—Te casarás conmigo y tendrás mis hijos, y así te convertirás en una Wolker. Serás mi princesa, Amber —dijo Patrick, con una sonrisa maliciosa mientras me miraba. Sus ojos, llenos de una mezcla oscura de deseo y dominación, recorrían mi cuerpo como si ya me poseyera. Sentí cómo mi piel se erizaba bajo su mirada, no de deseo, sino de miedo.—Jamás me casaría contigo —le respondí, tratando de mantenerme firme, aunque mi voz temblaba. El enojo y la desesperación me atravesaban. No era solo la idea de casarme con él, era la certeza de que estaba siendo arrastrada a una vida que no quería, bajo el control de un hombre al que despreciaba.Patrick se acercó más, su rostro apenas a unos centímetros del mío, su aliento cálido chocando contra mi piel. —No tienes elección, Amber. Las cosas no funcionan a tu manera. Soy un Wolker, y lo que quiero, lo obtengo. No tienes poder sobre mí ni sobre nada en esta casa. ¿Crees que puedes desafiarme? —Su tono era bajo, peligroso, cargado de una amenaza l
Después de la intensa confrontación con la familia Wolker, la noche transcurrió de forma más tranquila. Patrick, con su firmeza, había logrado sofocar cualquier intento de resistencia, al menos por el momento. Mientras yo hablaba con Anwen, tratando de mantener una conversación ligera, mi mente seguía abrumada por los eventos recientes. A mi alrededor, las luces de los candelabros parpadeaban suavemente, y el sonido del vino vertido en copas llenaba el aire junto con las risas apagadas de los pocos que aún quedaban en la sala.Roderick y Patrick, por su parte, estaban de pie junto al fuego, compartiendo una copa mientras discutían sobre asuntos más formales. La voz de Roderick era baja pero firme cuando empezó a hablar sobre los soldados que Patrick había enviado a Valgamir.—¿Qué sabes de los soldados que mandaste hacia Valgamir? —preguntó Roderick, su tono serio—. Pronto partiré hacia allá, pero no he recibido ningún informe reciente.Patrick bebió un sorbo de vino antes de respon
La noche avanzó lentamente, y aunque el cansancio me había vencido, mis sueños eran inquietos. Sentía la presencia de Patrick a mi lado, su brazo firme alrededor de mi cintura, como una barrera que me mantenía prisionera incluso en el sueño. De vez en cuando, me movía, intentando encontrar una posición más cómoda, pero cada vez que lo hacía, Patrick se aferraba a mí, como si su inconsciente temiera perderme.A mitad de la noche, desperté brevemente, desorientada. La habitación estaba oscura, iluminada solo por la tenue luz de las brasas que quedaban en el fuego. Patrick seguía a mi lado, su respiración pesada pero tranquila. Lo miré de reojo, estudiando su rostro relajado. No parecía el hombre que me había retenido con tanta ira hace unas horas. En ese momento, parecía casi vulnerable, como si el peso de su propia vida y decisiones lo agotara profundamente.Sin embargo, el miedo y la confusión seguían latiendo dentro de mí. Quería escapar, volver a mi hogar, a mi hermano y a mi herm
Los tres hermanos marchaban al norte, dejando atrás los restos de una vida que ya no les pertenecía. El frío aire de las montañas les recordaba que la travesía no sería fácil, pero el anhelo de un nuevo comienzo los impulsaba a cada paso. Amber, la más joven de los tres, había jurado que el pasado quedaría enterrado junto con sus viejas esperanzas. Llegar a Wolkers significaba renacer, desprenderse de todo lo que había sido y abrirse a un futuro incierto. Sin embargo, los planes del destino no siempre coinciden con los deseos del corazón. En el majestuoso pero sombrío reino, un encuentro inesperado la uniría a uno de los hombres más cercanos al trono, un príncipe cuyo cuerpo estaba roto, pero cuyo espíritu aún luchaba por levantarse. Amber, en su deseo de sanar las heridas de los demás, no contaba con que sus propios sentimientos florecerían de nuevo, esta vez más intensos y verdaderos de lo que había imaginado. Y así, en el gélido norte, donde la esperanza parecía casi inal
