«Sí… Una segunda oportunidad de vivir»Lorenzo no pudo evitar pensar en la persona que llevaba el corazón de Lionetta dentro de su pecho. Había evitado pensar en ello, pues le era muy difícil aceptar que alguien más tuviera una parte de su esposa.—¿Cómo fue? —quiso saber, sintiendo que la voz se le ahogaba.—Un largo proceso. —Stella, acarició los cabellos de Lorenzo, ajena al cúmulo de emociones que él estaba sintiendo—. Fueron años de tratamientos, años de angustia cada vez que llegaba a consulta y no había una respuesta positiva y, aun así, me esforzaba por tener esperanza, hasta que un día, un trasplante de corazón fue la única opción que tenía de vivir. —Stella no pudo evitar las lágrimas que se acumularon en sus ojos y el dolor de su pecho.Lorenzo se acomodó mejor y pese a lo que estaba sintiendo, la escuchó.—Sin embargo, no es tan fácil como parece, entré en una larga lista de espera, que cada día se hacía más y más larga. Esperar que otro ser humano deje de existir para ten
Stella colgó la llamada, dejó el teléfono en su lugar y dio un pequeño salto al sentir las manos de Lorenzo atrapar su cintura.—Buenos días —saludó él, colocando el mentón sobre el hombro de la muchacha y dándole un corto beso en los labios.—Buenos días, ¿dormiste bien? —preguntó Stella, luchando para que sus mejillas no se tiñeran de rojo.—Como los ángeles, no podía esperar menos, si he dormido con una de ellos —musitó Lorenzo con una ligera sonrisa.—Exageras —susurró ella, cerrando los ojos cuando él le dio un sonoro beso en la mejilla.—De ninguna manera, me limito a decir la verdad, por cierto, hoy has amanecido muy guapa, más que ayer.—¡Lorenzo!Él dejó escapar un par de carcajadas, se alejó de ella para verla mejor.—¿Qué hace levantada tan temprano? —preguntó, mirándola con curiosidad.—Hablaba con Emilia, ella y Nico volvieron ayer.—¿Cómo que llegaron ayer?—No quisieron molestar y por eso no se comunicaron con nosotros, pero Nico ya está de camino a la oficina y Emilia
Stella no supo cuánto tiempo pasó junto a Emilia, abrazada a ella, pudieron ser segundos, minutos u horas, no sabría decirlo. Sentía una fuerte opresión en su pecho por la dura infancia que su mejor amiga había vivido, no podía compararse con su vida; ella había sido una persona enfermiza, pero sus padres nunca la habían dejado sola, la protegieron toda su vida. No podía imaginar el tipo de abandono que Emi había sufrido, le dolía y no sabía qué decir ante aquella terrible verdad.—Lo siento —musitó finalmente, Stella sintió la necesidad de disculparse con ella por lo que la vida le había hecho.Emilia se aferró a ella, su llanto no había cedido, sus ojos estaban rojos e hinchados, sin embargo, su corazón se sentía ligeramente aliviado, nadie, excepto ella y los encargados de arruinar su vida sabían aquella verdad.—Nunca más, nadie te hará daño, Emilia, no voy a permitirlo —susurró Stella, no estaba en sus manos, pero haría hasta lo imposible para que su amiga fuese feliz.—No quiero
Valentina batió sus pestañas, llevó una cucharada de cereal a su boca y masticó sin apartar la mirada de Stella. La niña tragó, bebió un sobo de agua y se limpió la boca con la servilleta.—¿No dices nada, Stella? —le preguntó.Stella bajó su mano y devolvió la servidora a la taza.—¿Quieres hermanitos? —preguntó, imitando a Valentina tomó la servilleta y limpió sus labios.—Sí, ¡quiero muchos, hermanitos! Así —dijo, mostrando una mano abierta.—¿Cinco? —preguntó Stella, casi ahogándose con su saliva.Valentina asintió.—Entre más seamos, mejor, no vamos a aburrirnos —dijo con una risita cantarina, mientras Stella abría los ojos de par en par.¡Cinco! ¡Valentina quería cinco hermanos! —Por Dios, cariño, los niños no los venden en las dulcerías —se las arregló a decir, forzado a que su voz no sonora ronca.—Entonces, ¿dónde los venden? —preguntó con sumo interés.Stella se hundió en la silla, olvidar lo curiosa que Valentina era, era un arma de doble filo, pues corría el ri
