Amber y Jessica estaban sentadas con David en la pequeña sala, iluminada solo por la tenue luz de las velas. La conversación era tensa, como siempre que se mencionaba a Ethan.David, con su mirada oscura y el ceño fruncido, golpeó la mesa con fuerza. “Ethan es un hijo del demonio”, dijo, con la voz cargada de ira. “Siempre lo ha sido, y ahora está maldito, ese malnacido. No puedo entender cómo nadie más lo ve”.Jessica intentó calmarlo, pero David no estaba dispuesto a ceder. Amber se mantenía en silencio, escuchando atentamente, sus manos inquietas sobre su regazo. Ethan había sido un problema desde que Jessica lo conoció y a pesar de que ella intentaba mantenerse alejada de ese nombre, siempre regresaba de una forma u otra.Con el paso de los meses, Amber se sumergió en su rutina. Comenzó a limpiar el pequeño taller donde antes su hermana tejía y luego se dirigía al bar a limpiar también, donde ahora trabajaba Jessica. Aunque trabajaba sin descanso, no podía evitar estar en alerta
El sudor corría por el cuerpo de Patrick, haciéndolo brillar bajo la tenue luz de las antorchas en aquel oscuro y clandestino lugar de apuestas. Los gritos y el caos de la multitud se fundían en una sinfonía salvaje mientras él, lleno de furia y determinación, lanzaba golpes feroces. Sus puños conectaban con el rostro y el abdomen de su contrincante, pero en su mente solo existía una cosa: Amber. La rabia que había sentido el día que ella se fue aún lo consumía. Sus recuerdos lo atormentaban, la imagen de ella escondiéndose de él, la manera en que lo había dejado con una mezcla de deseo y odio. Golpe tras golpe, Patrick descargaba su frustración, canalizando cada emoción oscura que lo había acosado desde aquel fatídico encuentro en el bar. —¡Vamos, Patrick! —gritaban algunos, mientras otros coreaban el nombre del hombre que se atrevía a enfrentarlo. Los torsos de ambos combatientes estaban marcados por cicatrices y el esfuerzo físico, sus músculos tensos por el combate cuerpo a cu
Era una tarde fría cuando Patrick decidió salir a caminar por el pueblo, como solía hacerlo al atardecer. Las luces del día comenzaban a desvanecerse, bañando las calles en tonos naranjas y púrpuras. El viento helado soplaba suavemente, pero dentro de él, algo ardía. Su mente seguía atrapada en los pensamientos de Amber. No sabía por qué, pero algo lo empujaba a vagar, a esperar ese encuentro que, de algún modo, sabía que sucedería.Por otro lado, Amber también caminaba por las mismas calles, aunque lo hacía con un propósito distinto. Se dirigía hacia el mercado, nerviosa y siempre alerta, con el miedo constante de encontrarse con Patrick. Sabía que él solía aparecer en el pueblo, y desde aquella vez en el bar, su intranquilidad no la había abandonado. Llevaba días teniendo pesadillas, pero los encargos de su casa la obligaban a salir. Mientras miraba unas verduras en un puesto, sintió un escalofrío recorrer su espalda. Algo no estaba bien.De repente, sus ojos se posaron en un punt
Después de la intensidad del momento, mientras Amber permanecía en silencio, sus pensamientos eran un torbellino. Lo que acababa de suceder la dejaba confusa, vulnerable. Patrick, observando su rostro mientras sus ojos vagaban en la distancia, se preocupaba no solo por el momento que compartieron, sino también por la herida que aún sangraba ligeramente en su brazo. Con una mezcla de ternura y preocupación, tomó su capa de grueso tejido y la envolvió con cuidado, atrayéndola hacia él. Podía sentir cómo el cuerpo tembloroso de Amber luchaba entre el frío de la noche y el cansancio que ahora la dominaba.Mientras ella comenzaba a sucumbir al agotamiento, sus párpados pesados, Patrick deslizó con suavidad la capa de su brazo herido, con la mirada fija en la herida que había empeorado por el frío y la fatiga. "Déjame curarte", susurró con dulzura, apartando los mechones sueltos de su rostro pálido. Amber, adormecida y débil, apenas pudo asentir.Con torpeza, intentó levantarse, pero sus
