Maxon Chrysler He estado un maldito mes en prisión. Debido a la gravedad del delito del que se me acusa, no tuve derecho a fianza. Sin embargo, finalmente ha llegado el momento del juicio. El tiempo en esta celda ha sido una tortura, no solo por el encierro, sino por la incertidumbre de lo que sucederá. Ni siquiera me han tocado los demás presos porque he pagado protección. Ahora estoy aquí, en la sala del tribunal, con las esposas aún apretadas alrededor de mis muñecas. Frente a mí está Luzma, y se ve tan jodidamente hermosa con ese vestido rojo. El rojo siempre ha sido mi debilidad, y mucho más cuando lo porta mi mujer. No puedo evitar sentir una mezcla de deseo y frustración al verla así. Pero mi mirada se desvía hacia Damon, ese miserable que se atreve a rodear su cintura y tocar su pequeño vientre abultado. Siento cómo la rabia me consume. Odio que mi mujer esté embarazada, que esté esperando un hijo de ese miserable. Yo debería ser el padre de sus hijos, nadie más. Prim
Luz Marina Estaba muy nerviosa por el juicio porque algo dentro de mí me gritaba que ese miserable se saldría con la suya. Él era un peligro para mí y mis cuatro bebés. No me imaginaba lo que pasaría si ese infeliz estaba libre, antes que toque a mis hijos yo sería capaz de matarlo. — Señorita Hoffman , ¿es verdad que usted mantuvo una relación con el señor Maxon Chrysler? —pregunta Mark, el abogado de Maxon sacándome de mis pensamientos. — Sí, es verdad —respondi, manteniendo la calma. — ¿Cuántos años duró esa relación? —pregunta Mark. — Dos años —respondi automáticamente Mark prosigue.— ¿Y en algún momento el señor Chrysler la lastimó de forma violenta? . Dude por un instante.— De forma violenta, no, pero me manipulaba y me... Mark interrumpe rápidamente. — Por favor, señorita, limítese a responder. ¿Mi defendido en algún momento la golpeó? —pregunta Mark. — No, nunca —respondi, claramente incómoda. — Muy bien, señorita. Actualmente, usted mantiene una relaci
Luz Marina Hoffmann. Cuando Damon y yo llegamos a casa, nos sentamos en la sala, donde él me abrazó con fuerza. A pesar de sentirme destrozada por dentro, intentaba mantenerme calmada. Mi padre, mi hermano Benjamín, y Karina también estaban allí, sus rostros reflejando la tensión del día. Damon no soltaba su abrazo, brindándome un consuelo silencioso. Su presencia me ayudaba a mantenerme firme. —Todo saldrá bien, Luzma —me susurró al oído, acariciando suavemente mi espalda. Mi padre se acercó y se sentó frente a mí, su mirada llena de preocupación. —Hija, sé que esto ha sido muy difícil para todos nosotros, pero estamos más cerca de la justicia. Tienes que mantenerte fuerte.— Me sugiere mi padre. Asentí, sintiendo las lágrimas arder en mis ojos. Miré a Karina, quien estaba hablando en voz baja con Benjamín. Ella se volvió hacia mí, su expresión profesional pero comprensiva. —Luzma, sé que estás preocupada por tu madre. Pero su testimonio fue crucial. Sin su colaboració
Luz Marina Hoffmann. Me miré al espejo una última vez, ajustando el vestido blanco que había elegido para la ocasión. Damon insistió en que no era necesario que yo fuera, pero necesitaba estar allí. Necesitaba ver a Maxon una última vez y escuchar cuando lo condenen. Quiero ver su rostro cuando el juez dicte sentencia y él pague por todos los delitos que ha cometido, por lo mucho que lastimó a nuestra familia. —Luzma, ¿estás segura de que quieres ir? —preguntó Damon, su voz llena de preocupación mientras me miraba con sus ojos intensos. —Sí, Damon. Necesito estar allí. Quiero ver cómo paga por todo lo que nos hizo —respondí con firmeza, aunque sentí un nudo en la garganta. Cuando las puertas de la sala se abrieron, todos entramos y tomamos nuestros asientos. Maxon estaba allí, esposado y con una expresión desafiante. Mi corazón latía con fuerza al verlo, pero me mantuve firme. Este era el momento que había estado esperando. El juez tomó su lugar y el juicio comenzó. Las de
