Bajé corriendo hacia dónde estaba Gael, Eitor estaba furiosos como no lo había visto nunca, temí, de pronto quería sexo y sentí por un momento que sabía sobre Gael y yo, sacudí esos pensamientos ¿Cómo iba a saber? Me pregunté.
Su comportamiento no era extraño, lo extraño fue mi reacción y él debió notarla. Después de todo no somos nada, él siempre me lo recuerda y me trata de tonta fastidiosa.
—¡Gael! —lo llame cuando lo vi sentado en el recibidor.
—¿Qué paso? —preguntó tranquilo como siempre.
—Eitor, creo que sospecha.
Él suspiró hondo y miró en otra dirección.
—¿De qué hablas? No pasó nada Jelena, olvida todo, no compliques las cosas —dijo y se dio media vuelta.
Esperaba poder tomar el control de todo, cierto, pero además debía tomar en cuenta a Jelena, no me había querido acercar lo suficiente, porque me dolía la relación que tuvo con mi padre, no estaba muy dispuesta a compartir nada con ella, sin importar que hubiese dispuesto mi padre.La vi llegar destruida y cabizbaja, ya no era la misma chica altiva y suspicaz que conocí en aquella playa, a veces lucia sombría, triste. No pude pensar más que, Eitor tenía mala mano, o tal vez había algo más, estaba más delgada, demacrada, era más descuidada en su forma de vestir, menos coqueta, su personalidad tampoco era la misma, no hacia comentarios mordaces, antes parecía odiar a Eitor, de pronto parecía su mascota. Él era muy manipulador, nunca creí que ella cayera con sus encantos, era lo que que
Ya habían pasado dos semanas desde que vi a Eitor y a Gael por última vez, me escribió un mensaje de texto explicándome que volvería ese día, tampoco habíamos hablado más. Él estaba molesto, yo estaba molesta. Pero arreglé con Nathaniel todo para la boda, y Valentín me estuvo explicando las operaciones de la productora y de otras compañías del grupo, comencé a ir tres veces por semana a Atelia Core, una pequeña compañía que hacia efectos especiales, allí trabajaba gente muy de onda que hacia cosas increíbles en las computadoras, como maremotos falsos, deslaves, erupciones volcánicas, viajes al espacio, imágenes hermosas, un sinfín de cosas, yo ayudaba a la gente de administración o ventas. No hacía nada relevante, solo iba para que supieran quien era yo, así me decía Valentín.Todos e
Me ubiqué en mi nueva habitación en la mansión Van de Venter. La cueva del lobo para mí, la única razón por la que quise quedarme allí y no en uno de los miles de lugares que me ofreció Gael, fue Jelena, y vaya que Gael insistió, no me lo podía reconocer a la cara, pero la única razón por la que no me quería en la mansión Van de Venter era precisamente porque estaría cerca de Jelena. Se quedó tranquilo cuando le recordé que me casaría con ella pronto, que daba igual, su rostro reflejo decepción pero nada podía hacer, a él mismo le convenía el matrimonio.Lo quería matar, quise golpear el rostro de Gael por mirar a Jelena como la veía. Por un momento olvide todo, incluso quien era él. ¿Estaré enamorado de esa salvaje? Pensé. La
Eitor insistió en quedarse en mi habitación, lo deje. Se acostó detrás de mí, lo sentí aspirar el olor de mis cabellos y rodearme con sus brazos, lo recibí, porque quería esa clase de mimos y afectos, nunca tuve eso. Tito fue lo más cercano a un novio cariñoso y sin embargo vivía en vilo con él, siempre metiéndose en problemas, acudiendo a mí para socorrerlo todas las veces. Si cuento la historia como es debido, tendría que decir que era como su madre. Jeremías siempre me lo decía. No puedes criar a un vividor, decía con frecuencia.En cambio Eitor, a pesar de sus constantes desplantes y fingida indiferencia, me cuidaba, veía por mí. No estaba segura si me amaba realmente pero notaba como le gustaba estar cerca de mí y a mí me gustaba estar cerca de él.Desdé que nos encontramos en casa de Ga
El maldito Eitor, lo hubiese lanzado contra la ventana pero no podía culparlo, pensé. Solo le iba a tolerar ese golpe. Esperaba que lo dejara pasar. Me veía con odio y entendí que si me equivoque, ella le importaba mucho. Quizás estaba enamorado.Jelena se veía muy sensual con esos jeans y esos tacones. Estaba nerviosa, temblaba allí sentada. No me gustaba verla así. Estaba tan cerca y tan lejos, no podía tocarla. Por un momento quise mandar todo a la mierda y abrazarla y besarla. ¿Por qué no podía tenerla?—Ya salió en la prensa—dijo Eitor mirando su móvil.—Sí, pude haberlo evitado pero no quise —explique, mire a Jelena que se veía sorprendida.—¡Que romántico! ¿Para agradar a mi novia? —inquirió Eitor con sarcasmo.—Para que se acabe su carrera de una vez. La so
Me percaté de que no era libre como quería, si no era Eitor encima de mí, eran Gaviota, Buzo, Ramsés, o mi tío, incluso Olivia y Valentín. En otra época no me molestaba dar explicaciones a Gaviota o a Buzo, pero entonces era una locura, no podía contarles, nada.Estuvieron toda la mañana discutiendo la noticia sobre una denuncia por abuso sexual contra Valerio McNamara. Su carrera estaba acabada decían algunos noticieros, nadie sospechaba siquiera en la casa Van de Venter que yo era la víctima que lo había denunciado.Decían que una joven mujer de 24 años lo denunció. No daban detalles y como predijo Gael, en su escudería estaban hechos un lio con la prensa, los presionaban para declarar si lo respaldaban.—Tú preguntaste si era malos —me señalo Valentín—. Ten una idea.—¿Vas a salir? &md
Salimos de la ciudad, íbamos hacia la playa. Sonreí internamente.—¿A dónde vamos?—Tengo una pequeña casa en la playa.—¿Pequeña? Me encanta la playa.Sonrió.—Lo sé.Llegamos a una casa imponente con una playa al frente, la casa estaba asegurada por hombres de Gael. Era un sitio enorme. Frente a la entrada de la casa había una piscina gigante, hermosa rodeada de césped muy verde con unas flores alrededor de muchos colores y en la entrada de la casa había muebles grandes muy finos. Entramos a la sala y Gael me veía mientras le echaba una mirada curiosa a la casa. Parecía un hotel.—¿Este es un hotel? Me engañas de nuevo.Sonrió sin hablar. Me tomó de la mano y me subió por las escaleras. Lo seguí expectante, abrió una puerta y vi la habitación m&
Desperté aún con sueño. Jelena estaba metida en su teléfono a mi lado. Se veía hermosa, vulnerable y fuerte a la vez.—¿Qué hora es? —pregunté.—Las cuatro de la tarde, dormilón —besó mi frente y mis labios, se detuvo allí más tiempo.—Dios, debemos irnos.—No, acabo de decir en mi casa que me quede en un hotel fuera de la ciudad porque quería pensar sola.—Me asusta lo que se te da mentir. No Jena, bebe, estoy cansando, tengo muchas cosas que hacer, me ha encantado estar contigo pero tengo cosas de las que ocuparme. No puedo desaparecer.Su rostro reflejó decepción, me miró con seriedad.