Emilia temblaba de pies a cabeza, disimuló muy bien delante de Vicenzo, meciendo a Viviana contra su pecho, pero no podía negar que había sentido miedo de ese hombre. Miedo del futuro que le esperaba a la niña al lado de un hombre incapaz de responderle una sola de sus preguntas, porque era evidente que Vicenzo no sentía nada por Viviana, era, únicamente, el afán de complacer a su madre. La necesidad de sentirse poderoso y victorioso y ella sabía muy bien cómo terminaba todo aquello. Viviana sería dejada de lado, tal como le sucedió a ella.La rabia y el miedo mezclados en su interior le hicieron derramar un par de lágrimas, se sentó sobre la cama sin soltar a la niña.—Se ha marchado, Emilia —le susurró Nico, sentándose a su lado, tocándole los hombros para abrazarla.Emilia no se resistió, recargó su cabeza sobre el hombro de Nico y cerró los ojos, de alguna manera volvió a sentirse aquella niña que pedía a gritos la dejaran con su madre, que era todo lo que conocía.Aquella niña qu
—Stella y yo, somos novios. Anna miró a su hermano, si ya el saludo de beso la había sorprendido, ahora estaba sin palabras, aunque… no debería estarlo, ¡Lorenzo había besado a Stella en la boda de Nico! Toda la ciudad lo sabía, pero… tener la confirmación de que Lorenzo estaba dándose una oportunidad con ella era una cosa muy distinta. —Vaya, estoy… sorprendida —dijo, buscando las palabras adecuadas para ¿felicitarlos? Fue en ese momento que recordó a Gabriel y lo incómodo que debía ser para él aquella confesión. Lionetta era su hermana. Gabriel miró a Lorenzo y luego lo hizo con Stella, un cúmulo de emociones se arremolinó en su interior. Sentía nostalgia, tristeza y alegría. Era algo que no podía describir. —Lorenzo… —Gabriel no sabía qué decirle. —Sé que esto puede ser muy sorpresivo para todos, pero sucedió —pronunció, interrumpiendo las palabras de Gabriel. Lorenzo no soltó la mano de Stella —. Nos enamoramos sin darnos cuenta, junto a Stella he vuelto a sentir que vivo —con
Anna observó a Gabriel, su novio no había dicho ni media palabra desde que dejaron la casa de Lorenzo, se veía abatido y confundido. Ideas que no debían estar en su mente y corazón empezaron a gestarse, no podía evitarlo. No luego de la reacción de Gabriel ante la noticia del noviazgo de Lorenzo y Stella.Sin embargo, Gabriel estaba demasiado borracho y profundamente dormido como para preguntarle el motivo de su reacción. Le atormentaba pensar que su interés por Stella fuera más allá de lo profesional, era como un pequeño piquete que le incordiaba y le hacía sufrir.—¿Qué es lo que te atormenta, Gabriel? —le susurró, acariciando su frente, mirando su rostro. Ni en sueños parecía tener paz.La muchacha se levantó, buscó una toalla para refrescarlo un poco. Nunca había visto beber a Gabriel como lo había hecho esa noche, ni siquiera el día que Lionetta había fallecido.—Deja de pensar tonterías, Anna. Seguro estás viendo cosas donde no las hay. Además, Stella nunca ha mostrado ningún in
El joven e inexperto cuerpo de Stella cayó sobre la suavidad de la cama, sus labios estaban aferrados a los labios de Lorenzo. Ninguno de los dos sabía cómo habían pasado del jardín a la habitación y tampoco prestaron mucha atención. Ambos se dejaron llevar por el deseo y la pasión que el beso de Stella provocó en ellos.Cuando el beso se interrumpió por la falta de aire, sus respiraciones eran agitadas y sus corazones latían con fuerza dentro del pecho. Sus miradas se encontraron, Lorenzo trató de encontrar un atisbo de duda en los bellos ojos de Stella, no quería correr con ella, aun deseándola como lo hacía.—Stella —susurró, en tono bajo, como si estuviera pidiéndole permiso para ir un poco más allá de un beso apasionado.Ella no pronunció palabra alguna, acarició la nuca de Lorenzo, enredó sus dedos en los cortos cabellos y lo atrajo hacia su boca, iniciando un nuevo y devastador beso.Lorenzo gimió ante aquella respuesta, colocó una de sus manos bajo el cuerpo de Stella para ayu