El caos estalló en la sala. Los guardias finalmente sometieron a Maxon, pero mi mundo se centraba únicamente en mi madre. La sostuve en mis brazos, viendo la sangre manchar su vestido. —No... no puede ser... —sollozé, tratando de detener la hemorragia con mis manos temblorosas. —Luzma... lo siento... —susurró mi madre, su voz débil y entrecortada. —Mamá, no hables. Te vas a poner bien. —Pero incluso mientras lo decía, sabía que estaba mintiendo. Damon y Ben estaban a mi lado, tratando de ayudar, pero el daño ya estaba hecho. Sentí que todo mi mundo se desmoronaba mientras veía a mi madre desvanecerse en mis brazos. El sonido de las sirenas se mezclaba con los gritos y el caos en la sala del tribunal. Mis lágrimas caían incontrolablemente mientras sostenía a mi madre en mis brazos, sintiendo su vida desvanecerse. —¡Necesitamos una ambulancia! ¡Ahora! —gritó Damon, su voz llena de desesperación. Ben, con el rostro desencajado, intentaba mantener la calma mientras presionab
Cada día que pasa, la ansiedad aumenta mientras entro en el octavo mes de embarazo. En menos de un mes, nuestro bebé llegará al mundo, y la emoción mezclada con nerviosismo se hace más intensa. Durante los últimos meses, he experimentado una paz que hacía mucho no sentía. Con Maxon tras las rejas, ya no temo por nuestra seguridad ni la de mis seres queridos. Mamá está fuera de peligro, aunque sigue en prisión. La visito siempre que puedo. Benjamín está en rehabilitación, trabajando duro para volver a caminar, y Karina está siempre cerca de él. Sospecho que entre ellos hay algo más que amistad. Jaqueline y Matt están radiantes con su bebé, nuestro ahijado Rodrigo. Lo nombraron en honor a mi tío, y es increíblemente parecido a su padre. Espero que él y mi bebé, Raúl, sean tan cercanos como Damon y Matt, como lo fueron Harry Chrysler y Óscar, el padre de Matt. Las gemelas han estado tranquilas y felices con su nuevo hermanito, y Diego, aunque un poco nervioso por toda la situación,
La tensión en el aire era palpable mientras Damon y Benjamín me ayudaban a salir de la oficina. Cada paso que daba aumentaba el dolor, y el miedo se mezclaba con la adrenalina en mis venas. Sentía que el tiempo se movía a cámara lenta, y cada segundo se volvía eterno. —Vamos, Luzma, respira —me decía Damon, su voz llena de preocupación, pero intentando mantener la calma para no asustarme más. —Todo estará bien, hermana —añadió Benjamín, aunque su voz también reflejaba la ansiedad que sentía. Cuando finalmente llegamos al auto, Damon se apresuró a abrir la puerta y ayudarme a entrar. Benjamín tomó el volante, conduciendo a toda velocidad hacia el hospital. Podía sentir el pánico en cada curva que tomábamos, en cada aceleración que hacía que el coche rugiera con fuerza. —Resiste, amor, ya casi llegamos —me susurró Damon, sosteniendo mi mano con fuerza, su mirada fija en mí, intentando darme fuerzas. —No te preocupes por nada, Luzma. El bebé y tú estarán bien —dijo Benjamín, si
La paz y el amor llenaron la habitación mientras nos quedábamos allí, maravillados por el milagro de la vida que sosteníamos en nuestros brazos. El mundo exterior desapareció, y por un instante, todo era perfecto. Damon no apartaba la mirada de Raúl. Observé cómo su expresión se suavizaba, una mezcla de asombro y adoración reflejándose en sus ojos. —Es increíble —murmuró, casi para sí mismo, mientras acariciaba suavemente la mejilla de nuestro hijo—. No puedo creer que esté aquí, que sea nuestro. Sonreí, sintiendo una oleada de ternura. Me parecía imposible que un ser tan pequeño pudiera provocar emociones tan grandes. Raúl abrió sus ojitos por primera vez, y mis lágrimas se intensificaron al ver esos ojos verdes, tan similares a los míos, mirándome con curiosidad. —Hola, mi amor —susurré, acercando mi rostro al suyo—. Soy tu mamá. Damon dejó un beso en mi frente, sus labios cálidos y suaves. Su mano, firme y protectora, seguía apoyada en la mía. —Y yo soy tu papá, Raúl —d