La noche avanzó lentamente, y aunque el cansancio me había vencido, mis sueños eran inquietos. Sentía la presencia de Patrick a mi lado, su brazo firme alrededor de mi cintura, como una barrera que me mantenía prisionera incluso en el sueño. De vez en cuando, me movía, intentando encontrar una posición más cómoda, pero cada vez que lo hacía, Patrick se aferraba a mí, como si su inconsciente temiera perderme.A mitad de la noche, desperté brevemente, desorientada. La habitación estaba oscura, iluminada solo por la tenue luz de las brasas que quedaban en el fuego. Patrick seguía a mi lado, su respiración pesada pero tranquila. Lo miré de reojo, estudiando su rostro relajado. No parecía el hombre que me había retenido con tanta ira hace unas horas. En ese momento, parecía casi vulnerable, como si el peso de su propia vida y decisiones lo agotara profundamente.Sin embargo, el miedo y la confusión seguían latiendo dentro de mí. Quería escapar, volver a mi hogar, a mi hermano y a mi herm
La bruma del hechizo, aunque invisible a los ojos de Amber, comenzó a trabajar en lo profundo de su ser. Mientras Patrick la sostenía en sus brazos, ella sentía una creciente paz, una serenidad que no podía explicar. Las dudas que antes la llenaban, las preocupaciones por su familia y la confusión sobre sus sentimientos hacia Patrick, lentamente comenzaron a desvanecerse, como si fueran sombras disipadas por la luz del sol.Patrick, consciente del cambio, sonrió para sí mismo. La bruja había cumplido con lo prometido. Aunque el hechizo no era algo tangible, sentía que la magia envolvía a Amber, haciéndola más susceptible a sus deseos, debilitando sus resistencias.—Amber —dijo en un susurro, acariciando su cabello—, ya no tienes que preocuparte por nada. Estoy aquí para ti, siempre.Ella, sin saber por qué, se sentía reconfortada por esas palabras. Su corazón latía con un ritmo suave, y aunque había un eco lejano de duda en su mente, no podía resistir el calor que sentía en el pecho
Al día siguiente, después de que la mañana se desarrollara en calma, la noticia sacudió la vida en el castillo: el rey Arandor, tío de Patrick y gobernante del reino vecino de Thalgren, llegaría de sorpresa junto a toda su familia al atardecer. Esta inesperada visita puso en marcha una serie de preparativos apresurados para recibir a tan distinguidos invitados.Amber, que estaba en su habitación, sintió cómo su pecho se apretaba cuando escuchó la noticia de la llegada del rey. No había tenido una buena relación con la familia de Patrick, y el solo hecho de pensar en estar presente en una ocasión tan solemne le hacía sentir nerviosa e incómoda. Justo en ese momento, Patrick entró en la habitación.—Amber, has escuchado la noticia, ¿no? —dijo Patrick, acercándose a ella—. Mi tío Arandor está en camino, y debes estar presente esta noche.Amber lo miró con una mezcla de frustración y nerviosismo.—No, Patrick. No voy a estar ahí. Tu familia no me quiere, y lo sabes bien. Ya suficiente t
La fiesta en la fortaleza había comenzado con el brillo de la nobleza y el desenfreno de los guerreros, pero pronto los festejos empezaron a descontrolarse. El salón era amplio, sus techos altos sostenidos por arcos de piedra, adornado con tapices que narraban las gestas de la familia Wolker. Las antorchas iluminaban las mesas repletas de comida: grandes jarras de vino, cordero asado, panes recién horneados y frutas exóticas. Los hombres, embriagados por el vino y la gloria, reían y golpeaban las mesas con sus jarras, mientras las mujeres, en su mayoría, permanecían en la distancia, susurrando entre ellas o contemplando el caos con una mezcla de desconcierto. Aunque algunas estaban enrredadas con los hombres mientras estos se prospasaban con ellas.Amber, aunque debía estar con las mujeres, se encontraba sentada junto a Patrick. Él había decidido que su prometida debía estar a su lado, rompiendo la norma que separaba a los sexos en estos eventos. Pero Amber, aunque físicamente a su