El sonido de la puerta cerrándose resonaba en mi mente como el eco de una sentencia. Me quedé allí, inmóvil, tratando de procesar lo que acababa de suceder. Patrick, el hombre con el que había compartido momentos tan íntimos, ahora me trataba como una prisionera. Mi corazón latía descontrolado mientras mis pensamientos se desmoronaban uno tras otro.No podía creer que había llegado a esto. ¿Qué había cambiado en él? La manera en la que me había mirado... ese brillo en sus ojos ya no era de simple deseo, era algo más oscuro, más profundo. Una obsesión que me asfixiaba.El frío de la habitación se filtraba en mi piel, pero no era nada comparado con el frío que sentía en mi alma. Me acerqué a la ventana, buscando algún escape, pero sabía que no había a dónde ir. Estaba atrapada. El guardia en la puerta se aseguraría de eso.Intenté calmar mi respiración, apoyándome contra el frío cristal. Fuera, el viento silbaba con fuerza, y la nieve caía en gruesos copos, cubriendo todo con una capa b
A pesar de la pasión de la noche anterior, Amber no tardó en caer rendida por la debilidad. Patrick, a pesar de su deseo de hacerla suya nuevamente, la observó con ternura, acariciando su rostro, y optó por abrazarla, protegiéndola del frío con su propio cuerpo. Al despertar, encontró una carta al borde de la cama, escrita por Patrick. En ella, le explicaba que tenía una reunión importante, pues como guerrero, podría partir pronto a la guerra. Cerraba la carta con un "te amo" y la promesa de seguir disfrutando de su compañía, cuerpo y alma.Amber, con el corazón cálido por esas palabras, sonrió, pero esa sonrisa pronto desapareció al recordar a su hermana Jessica. Con ansiedad creciente, llamó al guardia apostado frente a la puerta, rogando que la dejara salir, pero él, con firmeza, le informó que tenía órdenes estrictas de mantenerla en la habitación.Con el miedo apretando su pecho, Amber fingió escuchar un ruido debajo de la cama y le pidió al guardia que la ayudara a revisarlo.
Después de esa noche, en la que mi hermano y yo nos sentimos victoriosos, los rumores comenzaron a esparcirse por el pueblo. No me enteré de ellos, pues había pasado la mañana durmiendo junto a David cerca de la chimenea, como lo hacíamos todas las noches para protegernos del frío que se filtraba por las paredes de nuestra humilde casa. La tenue luz del fuego iluminaba nuestras pieles, y el crepitar de la leña era lo único que rompía el silencio hasta que, de repente, un fuerte estruendo nos despertó.El sonido de algo pesado rompiendo contra la puerta retumbó en nuestros oídos, y un terror helado se apoderó de nosotros. Nos incorporamos de golpe, sin entender qué sucedía. La puerta se abrió de un golpe, y varios hombres irrumpieron en la casa. Armados con palos y herramientas, comenzaron a destruir todo a su paso, lanzando nuestras pertenencias al suelo como si fueran meras hojas secas arrastradas por el viento. El eco de los muebles rotos y el vidrio quebrándose inundó la habitaci
Patrick seguía riéndose junto a su hermano, pero en su interior algo se revolvía. Aunque trataba de desviar la conversación, las palabras de Roderick resonaban en su mente. ¿Una mujer que lo adorara? El rostro de Amber apareció ante él, pero la imagen se ensombreció por el resentimiento que sentía hacia ella. Ella lo había abandonado, se había ido sin decir una palabra, dejándolo en medio de su propia confusión y dolor. ¿Cómo podía olvidarse de alguien que lo había marcado tan profundamente?—No creo que una de esas damas que traerá nuestro tío me sea de mucha ayuda —murmuró Patrick, su tono sarcástico.—¿Y por qué no? —replicó Roderick, sonriendo—. Hermosas, inteligentes y, lo más importante, sin complicaciones. Podrías elegir la que más te guste, y harías una buena alianza para la familia.Patrick negó con la cabeza, tomando otro trago de su copa. Sabía que la mayoría de los hombres en su posición habrían dado cualquier cosa por la oportunidad que Roderick le describía: un matrimon