Stella abrió y cerró la boca sin pronunciar palabra, no podía creer que Lorenzo y Valentina estuvieran parados delante de ella, ¡estaban en su casa! —¡Di algo, Stella! —le urgió la niña que, impaciente, llamó su atención.—¿Qué puedo decir, cariño? —preguntó con un hilo de voz. Estaba sorprendida, jamás se le hubiese pasado por la cabeza, que Lorenzo y Valentina la buscaran, no pensó que la extrañaban como ella los extrañaba. Stella no podía negar lo feliz que le hacía verlos, su corazón saltó de alegría y, aunque no podía poner voz a sus palabras, sus ojos brillaron por sí solos como dos luceros en el firmamento.—¿Que te hace feliz vernos? —respondió la pequeña bribona con picardía, leyendo en los ojos de la muchacha lo que sentía. La niña era muy observadora y a su edad, a veces parecía una adulta, aunque solo eran suposiciones.Stella le sonrió con ternura y luego miró a Lorenzo y sus mejillas se sonrojaron, al ver la intensidad con la que él la estaba mirando, lo que provocó qu
—Sí, acepto.Lorenzo sonrió al escuchar la respuesta de Stella, acarició su mejilla con la yema de sus dedos, mientras su boca descendía sobre los cálidos labios de la joven, fue lento, casi una agonía el tiempo que pasó antes de que sus labios se encontraran. El beso no fue apasionado, fue tierno, delicado. Un beso con el que Lorenzo le quería hacer sentir todo lo que estaba sintiendo por ella.Stella llevó sus manos al cuello de Lorenzo, enredó sus dedos en los cabellos cortos y presionó para tener un poco de esos labios, de ese beso que le calentaba de una manera distinta cada rincón de su cuerpo.No era deseo, aunque si bien lo sentía, era una emoción que rompía la pasión carnal, como si Lorenzo fuera capaz de besarle el alma, el corazón.Cuando sus labios se separaron, ellos se quedaron abrazados. Stella recargó la cabeza sobre el pecho de Lorenzo, escuchando los latidos de su corazón, cerró los ojos y estuvo a nada de quedarse dormida con aquel bello compás.—Es tarde, deberíamo
Emilia temblaba de pies a cabeza, disimuló muy bien delante de Vicenzo, meciendo a Viviana contra su pecho, pero no podía negar que había sentido miedo de ese hombre. Miedo del futuro que le esperaba a la niña al lado de un hombre incapaz de responderle una sola de sus preguntas, porque era evidente que Vicenzo no sentía nada por Viviana, era, únicamente, el afán de complacer a su madre. La necesidad de sentirse poderoso y victorioso y ella sabía muy bien cómo terminaba todo aquello. Viviana sería dejada de lado, tal como le sucedió a ella.La rabia y el miedo mezclados en su interior le hicieron derramar un par de lágrimas, se sentó sobre la cama sin soltar a la niña.—Se ha marchado, Emilia —le susurró Nico, sentándose a su lado, tocándole los hombros para abrazarla.Emilia no se resistió, recargó su cabeza sobre el hombro de Nico y cerró los ojos, de alguna manera volvió a sentirse aquella niña que pedía a gritos la dejaran con su madre, que era todo lo que conocía.Aquella niña qu
—Stella y yo, somos novios. Anna miró a su hermano, si ya el saludo de beso la había sorprendido, ahora estaba sin palabras, aunque… no debería estarlo, ¡Lorenzo había besado a Stella en la boda de Nico! Toda la ciudad lo sabía, pero… tener la confirmación de que Lorenzo estaba dándose una oportunidad con ella era una cosa muy distinta. —Vaya, estoy… sorprendida —dijo, buscando las palabras adecuadas para ¿felicitarlos? Fue en ese momento que recordó a Gabriel y lo incómodo que debía ser para él aquella confesión. Lionetta era su hermana. Gabriel miró a Lorenzo y luego lo hizo con Stella, un cúmulo de emociones se arremolinó en su interior. Sentía nostalgia, tristeza y alegría. Era algo que no podía describir. —Lorenzo… —Gabriel no sabía qué decirle. —Sé que esto puede ser muy sorpresivo para todos, pero sucedió —pronunció, interrumpiendo las palabras de Gabriel. Lorenzo no soltó la mano de Stella —. Nos enamoramos sin darnos cuenta, junto a Stella he vuelto a sentir que vivo —con