Patrick llevaba a Amber apresuradamente por los pasillos de la fortaleza, con el rostro tensado por la ira. Ella, molesta y frustrada, intentaba liberarse de su agarre, pero su fuerza la mantenía sujeta sin esfuerzo. El eco de sus pasos resonaba en las paredes de piedra hasta que, al llegar a su habitación, Patrick abrió la puerta bruscamente y la empujó suavemente dentro antes de cerrar la puerta tras ellos.Amber, jadeando por la tensión, lo miró con el ceño fruncido, pero antes de que pudiera decir una palabra, Patrick se acercó a ella, lleno de furia contenida.—¡¿Por qué demonios hiciste eso, Amber?! —exclamó con la voz grave, casi un rugido, mientras se plantaba frente a ella.Amber, furiosa y con el corazón latiendo con fuerza, no pudo contener su respuesta.—¡Porque ella es mi hermana, y ese imbécil la está destrozando! —dijo con el mismo nivel de intensidad, sus ojos llenos de ira y dolor. Las palabras salían casi en un grito, como si cada sílaba llevara consigo el peso de
Amber lo siguió a la habitación, el ambiente cargado de tensión. Mientras Patrick limpiaba sus manos ensangrentadas, ella, nerviosa pero decidida, se acercó a él, sus pasos rápidos y su respiración entrecortada. En cuanto entraron, antes de que él pudiera reaccionar, Amber lo tomó por el rostro y lo besó con intensidad. El gesto lo dejó atónito, pero en cuanto sus labios se encontraron, la sorpresa dio paso a un deseo profundo.Patrick sintió las suaves caricias de Amber en su rostro mientras ella lo miraba a los ojos, esos ojos que en ese momento estaban llenos de gratitud y cariño.—Gracias, Patrick —susurró ella, apenas separando sus labios.Él no pudo resistir la ternura en su voz, y antes de que ella pudiera decir algo más, la besó con la misma intensidad, su mano deslizándose hasta su cintura, acercándola más a él. El calor entre ambos creció rápidamente, y Amber respondió al beso con la misma pasión, envolviendo sus piernas alrededor de él, dejándose llevar por la urgencia de
El rey, después de soltar a Patrick, se retiró a su trono y se dejó caer en el asiento con una mezcla de agotamiento y reflexión. Observó a su hijo durante unos segundos, recordando los días de su juventud, cuando su propia vida estaba marcada por decisiones que él no había tomado. Miró hacia la ventana, donde la luna iluminaba la noche, y por un momento, se dejó llevar por los recuerdos.—Cuando tenía tu edad, Patrick —comenzó el rey, su voz más suave, como si hablara para sí mismo tanto como para su hijo—, también fui atrapado en decisiones que parecían inevitables. No me casé con tu madre por amor, lo sabes bien. Fue una alianza, un pacto para unir nuestros reinos, fortalecer las tierras y asegurar nuestro futuro. Yo, al igual que tú, quería algo más. Quería casarme por amor, pero no tuve esa elección.Patrick lo miró en silencio, escuchando por primera vez a su padre hablar de su juventud con tanta sinceridad.—Tu madre y yo no nos amábamos al principio —continuó el rey—. Era una
La sensación de libertad que había comenzado a experimentar tras la muerte de Ethan me llenaba de alivio. Por fin, el miedo que me había perseguido durante tanto tiempo parecía haber desaparecido, y el futuro se veía más claro, más prometedor. Pero la realidad no tardó en mostrarme que, aunque un obstáculo había sido superado, otro aún más complejo y doloroso me esperaba: la familia de Patrick.No todos me aceptaban. A pesar de estar comprometidos, yo seguía siendo una simple sirvienta, una mujer sin nobleza ni riquezas, y eso era algo que su familia no estaba dispuesta a pasar por alto. El desprecio estaba siempre presente en sus miradas, en sus gestos, en sus palabras apenas disfrazadas de cortesía. Menos Roderick, el hermano mayor de Patrick, quien siempre había sido amable conmigo. Su esposa, Anwen, se había convertido en una de mis únicas aliadas dentro del castillo. Con ella podía hablar sin sentirme juzgada, y aunque la situación era difícil, su compañía me ofrecía un consuel