«Cásate conmigo, Stella, formemos una familia.»La muchacha guardó silencio debido a lo impresionada que estaba por la petición de Lorenzo, parecía todo muy rápido.—Sé muy bien que no es la petición más romántica del año, Stella, pero la petición que te hago es desde el fondo de mi corazón, quiero que seamos uno solo, llamarte mi esposa y ser tu esposo —susurró ante el silencio de la joven.Stella tenía un nudo formado en su garganta, un cúmulo de emociones le recorría cada fibra de su ser, quería gritar y decirle que sí, que aceptaba ser su esposa, pero su voz no salía, se sentía atorada por la emoción.Lorenzo esperó paciente, consciente de que podía recibir un “no” en respuesta, lamentándose por haber sido impulsivo y no prepararle algo más romántico para pedirle matrimonio. ¡No estaba haciendo un negocio!—Stella…Ella llevó un dedo a sus labios y le hizo callar.—Acepto, quiero ser tu esposa y formar una familia contigo —respondió con voz ahogada y los ojos húmedos por el llanto
Nico y Emilia volvieron por Viviana a casa de Lorenzo luego de la cena. Emilia se disculpó con Stella por la demora.—No te preocupes, Emi. Viviana es una niña muy bien portada, ha sido un verdadero placer cuidar de ella, ¿tú cómo estás? —le preguntó.Emilia suspiró.—Mucho mejor que esta mañana —aceptó. Hablar de su pasado había sido difícil, pero también liberador, sentía que esa carga pesada que la había acompañado siempre, ahora era más llevadera, sobre todo, porque Stella no la juzgaba.—Me alegro, sabes que puedes confiar en mí, ¿verdad?—Lo sé Stella y te lo agradezco. Gracias por estar para mí —agradeció desde lo más profundo de su corazón.Stella la abrazó.—Siempre estaré para ti, Emilia, eres la hermana que el destino quiso darme y te amo —le dijo.Emilia asintió, Stella muy pocas veces expresaba sus emociones y sentimientos, pero cuando lo hacía era directo al corazón.—Yo también te amo —le dijo en respuesta. Emilia no quería volver a llorar, pero sentía que los ojos se l
«Descubrió que el hombre que conducía el otro auto, el que impactó con el de tu esposa, no era otro que Elio Romano, el padre de Viviana».Lorenzo se tambaleó al escuchar las palabras de su hermana, quizá no por conocer el nombre del hombre que le robó a vida a Lionetta y le arruinó la suya, sino por la herida que volvió a abrirse en su corazón. Una herida que ya estaba casi curada y cerrada. Los ojos de Lorenzo se llenaron de lágrimas, no pudo evitarlo. La presión que subió por su garganta casi lo ahogó y los latidos de su corazón se volvieron erráticos.—¡Lorenzo! —gritó Anna con preocupación al notar el semblante de su hermano. Estaba pálido, como la ceniza.La muchacha se puso de pie, mientras Lorenzo buscó sentarse en su silla al sentir que las piernas le fallaban.Para Lorenzo, hablar del accidente, era volver a revivir el dolor que sintió ese día, no miraba ni las noticias para evitar recordar. Y sí, quizá para muchos podía ser extremista o dramático, pero solo él conocía el do
«Te odio, Nico»Si Nico Ferretti hubiera sido otro hombre, se habría alejado de Emilia, pero Nico no era cualquier otro hombre, además de ser su esposo, estaba seguro de que era el único que la conocía lo bastante bien como para poder interpretar sus palabras.«Te odio, Nico» era lo mismo que escucharle decir: «Te amo, Nico»Nico llevó una mano a la cintura de Emilia y la otra a su cuello para atraerla hacia él y hacerle sentir el poder de su necesidad.Sus lenguas se enredaron, mientras sus prendas empezaron a caer, ambos estaban desesperados por consumar la pasión nacida de lo más profundo de su ser.—La niña, Nico —susurró Emilia entre besos y jadeos.—No va a despertarse, cariño, no ha dormido en todo el día —le respondió.Emilia lo miró, sus manos acariciaron las mejillas de Nico y buscó su boca nuevamente. El beso fue como un cerillo cayendo sobre la leña seca, el fuego ardió entre ellos amenazando con consumirlo todo a su paso.Emilia gimió cuando la boca de Nico se deslizó de