Anna observó a Gabriel, su novio no había dicho ni media palabra desde que dejaron la casa de Lorenzo, se veía abatido y confundido. Ideas que no debían estar en su mente y corazón empezaron a gestarse, no podía evitarlo. No luego de la reacción de Gabriel ante la noticia del noviazgo de Lorenzo y Stella.Sin embargo, Gabriel estaba demasiado borracho y profundamente dormido como para preguntarle el motivo de su reacción. Le atormentaba pensar que su interés por Stella fuera más allá de lo profesional, era como un pequeño piquete que le incordiaba y le hacía sufrir.—¿Qué es lo que te atormenta, Gabriel? —le susurró, acariciando su frente, mirando su rostro. Ni en sueños parecía tener paz.La muchacha se levantó, buscó una toalla para refrescarlo un poco. Nunca había visto beber a Gabriel como lo había hecho esa noche, ni siquiera el día que Lionetta había fallecido.—Deja de pensar tonterías, Anna. Seguro estás viendo cosas donde no las hay. Además, Stella nunca ha mostrado ningún in
El joven e inexperto cuerpo de Stella cayó sobre la suavidad de la cama, sus labios estaban aferrados a los labios de Lorenzo. Ninguno de los dos sabía cómo habían pasado del jardín a la habitación y tampoco prestaron mucha atención. Ambos se dejaron llevar por el deseo y la pasión que el beso de Stella provocó en ellos.Cuando el beso se interrumpió por la falta de aire, sus respiraciones eran agitadas y sus corazones latían con fuerza dentro del pecho. Sus miradas se encontraron, Lorenzo trató de encontrar un atisbo de duda en los bellos ojos de Stella, no quería correr con ella, aun deseándola como lo hacía.—Stella —susurró, en tono bajo, como si estuviera pidiéndole permiso para ir un poco más allá de un beso apasionado.Ella no pronunció palabra alguna, acarició la nuca de Lorenzo, enredó sus dedos en los cortos cabellos y lo atrajo hacia su boca, iniciando un nuevo y devastador beso.Lorenzo gimió ante aquella respuesta, colocó una de sus manos bajo el cuerpo de Stella para ayu
«Sí… Una segunda oportunidad de vivir»Lorenzo no pudo evitar pensar en la persona que llevaba el corazón de Lionetta dentro de su pecho. Había evitado pensar en ello, pues le era muy difícil aceptar que alguien más tuviera una parte de su esposa.—¿Cómo fue? —quiso saber, sintiendo que la voz se le ahogaba.—Un largo proceso. —Stella, acarició los cabellos de Lorenzo, ajena al cúmulo de emociones que él estaba sintiendo—. Fueron años de tratamientos, años de angustia cada vez que llegaba a consulta y no había una respuesta positiva y, aun así, me esforzaba por tener esperanza, hasta que un día, un trasplante de corazón fue la única opción que tenía de vivir. —Stella no pudo evitar las lágrimas que se acumularon en sus ojos y el dolor de su pecho.Lorenzo se acomodó mejor y pese a lo que estaba sintiendo, la escuchó.—Sin embargo, no es tan fácil como parece, entré en una larga lista de espera, que cada día se hacía más y más larga. Esperar que otro ser humano deje de existir para ten
Stella colgó la llamada, dejó el teléfono en su lugar y dio un pequeño salto al sentir las manos de Lorenzo atrapar su cintura.—Buenos días —saludó él, colocando el mentón sobre el hombro de la muchacha y dándole un corto beso en los labios.—Buenos días, ¿dormiste bien? —preguntó Stella, luchando para que sus mejillas no se tiñeran de rojo.—Como los ángeles, no podía esperar menos, si he dormido con una de ellos —musitó Lorenzo con una ligera sonrisa.—Exageras —susurró ella, cerrando los ojos cuando él le dio un sonoro beso en la mejilla.—De ninguna manera, me limito a decir la verdad, por cierto, hoy has amanecido muy guapa, más que ayer.—¡Lorenzo!Él dejó escapar un par de carcajadas, se alejó de ella para verla mejor.—¿Qué hace levantada tan temprano? —preguntó, mirándola con curiosidad.—Hablaba con Emilia, ella y Nico volvieron ayer.—¿Cómo que llegaron ayer?—No quisieron molestar y por eso no se comunicaron con nosotros, pero Nico ya está de camino a la oficina y Emilia