Maxon Chrysler.Me encuentro ansioso abotonando mi camisa. Ya me he duchado y perfumado, únicamente falta terminar de vestirme.Luzma se está duchando, me estoy conteniendo para no meterme en su ducha y tomarla. Es demasiado la tentación de no tocarla. Ya hace más de un mes que estamos en esta situación y comienzo a hartarme; ella es mía, mi mujer, y debería complacerme como es debido.Me fascina hacerle el amor. Sé que, aunque lo negó, lo disfruto tanto como yo.Me alejé cuando mi celular comenzó a vibrar. Respondí y me percaté de que se trataba de uno de mis socios, Emilio Grimaldi. — Buenas noches, Emilio — Saludé.— Solo quiero recordarte nuestros acuerdos. Dentro de unos días, mis amigos esperan la mercancía.Por supuesto, ya tengo todo preparado. La empresa de los Hoffmann es la fachada perfecta.— La mercancía es de calidad. Tus socios estarán fascinados. — Reí fuerte.— Muchacho, me agradas y por eso te haré una advertencia. Ve con mucho cuidado, hemos invertido demasiado din
Luz Marina.No sabía qué me había pasado. Lo último que recordaba era haber estado en esa fiesta con Maxon. Cuando abrí nuevamente los ojos, me encontraba en una habitación desconocida, en una cama, y observaba el rostro de Maxon. No podía moverme ni gritar. Era evidente que me había drogado.A pesar de que intenté gritar con todas mis fuerzas, mi voz no salió y me encontré incapaz de moverme.—Es una pena que no puedas llamar a nadie para protegerte .—rió él mientras me cargaba y me depositaba en la cama—. Mientras más lo intentes, peor será, Luzma. Es una droga muy fuerte, la usan mis socios para doblegar a las muchachitas y que cumplan con su deber.La habitación se llenó de una sensación de angustia y desesperación mientras luchaba por recuperar el control de mi cuerpo. No podía creer la situación en la que me encontraba y la trampa que él había tendido.Él unió sus labios a los míos en un beso intenso y apasionado, mientras me quitaba el vestido, dejándome en ropa interior.Maxon
Estoy extremadamente molesto. No puedo creer que el infeliz de Maxon sea el CEO. Ese desgraciado debe tener pactos con el mismísimo demonio. No es posible que todo le salga bien. Me quitó a Luzma y a mis hijas. Ya no soporto esta situación. Luzma ni siquiera viene a la empresa como antes, así que no puedo verla. Aunque es mejor así. Verla al lado de las gemelas y el imbécil de mi primo, aparentando que son una familia hermosa y feliz, me mataría. Me quema el alma pensar que ellos están juntos todas las noches. Que él la besa y la toca, que alguien más está en el lugar donde estuve yo. Es la peor de las torturas. En este momento, me encuentro charlando con el idiota de Matt, mi mejor amigo. —No puedo hacer lo que me pides —réplica por milésima vez, con una expresión de frustración en el rostro. —Me apoyes con tu abogada o no, yo le quitaré las gemelas a Luzma. No soporto estar lejos de mis hijas —le digo con determinación, sintiendo la furia hervir dentro de mí. —Debes pensar mu
Luzma Cuando desperté, sentía todo mi cuerpo adolorido. No podía creer que ese miserable me hubiera lastimado la noche anterior. Él seguía dormido y yo, rápidamente, me dirigí a la ducha y comencé a llorar. Sería la última vez que lloraría por él porque nunca más me tocaría. Cuando terminé de ducharme, regresé a la cama y él ya estaba despierto. — Si dañaste a mi bebé, yo te juro que lo pagarás —le dije con el rostro lleno de determinación y furia contenida. — Te portaste tan bien anoche que te permitiré ir a la clínica para revisar que el bastardo esté bien —replicó con una sonrisa cruel—. Si hubieras cooperado, nada de esto habría pasado. — Te odio —le respondí, con cada palabra cargada de desprecio. — Me amarás tanto como yo a ti, como solías amarme antes —me dijo, acercándose con una expresión que intentaba ser tierna, pero que solo me llenaba de repulsión. Decidí en ese momento que nunca más permitiría que me hiciera daño. No importaba lo que costara, encontraría la
