Era una tarde fría cuando Patrick decidió salir a caminar por el pueblo, como solía hacerlo al atardecer. Las luces del día comenzaban a desvanecerse, bañando las calles en tonos naranjas y púrpuras. El viento helado soplaba suavemente, pero dentro de él, algo ardía. Su mente seguía atrapada en los pensamientos de Amber. No sabía por qué, pero algo lo empujaba a vagar, a esperar ese encuentro que, de algún modo, sabía que sucedería.Por otro lado, Amber también caminaba por las mismas calles, aunque lo hacía con un propósito distinto. Se dirigía hacia el mercado, nerviosa y siempre alerta, con el miedo constante de encontrarse con Patrick. Sabía que él solía aparecer en el pueblo, y desde aquella vez en el bar, su intranquilidad no la había abandonado. Llevaba días teniendo pesadillas, pero los encargos de su casa la obligaban a salir. Mientras miraba unas verduras en un puesto, sintió un escalofrío recorrer su espalda. Algo no estaba bien.De repente, sus ojos se posaron en un punt
Después de la intensidad del momento, mientras Amber permanecía en silencio, sus pensamientos eran un torbellino. Lo que acababa de suceder la dejaba confusa, vulnerable. Patrick, observando su rostro mientras sus ojos vagaban en la distancia, se preocupaba no solo por el momento que compartieron, sino también por la herida que aún sangraba ligeramente en su brazo. Con una mezcla de ternura y preocupación, tomó su capa de grueso tejido y la envolvió con cuidado, atrayéndola hacia él. Podía sentir cómo el cuerpo tembloroso de Amber luchaba entre el frío de la noche y el cansancio que ahora la dominaba.Mientras ella comenzaba a sucumbir al agotamiento, sus párpados pesados, Patrick deslizó con suavidad la capa de su brazo herido, con la mirada fija en la herida que había empeorado por el frío y la fatiga. "Déjame curarte", susurró con dulzura, apartando los mechones sueltos de su rostro pálido. Amber, adormecida y débil, apenas pudo asentir.Con torpeza, intentó levantarse, pero sus
El sonido de la puerta cerrándose resonaba en mi mente como el eco de una sentencia. Me quedé allí, inmóvil, tratando de procesar lo que acababa de suceder. Patrick, el hombre con el que había compartido momentos tan íntimos, ahora me trataba como una prisionera. Mi corazón latía descontrolado mientras mis pensamientos se desmoronaban uno tras otro.No podía creer que había llegado a esto. ¿Qué había cambiado en él? La manera en la que me había mirado... ese brillo en sus ojos ya no era de simple deseo, era algo más oscuro, más profundo. Una obsesión que me asfixiaba.El frío de la habitación se filtraba en mi piel, pero no era nada comparado con el frío que sentía en mi alma. Me acerqué a la ventana, buscando algún escape, pero sabía que no había a dónde ir. Estaba atrapada. El guardia en la puerta se aseguraría de eso.Intenté calmar mi respiración, apoyándome contra el frío cristal. Fuera, el viento silbaba con fuerza, y la nieve caía en gruesos copos, cubriendo todo con una capa b
A pesar de la pasión de la noche anterior, Amber no tardó en caer rendida por la debilidad. Patrick, a pesar de su deseo de hacerla suya nuevamente, la observó con ternura, acariciando su rostro, y optó por abrazarla, protegiéndola del frío con su propio cuerpo. Al despertar, encontró una carta al borde de la cama, escrita por Patrick. En ella, le explicaba que tenía una reunión importante, pues como guerrero, podría partir pronto a la guerra. Cerraba la carta con un "te amo" y la promesa de seguir disfrutando de su compañía, cuerpo y alma.Amber, con el corazón cálido por esas palabras, sonrió, pero esa sonrisa pronto desapareció al recordar a su hermana Jessica. Con ansiedad creciente, llamó al guardia apostado frente a la puerta, rogando que la dejara salir, pero él, con firmeza, le informó que tenía órdenes estrictas de mantenerla en la habitación.Con el miedo apretando su pecho, Amber fingió escuchar un ruido debajo de la cama y le pidió al guardia que la ayudara a revisarlo.
