo. Esta vez decidimos adentrarnos más en el bosque, hasta llegar a un pequeño llano rodeado de pinos. Anwen, siempre tan preparada, sacó
Patrick no podía dejar de mirarla mientras caminaba de vuelta al castillo, sosteniendo a Amber en sus brazos. El calor de su cuerpo contra el suyo lo llenaba de una mezcla de emociones que ni siquiera él lograba controlar del todo. Había pasado tanto tiempo buscándola, recorriendo cada rincón donde pensaba que podría esconderse, siempre al borde de la obsesión. Ahora, allí estaba ella, dormida, indefensa, y por primera vez en mucho tiempo, al alcance de sus manos.Su mente era un torbellino. Parte de él estaba enamorado de esa mujer de una forma que lo consumía, pero otra parte sentía rabia, una rabia que se cocía a fuego lento en su interior. ¿Cómo había sido capaz de abandonarlo? Después de todo lo que habían pasado juntos, después de cómo él la había deseado, amado... Y ahora que la tenía de nuevo, no pensaba dejarla ir.“Amber...” Pensó, mientras la colocaba suavemente en su cama. Su mirada se oscureció al ver lo serena que parecía, ajena a todo lo que él sentía. Ese abandono lo
—Te casarás conmigo y tendrás mis hijos, y así te convertirás en una Wolker. Serás mi princesa, Amber —dijo Patrick, con una sonrisa maliciosa mientras me miraba. Sus ojos, llenos de una mezcla oscura de deseo y dominación, recorrían mi cuerpo como si ya me poseyera. Sentí cómo mi piel se erizaba bajo su mirada, no de deseo, sino de miedo.—Jamás me casaría contigo —le respondí, tratando de mantenerme firme, aunque mi voz temblaba. El enojo y la desesperación me atravesaban. No era solo la idea de casarme con él, era la certeza de que estaba siendo arrastrada a una vida que no quería, bajo el control de un hombre al que despreciaba.Patrick se acercó más, su rostro apenas a unos centímetros del mío, su aliento cálido chocando contra mi piel. —No tienes elección, Amber. Las cosas no funcionan a tu manera. Soy un Wolker, y lo que quiero, lo obtengo. No tienes poder sobre mí ni sobre nada en esta casa. ¿Crees que puedes desafiarme? —Su tono era bajo, peligroso, cargado de una amenaza l
Después de la intensa confrontación con la familia Wolker, la noche transcurrió de forma más tranquila. Patrick, con su firmeza, había logrado sofocar cualquier intento de resistencia, al menos por el momento. Mientras yo hablaba con Anwen, tratando de mantener una conversación ligera, mi mente seguía abrumada por los eventos recientes. A mi alrededor, las luces de los candelabros parpadeaban suavemente, y el sonido del vino vertido en copas llenaba el aire junto con las risas apagadas de los pocos que aún quedaban en la sala.Roderick y Patrick, por su parte, estaban de pie junto al fuego, compartiendo una copa mientras discutían sobre asuntos más formales. La voz de Roderick era baja pero firme cuando empezó a hablar sobre los soldados que Patrick había enviado a Valgamir.—¿Qué sabes de los soldados que mandaste hacia Valgamir? —preguntó Roderick, su tono serio—. Pronto partiré hacia allá, pero no he recibido ningún informe reciente.Patrick bebió un sorbo de vino antes de respon
La noche avanzó lentamente, y aunque el cansancio me había vencido, mis sueños eran inquietos. Sentía la presencia de Patrick a mi lado, su brazo firme alrededor de mi cintura, como una barrera que me mantenía prisionera incluso en el sueño. De vez en cuando, me movía, intentando encontrar una posición más cómoda, pero cada vez que lo hacía, Patrick se aferraba a mí, como si su inconsciente temiera perderme.A mitad de la noche, desperté brevemente, desorientada. La habitación estaba oscura, iluminada solo por la tenue luz de las brasas que quedaban en el fuego. Patrick seguía a mi lado, su respiración pesada pero tranquila. Lo miré de reojo, estudiando su rostro relajado. No parecía el hombre que me había retenido con tanta ira hace unas horas. En ese momento, parecía casi vulnerable, como si el peso de su propia vida y decisiones lo agotara profundamente.Sin embargo, el miedo y la confusión seguían latiendo dentro de mí. Quería escapar, volver a mi hogar, a mi hermano y a mi herm
La bruma del hechizo, aunque invisible a los ojos de Amber, comenzó a trabajar en lo profundo de su ser. Mientras Patrick la sostenía en sus brazos, ella sentía una creciente paz, una serenidad que no podía explicar. Las dudas que antes la llenaban, las preocupaciones por su familia y la confusión sobre sus sentimientos hacia Patrick, lentamente comenzaron a desvanecerse, como si fueran sombras disipadas por la luz del sol.Patrick, consciente del cambio, sonrió para sí mismo. La bruja había cumplido con lo prometido. Aunque el hechizo no era algo tangible, sentía que la magia envolvía a Amber, haciéndola más susceptible a sus deseos, debilitando sus resistencias.—Amber —dijo en un susurro, acariciando su cabello—, ya no tienes que preocuparte por nada. Estoy aquí para ti, siempre.Ella, sin saber por qué, se sentía reconfortada por esas palabras. Su corazón latía con un ritmo suave, y aunque había un eco lejano de duda en su mente, no podía resistir el calor que sentía en el pecho
Al día siguiente, después de que la mañana se desarrollara en calma, la noticia sacudió la vida en el castillo: el rey Arandor, tío de Patrick y gobernante del reino vecino de Thalgren, llegaría de sorpresa junto a toda su familia al atardecer. Esta inesperada visita puso en marcha una serie de preparativos apresurados para recibir a tan distinguidos invitados.Amber, que estaba en su habitación, sintió cómo su pecho se apretaba cuando escuchó la noticia de la llegada del rey. No había tenido una buena relación con la familia de Patrick, y el solo hecho de pensar en estar presente en una ocasión tan solemne le hacía sentir nerviosa e incómoda. Justo en ese momento, Patrick entró en la habitación.—Amber, has escuchado la noticia, ¿no? —dijo Patrick, acercándose a ella—. Mi tío Arandor está en camino, y debes estar presente esta noche.Amber lo miró con una mezcla de frustración y nerviosismo.—No, Patrick. No voy a estar ahí. Tu familia no me quiere, y lo sabes bien. Ya suficiente t
La fiesta en la fortaleza había comenzado con el brillo de la nobleza y el desenfreno de los guerreros, pero pronto los festejos empezaron a descontrolarse. El salón era amplio, sus techos altos sostenidos por arcos de piedra, adornado con tapices que narraban las gestas de la familia Wolker. Las antorchas iluminaban las mesas repletas de comida: grandes jarras de vino, cordero asado, panes recién horneados y frutas exóticas. Los hombres, embriagados por el vino y la gloria, reían y golpeaban las mesas con sus jarras, mientras las mujeres, en su mayoría, permanecían en la distancia, susurrando entre ellas o contemplando el caos con una mezcla de desconcierto. Aunque algunas estaban enrredadas con los hombres mientras estos se prospasaban con ellas.Amber, aunque debía estar con las mujeres, se encontraba sentada junto a Patrick. Él había decidido que su prometida debía estar a su lado, rompiendo la norma que separaba a los sexos en estos eventos. Pero Amber, aunque físicamente a su