Estaba tranquilamente jugando con las Gemelas, quienes no dejaban de abrazarme y reír conmigo. —Mami, ¿por qué estás triste? —preguntó Amina, con esos grandes ojos llenos de preocupación. —No estoy triste, Amina —intenté sonreírle. —Sí lo estás. Ya no ríes como antes. Ni vamos a visitar a los abuelitos —insistió, notando más de lo que yo quería admitir. Sus palabras me atravesaron el corazón, recordándome cómo la tristeza se había infiltrado en cada rincón de mi vida. Justo en ese momento, mis pensamientos fueron interrumpidos por el sonido de la puerta abriéndose. Mi madre había llegado a la casa. Las niñas soltaron mis manos y corrieron hacia ella, abrazándola con entusiasmo. —¡Abuela! —gritaron, rodeándola con sus pequeños brazos. La última vez que vi a mi madre, la desprecié. No podía olvidar todo el daño que me había causado. La rabia y el dolor aún estaban frescos, y verla ahora, después de tanto tiempo, me revolvió el estómago. Ella me miró con una mezcla de tri
Cuando Maxon regresó, su mirada era heladora mientras me agarraba el cabello con fuerza. — ¿Qué le has dicho a tu madre? —me espetó con voz ruda, sus ojos buscando respuestas en los míos. — No le he dicho nada —respondí con rapidez, tratando de mantener la calma a pesar de su agresividad. Maxon frunció el ceño, claramente disgustado. — No pretendas jugar conmigo, Luzma. Sé perfectamente que has hablado con la policía —dijo con voz baja y amenazante. Tragué saliva, sintiendo el peso de su sospecha. — No sé de qué hablas —respondí, intentando mantener mi voz firme a pesar de la incertidumbre que me invadía. Maxon soltó un suspiro frustrado antes de continuar con más intensidad. — De Alexis Madrigal, el nuevo jefe de la DEA. Sé que lo has visto —dijo, su tono cortante revelando su desconfianza y enojo. Me quedé en silencio por un momento, procesando cómo responder sin comprometerme. — Alexis era amigo de Ben. Lo encontré por casualidad. Solo crucé un par de palabras c
Luzma En este momento me encuentro recostada con Maxon encima mío. Él no deja de besar mis labios y siento asco, pero debo disimularlo. Cada beso suyo me resulta repulsivo, cada caricia una tortura, pero debo mantener la fachada. Me doy cuenta de que él se frustra al percatarse de que no logra una erección. Su rostro se contrae en una mezcla de ira y vergüenza, y me veo obligada a reprimir una sonrisa triunfante. Esto me da una pequeña victoria en nuestra lucha silenciosa. —Tranquilo, seguramente estás estresado, amor —digo con voz suave, tratando de calmarlo mientras le acaricio la mejilla. Él suspira, visiblemente irritado, y se aparta un poco. —No sé qué me pasa, Luzma. Esto nunca me había sucedido antes. Mantengo mi expresión preocupada, aunque por dentro estoy disfrutando del momento. —No te preocupes, cariño. A todos nos pasa alguna vez. Además, esta semana ha sido especialmente dura para ti en el trabajo. Maxon asiente, tratando de convencerse de mis palabras. —Tie
Damon Chrysler Estoy ardiendo de ira, completamente fuera de mí. No puedo creer que ese desgraciado se haya atrevido a levantar la mano contra mi mujer. Sus palabras retumban en mi cabeza mientras corro hacia él. Sin pensarlo dos veces, me abalanzo sobre Maxon y descargo un puñetazo directo en su mandíbula. El golpe hace que Maxon retroceda, sorprendido por mi reacción explosiva. En su rostro se mezclan el desdén y el dolor de la agresión repentina. — ¡No vuelvas a tocarla! —grito, empujándolo con fuerza contra la pared. Maxon parpadea, aún aturdido por el golpe. Sé que no puedo dejarlo así, pero antes de que pueda actuar de nuevo, escucho la voz de Luzma. — ¡Damon, por favor! ¡No empeores las cosas! —implora, con urgencia y angustia en cada palabra. Me giro hacia ella, el corazón latiéndome con fuerza en el pecho. Luzma está entre nosotros, sus ojos llenos de temor por lo que pueda suceder a continuación. — Yo decido sobre mi mujer, Maxon. —le advierto fríamente, manteniendo m