Después de esa noche, en la que mi hermano y yo nos sentimos victoriosos, los rumores comenzaron a esparcirse por el pueblo. No me enteré de ellos, pues había pasado la mañana durmiendo junto a David cerca de la chimenea, como lo hacíamos todas las noches para protegernos del frío que se filtraba por las paredes de nuestra humilde casa. La tenue luz del fuego iluminaba nuestras pieles, y el crepitar de la leña era lo único que rompía el silencio hasta que, de repente, un fuerte estruendo nos despertó.El sonido de algo pesado rompiendo contra la puerta retumbó en nuestros oídos, y un terror helado se apoderó de nosotros. Nos incorporamos de golpe, sin entender qué sucedía. La puerta se abrió de un golpe, y varios hombres irrumpieron en la casa. Armados con palos y herramientas, comenzaron a destruir todo a su paso, lanzando nuestras pertenencias al suelo como si fueran meras hojas secas arrastradas por el viento. El eco de los muebles rotos y el vidrio quebrándose inundó la habitaci
Patrick seguía riéndose junto a su hermano, pero en su interior algo se revolvía. Aunque trataba de desviar la conversación, las palabras de Roderick resonaban en su mente. ¿Una mujer que lo adorara? El rostro de Amber apareció ante él, pero la imagen se ensombreció por el resentimiento que sentía hacia ella. Ella lo había abandonado, se había ido sin decir una palabra, dejándolo en medio de su propia confusión y dolor. ¿Cómo podía olvidarse de alguien que lo había marcado tan profundamente?—No creo que una de esas damas que traerá nuestro tío me sea de mucha ayuda —murmuró Patrick, su tono sarcástico.—¿Y por qué no? —replicó Roderick, sonriendo—. Hermosas, inteligentes y, lo más importante, sin complicaciones. Podrías elegir la que más te guste, y harías una buena alianza para la familia.Patrick negó con la cabeza, tomando otro trago de su copa. Sabía que la mayoría de los hombres en su posición habrían dado cualquier cosa por la oportunidad que Roderick le describía: un matrimon
Después de reír y sentirme tan cómoda con Anwen, sabía que nuestra amistad estaba floreciendo, aunque en el fondo sentía una preocupación constante. No podía contarle lo que realmente me pesaba: mi creciente obsesión por Patrick, el príncipe. Era un tema demasiado complicado, y mencionar su nombre en una conversación informal podría traerme problemas. Aun así, nuestras charlas iban de un lado a otro, llenas de risas y pequeños secretos sobre los rumores y chismes que corrían por el pueblo.—¡Hasta mañana, Anwen!— le dije cuando regresamos al pueblo y me sentía abrumada por la interacción.—¡Oye!— me gritó desde lejos, levantando una mano con energía —¿Mañana te veo allí mismo, en la cascada?—.—¡Sí!— asentí con una sonrisa, aunque dentro de mí, algo me decía que esta amistad no era tan simple.Al otro día, justo al atardecer, nos encontramos de nuevo. Esta vez decidimos adentrarnos más en el bosque, hasta llegar a un pequeño llano rodeado de pinos. Anwen, siempre tan preparada, sacó
Patrick no podía dejar de mirarla mientras caminaba de vuelta al castillo, sosteniendo a Amber en sus brazos. El calor de su cuerpo contra el suyo lo llenaba de una mezcla de emociones que ni siquiera él lograba controlar del todo. Había pasado tanto tiempo buscándola, recorriendo cada rincón donde pensaba que podría esconderse, siempre al borde de la obsesión. Ahora, allí estaba ella, dormida, indefensa, y por primera vez en mucho tiempo, al alcance de sus manos.Su mente era un torbellino. Parte de él estaba enamorado de esa mujer de una forma que lo consumía, pero otra parte sentía rabia, una rabia que se cocía a fuego lento en su interior. ¿Cómo había sido capaz de abandonarlo? Después de todo lo que habían pasado juntos, después de cómo él la había deseado, amado... Y ahora que la tenía de nuevo, no pensaba dejarla ir.“Amber...” Pensó, mientras la colocaba suavemente en su cama. Su mirada se oscureció al ver lo serena que parecía, ajena a todo lo que él sentía. Ese abandono lo