Estaba tranquilamente jugando con las Gemelas, quienes no dejaban de abrazarme y reír conmigo. —Mami, ¿por qué estás triste? —preguntó Amina, con esos grandes ojos llenos de preocupación. —No estoy triste, Amina —intenté sonreírle. —Sí lo estás. Ya no ríes como antes. Ni vamos a visitar a los abuelitos —insistió, notando más de lo que yo quería admitir. Sus palabras me atravesaron el corazón, recordándome cómo la tristeza se había infiltrado en cada rincón de mi vida. Justo en ese momento, mis pensamientos fueron interrumpidos por el sonido de la puerta abriéndose. Mi madre había llegado a la casa. Las niñas soltaron mis manos y corrieron hacia ella, abrazándola con entusiasmo. —¡Abuela! —gritaron, rodeándola con sus pequeños brazos. La última vez que vi a mi madre, la desprecié. No podía olvidar todo el daño que me había causado. La rabia y el dolor aún estaban frescos, y verla ahora, después de tanto tiempo, me revolvió el estómago. Ella me miró con una mezcla de tri
Cuando Maxon regresó, su mirada era heladora mientras me agarraba el cabello con fuerza. — ¿Qué le has dicho a tu madre? —me espetó con voz ruda, sus ojos buscando respuestas en los míos. — No le he dicho nada —respondí con rapidez, tratando de mantener la calma a pesar de su agresividad. Maxon frunció el ceño, claramente disgustado. — No pretendas jugar conmigo, Luzma. Sé perfectamente que has hablado con la policía —dijo con voz baja y amenazante. Tragué saliva, sintiendo el peso de su sospecha. — No sé de qué hablas —respondí, intentando mantener mi voz firme a pesar de la incertidumbre que me invadía. Maxon soltó un suspiro frustrado antes de continuar con más intensidad. — De Alexis Madrigal, el nuevo jefe de la DEA. Sé que lo has visto —dijo, su tono cortante revelando su desconfianza y enojo. Me quedé en silencio por un momento, procesando cómo responder sin comprometerme. — Alexis era amigo de Ben. Lo encontré por casualidad. Solo crucé un par de palabras c
Luzma En este momento me encuentro recostada con Maxon encima mío. Él no deja de besar mis labios y siento asco, pero debo disimularlo. Cada beso suyo me resulta repulsivo, cada caricia una tortura, pero debo mantener la fachada. Me doy cuenta de que él se frustra al percatarse de que no logra una erección. Su rostro se contrae en una mezcla de ira y vergüenza, y me veo obligada a reprimir una sonrisa triunfante. Esto me da una pequeña victoria en nuestra lucha silenciosa. —Tranquilo, seguramente estás estresado, amor —digo con voz suave, tratando de calmarlo mientras le acaricio la mejilla. Él suspira, visiblemente irritado, y se aparta un poco. —No sé qué me pasa, Luzma. Esto nunca me había sucedido antes. Mantengo mi expresión preocupada, aunque por dentro estoy disfrutando del momento. —No te preocupes, cariño. A todos nos pasa alguna vez. Además, esta semana ha sido especialmente dura para ti en el trabajo. Maxon asiente, tratando de convencerse de mis palabras. —Tie
Damon Chrysler Estoy ardiendo de ira, completamente fuera de mí. No puedo creer que ese desgraciado se haya atrevido a levantar la mano contra mi mujer. Sus palabras retumban en mi cabeza mientras corro hacia él. Sin pensarlo dos veces, me abalanzo sobre Maxon y descargo un puñetazo directo en su mandíbula. El golpe hace que Maxon retroceda, sorprendido por mi reacción explosiva. En su rostro se mezclan el desdén y el dolor de la agresión repentina. — ¡No vuelvas a tocarla! —grito, empujándolo con fuerza contra la pared. Maxon parpadea, aún aturdido por el golpe. Sé que no puedo dejarlo así, pero antes de que pueda actuar de nuevo, escucho la voz de Luzma. — ¡Damon, por favor! ¡No empeores las cosas! —implora, con urgencia y angustia en cada palabra. Me giro hacia ella, el corazón latiéndome con fuerza en el pecho. Luzma está entre nosotros, sus ojos llenos de temor por lo que pueda suceder a continuación. — Yo decido sobre mi mujer, Maxon. —le advierto fríamente, manteniendo m
