No puedo perderlo

Luz Marina Hoffmann

Cuando abrí los ojos, me di cuenta de que estaba en una cama de hospital. El olor a desinfectante y el sonido constante de los monitores me sacaron de mi confusión inicial. Lo último que recordaba era ser secuestrada y luego rescatada por mi esposo Damon. Mi corazón latía con fuerza al pensar en él y en mis hijos, deseando con todas mis fuerzas saber que estaban a salvo.

Antes de poder procesar mis pensamientos, la puerta se abrió y vi a mi padre entrar en la habitación. Sus ojos estaban llenos de preocupación y alivio. Se acercó a mi lado y tomó mi mano con firmeza, como si temiera que pudiera desaparecer si la soltaba.

—Papá —mi voz salió débil, apenas un susurro—, ¿qué ha pasado? ¿Dónde están Damon y los niños?

Mi padre se inclinó hacia mí, sus ojos llenos de lágrimas reprimidas.

—Están bien, Luz Marina. Damon y los niños están a salvo. Damon fue muy valiente... te rescató y se aseguró de que estuvieras a salvo. Está rindiendo su declaración.

Sentí una oleada d
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