Cuando estábamos dentro, le ofrecí té al consejero, pero rechazó la oferta y me pidió que me sentara. —Debo decirte que el trabajo que quiero ofrecerte es muy complicado… porque se trata del príncipe. —El joven quedó inválido de las piernas desde los catorce años, tras una caída desde lo alto, así que no puede volver a caminar. Necesita una compañera que lo ayude con todo: comida, baño y cualquier cosa que requiera. —No será fácil, porque él no es sencillo, entre tú y yo. Ha tenido varias sirvientas, y su carácter ha empeorado con cada una. —¿Y eso por qué? —pregunté, intrigada. —Es obvio. Es un joven apuesto, casi un adulto, mientras sus hermanos luchan en batallas, conquistan tierras y tienen muchas mujeres y herederos. Él, en cambio, solo puede estudiar, asistir al consejo, cabalgar y tomar decisiones. —¿Y por qué no tiene mujer? —Por su condición… sus partes también han perdido la sensibilidad —me interrumpió, dejándome sorprendida. —Tú decides. Si quieres aceptar
Mientras seguía limpiando el suelo, el silencio en la habitación se hacía cada vez más incómodo. El príncipe, con la vista fija en su libro, no dejaba de dar pequeños suspiros de impaciencia, como si el simple hecho de estar en la misma habitación que yo le molestara profundamente. —¿Ya terminaste? —preguntó sin apartar la mirada del libro, su voz cortante como un cuchillo. —Casi, mi Lord —respondí con voz temblorosa, aunque apenas quedaba una pequeña mancha en el suelo. Me sentía observada, juzgada por cada movimiento. —Más rápido. No tengo todo el día para verte arrastrarte —dijo con una burla en la voz, sin levantar la mirada de las páginas.Apresuré mis manos, sintiendo cómo mis mejillas ardían de la vergüenza. Quería protestar, decirle que no era justo que me tratara así, pero las palabras del consejero resonaban en mi mente: “Si no le agradas, te despedirá o, peor, te amenazará de muerte.” Terminé de limpiar y me levanté, secándome las manos en el delantal. Me quedé de pie,
Al día siguiente, me levanté antes del amanecer, sabiendo que el príncipe no aceptaría otra llegada tardía. El aire de la mañana era gélido, y mientras me dirigía hacia el castillo, los primeros rayos de sol apenas se asomaban por el horizonte. A medida que me acercaba, sentía una creciente opresión en el pecho. No era solo por el comportamiento del príncipe, sino por algo más... algo que no podía nombrar aún. Al entrar en sus aposentos, lo encontré en la misma postura del día anterior, aunque hoy había algo diferente. A su lado, descansando en el suelo de piedra fría, había un enorme lobo. Su pelaje gris oscuro se fundía con la penumbra de la habitación, y sus ojos, amarillos y penetrantes, me miraban con una intensidad que me hizo detenerme de golpe. —Él es Fenris —dijo el príncipe con una sonrisa ladeada, notando mi incomodidad—. Mi único verdadero compañero. Te sugiero que no hagas movimientos bruscos si no quieres que te ataque. El lobo levantó la cabeza, sus ojos fijos en m
A la mañana siguiente, me levanté sabiendo que el día sería aún más complicado que los anteriores. El príncipe había dejado claro que no me necesitaba más después de haberlo vestido, pero algo en su actitud cambió desde entonces. Ahora, parecía requerir mi presencia más de lo necesario. Cuando llegué a sus aposentos, Fenris ya estaba en su lugar, y el príncipe me miraba con una extraña mezcla de impaciencia y expectativa. —Hoy no te irás tan rápido, Amber —dijo sin siquiera saludar—. Hay más cosas que necesito que hagas por mí. Asentí sin hacer preguntas. Preparé su desayuno como de costumbre, pero esta vez me pidió que me quedara junto a él mientras comía. El príncipe no hablaba, y el lobo a sus pies parecía tan alerta como siempre, pero el silencio era diferente; cargado de una tensión que no lograba descifrar. —¿Siempre fuiste tan callada? —preguntó de repente mientras dejaba el plato vacío sobre la mesa. —Hablar cuando no se me ha pedido sería una falta de respeto, mi Lord