Luz Marina Hoffmann Maxon estaba demasiado molesto después de todo lo que había pasado. Yo era consciente de que ese miserable sería capaz de cualquier cosa si yo me iba con Damon. No solo era mi hermano, mis papás y mis hijas, también era Damon y mi empresa. No soportaría perderlo todo por ese maldito miserable. Después de que Damon se marchó, Maxon me jaló del brazo y me llevó hacia la habitación. Me obligó a desnudarme e intentó hacer el amor conmigo, pero no pudo, por lo cual debí disimular una sonrisa. Maxon cruza la habitación con paso firme, mirandome fijamente mientras se separa de mi cuerpo y abrocha su jean — Maxon, necesito que te calmes — Pido con voz temblorosa, tratando de contener la situación. Maxon se detiene frente a mí, con los puños apretados. — He visto en las cámaras que ese miserable te besó, Luz Marina — acusa Maxon, con furia contenida. — Sí, pero yo lo rechacé porque te amo, Maxon — respondí rápidamente, buscando su mirada con sinceridad. C
Luz Marina. El fin de semana finalmente llegó y nos dirigimos a nuestra empresa para celebrar el trigésimo aniversario de su fundación. A medida que caminábamos por los pasillos, recordaba vívidamente las historias que mi tío Raúl y mi tío Rodrigo solían contarme sobre los primeros días de la compañía, mucho antes de que Ben naciera. La emoción y el orgullo de pertenecer a esta familia empresarial resonaban en cada paso que dábamos. Me arreglé meticulosamente para la ocasión, eligiendo un vestido elegante en tono rojo que resaltaba contra mi piel. Maxon estaba a mi lado, sujetando mi brazo con firmeza mientras avanzábamos hacia el evento. Su mirada preocupada y protectora revelaba su deseo de cuidarme, aunque no pudiera borrar por completo los rastros de los problemas recientes. — Estás radiante, Luzma — me susurró Maxon al oído mientras nos dirigíamos hacia la entrada. — Gracias, Maxon. Es importante que todo salga bien esta noche — respondí, intentando ocultar mis nervios tr
Maxon Chrysler No puedo creer que mis hombres sean tan inútiles. Se dejaron robar una mercancía muy importante. Obviamente, ellos me la pagarán con su vida, y ese maldito ladrón lo contaré en pedacitos cuando descubra de quién se trata. Nadie le roba a Maxon Chrysler. Ese miserable del jefe de la DEA me está pisando los talones. Pronto le daré un regalito; tiene una hermanita que puede servir para el negocio.Luego de un largo día de trabajo, llegué a mi habitación, me di un baño y me uní a Luzma en la cama. Dejé un beso en sus labios, el cual ella siguió. Anoche me enfadé cuando no la vi en la fiesta y, luego al regresar a casa, le pegué.Estuve varias horas enojado con ella, pero ya se me ha pasado el enojo. No entiendo por qué Luz Marina saca lo peor de mí. Desde que era una niña la amo.—Ya entendiste que eres solo mía —dije con firmeza, observándola fijamente.Ella agachó la mirada y asintió con la cabeza.—No sabes mentir, Luzma —le reproché, notando su vacilación.—No te amo.
Luz Marina Hoffmann.Convencer a Maxon de que me permita ver a mi hermano una última vez fue una batalla. Ben está grave, y los médicos creen que no pasará la noche. Han investigado y descubierto que el cuerpo en el ataúd no corresponde al de mi hermano. Logré maquillar el golpe que me dio Maxon y también me coloqué anteojos de sol para que no se noten mis moretones.—Llevas tu anillo —pregunta Maxon, mirándome con esos ojos que nunca sé si me estudian o me condenan.—Sí, mi amor —respondo, intentando que mi voz no tiemble.Él deja un beso en mi mejilla. —Me costó una fortuna, pero vale la pena —dice, como si eso justificara todo.Es verdad que el diamante de mi anillo de compromiso es muy valioso, me pesa la mano al llevarlo. En la mente de Maxon, él cree que con el anillo olvidaré sus golpes o maltratos. Es increíble cómo algunos días puede ser un amor y otros me ofende en la primera oportunidad. Si lo amara, estaría destrozada por su actitud, pero él solo me inspira odio. No compre