«Sí… Una segunda oportunidad de vivir»Lorenzo no pudo evitar pensar en la persona que llevaba el corazón de Lionetta dentro de su pecho. Había evitado pensar en ello, pues le era muy difícil aceptar que alguien más tuviera una parte de su esposa.—¿Cómo fue? —quiso saber, sintiendo que la voz se le ahogaba.—Un largo proceso. —Stella, acarició los cabellos de Lorenzo, ajena al cúmulo de emociones que él estaba sintiendo—. Fueron años de tratamientos, años de angustia cada vez que llegaba a consulta y no había una respuesta positiva y, aun así, me esforzaba por tener esperanza, hasta que un día, un trasplante de corazón fue la única opción que tenía de vivir. —Stella no pudo evitar las lágrimas que se acumularon en sus ojos y el dolor de su pecho.Lorenzo se acomodó mejor y pese a lo que estaba sintiendo, la escuchó.—Sin embargo, no es tan fácil como parece, entré en una larga lista de espera, que cada día se hacía más y más larga. Esperar que otro ser humano deje de existir para ten
Stella colgó la llamada, dejó el teléfono en su lugar y dio un pequeño salto al sentir las manos de Lorenzo atrapar su cintura.—Buenos días —saludó él, colocando el mentón sobre el hombro de la muchacha y dándole un corto beso en los labios.—Buenos días, ¿dormiste bien? —preguntó Stella, luchando para que sus mejillas no se tiñeran de rojo.—Como los ángeles, no podía esperar menos, si he dormido con una de ellos —musitó Lorenzo con una ligera sonrisa.—Exageras —susurró ella, cerrando los ojos cuando él le dio un sonoro beso en la mejilla.—De ninguna manera, me limito a decir la verdad, por cierto, hoy has amanecido muy guapa, más que ayer.—¡Lorenzo!Él dejó escapar un par de carcajadas, se alejó de ella para verla mejor.—¿Qué hace levantada tan temprano? —preguntó, mirándola con curiosidad.—Hablaba con Emilia, ella y Nico volvieron ayer.—¿Cómo que llegaron ayer?—No quisieron molestar y por eso no se comunicaron con nosotros, pero Nico ya está de camino a la oficina y Emilia
Stella no supo cuánto tiempo pasó junto a Emilia, abrazada a ella, pudieron ser segundos, minutos u horas, no sabría decirlo. Sentía una fuerte opresión en su pecho por la dura infancia que su mejor amiga había vivido, no podía compararse con su vida; ella había sido una persona enfermiza, pero sus padres nunca la habían dejado sola, la protegieron toda su vida. No podía imaginar el tipo de abandono que Emi había sufrido, le dolía y no sabía qué decir ante aquella terrible verdad.—Lo siento —musitó finalmente, Stella sintió la necesidad de disculparse con ella por lo que la vida le había hecho.Emilia se aferró a ella, su llanto no había cedido, sus ojos estaban rojos e hinchados, sin embargo, su corazón se sentía ligeramente aliviado, nadie, excepto ella y los encargados de arruinar su vida sabían aquella verdad.—Nunca más, nadie te hará daño, Emilia, no voy a permitirlo —susurró Stella, no estaba en sus manos, pero haría hasta lo imposible para que su amiga fuese feliz.—No quiero
Valentina batió sus pestañas, llevó una cucharada de cereal a su boca y masticó sin apartar la mirada de Stella. La niña tragó, bebió un sobo de agua y se limpió la boca con la servilleta.—¿No dices nada, Stella? —le preguntó.Stella bajó su mano y devolvió la servidora a la taza.—¿Quieres hermanitos? —preguntó, imitando a Valentina tomó la servilleta y limpió sus labios.—Sí, ¡quiero muchos, hermanitos! Así —dijo, mostrando una mano abierta.—¿Cinco? —preguntó Stella, casi ahogándose con su saliva.Valentina asintió.—Entre más seamos, mejor, no vamos a aburrirnos —dijo con una risita cantarina, mientras Stella abría los ojos de par en par.¡Cinco! ¡Valentina quería cinco hermanos! —Por Dios, cariño, los niños no los venden en las dulcerías —se las arregló a decir, forzado a que su voz no sonora ronca.—Entonces, ¿dónde los venden? —preguntó con sumo interés.Stella se hundió en la silla, olvidar lo curiosa que Valentina era, era un arma de doble filo, pues corría el ri