Luz Marina Hoffmann. Me miré al espejo una última vez, ajustando el vestido blanco que había elegido para la ocasión. Damon insistió en que no era necesario que yo fuera, pero necesitaba estar allí. Necesitaba ver a Maxon una última vez y escuchar cuando lo condenen. Quiero ver su rostro cuando el juez dicte sentencia y él pague por todos los delitos que ha cometido, por lo mucho que lastimó a nuestra familia. —Luzma, ¿estás segura de que quieres ir? —preguntó Damon, su voz llena de preocupación mientras me miraba con sus ojos intensos. —Sí, Damon. Necesito estar allí. Quiero ver cómo paga por todo lo que nos hizo —respondí con firmeza, aunque sentí un nudo en la garganta. Cuando las puertas de la sala se abrieron, todos entramos y tomamos nuestros asientos. Maxon estaba allí, esposado y con una expresión desafiante. Mi corazón latía con fuerza al verlo, pero me mantuve firme. Este era el momento que había estado esperando. El juez tomó su lugar y el juicio comenzó. Las de
El caos estalló en la sala. Los guardias finalmente sometieron a Maxon, pero mi mundo se centraba únicamente en mi madre. La sostuve en mis brazos, viendo la sangre manchar su vestido. —No... no puede ser... —sollozé, tratando de detener la hemorragia con mis manos temblorosas. —Luzma... lo siento... —susurró mi madre, su voz débil y entrecortada. —Mamá, no hables. Te vas a poner bien. —Pero incluso mientras lo decía, sabía que estaba mintiendo. Damon y Ben estaban a mi lado, tratando de ayudar, pero el daño ya estaba hecho. Sentí que todo mi mundo se desmoronaba mientras veía a mi madre desvanecerse en mis brazos. El sonido de las sirenas se mezclaba con los gritos y el caos en la sala del tribunal. Mis lágrimas caían incontrolablemente mientras sostenía a mi madre en mis brazos, sintiendo su vida desvanecerse. —¡Necesitamos una ambulancia! ¡Ahora! —gritó Damon, su voz llena de desesperación. Ben, con el rostro desencajado, intentaba mantener la calma mientras presionab
Cada día que pasa, la ansiedad aumenta mientras entro en el octavo mes de embarazo. En menos de un mes, nuestro bebé llegará al mundo, y la emoción mezclada con nerviosismo se hace más intensa. Durante los últimos meses, he experimentado una paz que hacía mucho no sentía. Con Maxon tras las rejas, ya no temo por nuestra seguridad ni la de mis seres queridos. Mamá está fuera de peligro, aunque sigue en prisión. La visito siempre que puedo. Benjamín está en rehabilitación, trabajando duro para volver a caminar, y Karina está siempre cerca de él. Sospecho que entre ellos hay algo más que amistad. Jaqueline y Matt están radiantes con su bebé, nuestro ahijado Rodrigo. Lo nombraron en honor a mi tío, y es increíblemente parecido a su padre. Espero que él y mi bebé, Raúl, sean tan cercanos como Damon y Matt, como lo fueron Harry Chrysler y Óscar, el padre de Matt. Las gemelas han estado tranquilas y felices con su nuevo hermanito, y Diego, aunque un poco nervioso por toda la situación,
La tensión en el aire era palpable mientras Damon y Benjamín me ayudaban a salir de la oficina. Cada paso que daba aumentaba el dolor, y el miedo se mezclaba con la adrenalina en mis venas. Sentía que el tiempo se movía a cámara lenta, y cada segundo se volvía eterno. —Vamos, Luzma, respira —me decía Damon, su voz llena de preocupación, pero intentando mantener la calma para no asustarme más. —Todo estará bien, hermana —añadió Benjamín, aunque su voz también reflejaba la ansiedad que sentía. Cuando finalmente llegamos al auto, Damon se apresuró a abrir la puerta y ayudarme a entrar. Benjamín tomó el volante, conduciendo a toda velocidad hacia el hospital. Podía sentir el pánico en cada curva que tomábamos, en cada aceleración que hacía que el coche rugiera con fuerza. —Resiste, amor, ya casi llegamos —me susurró Damon, sosteniendo mi mano con fuerza, su mirada fija en mí, intentando darme fuerzas. —No te preocupes por nada, Luzma. El bebé y tú estarán bien —dijo Benjamín, si
La paz y el amor llenaron la habitación mientras nos quedábamos allí, maravillados por el milagro de la vida que sosteníamos en nuestros brazos. El mundo exterior desapareció, y por un instante, todo era perfecto. Damon no apartaba la mirada de Raúl. Observé cómo su expresión se suavizaba, una mezcla de asombro y adoración reflejándose en sus ojos. —Es increíble —murmuró, casi para sí mismo, mientras acariciaba suavemente la mejilla de nuestro hijo—. No puedo creer que esté aquí, que sea nuestro. Sonreí, sintiendo una oleada de ternura. Me parecía imposible que un ser tan pequeño pudiera provocar emociones tan grandes. Raúl abrió sus ojitos por primera vez, y mis lágrimas se intensificaron al ver esos ojos verdes, tan similares a los míos, mirándome con curiosidad. —Hola, mi amor —susurré, acercando mi rostro al suyo—. Soy tu mamá. Damon dejó un beso en mi frente, sus labios cálidos y suaves. Su mano, firme y protectora, seguía apoyada en la mía. —Y yo soy tu papá, Raúl —d
En este momento, tengo a mi pequeño Raúl en mis brazos. No puedo creer lo rápido que ha crecido en estas semanas. Cada día lo amo más y más; es un amor infinito que llena mi corazón. Damon y yo estamos felices, pero también agotados. Él se ha tomado una licencia en el trabajo, y Benjamín está manejando la empresa por nosotros. Las noches son difíciles, ya que Raúl demanda mucha atención, y no me gusta separarme de él ni siquiera para las tareas más simples. Raúl es un niño muy tranquilo. Las primeras semanas fueron complicadas, pero ahora ha comenzado a dormir bien y a establecer rutinas. Tío Rodrigo comenta que además de en el nombre, se parece mucho a Raúl en su físico y personalidad. La familia ha recibido a Raúl con mucho amor. Los Hoffmann lo adoran, especialmente Ben, quien está encantado de tener por primera vez a uno de nuestros hijos como bebé. Papá también lo consiente mucho, aunque está preocupado por el encarcelamiento de mamá y la desaparición de Romina, de quien no
Nos encontrábamos completamente agotados, pero teníamos que visitar a Alexis Madrigal. Mi madre y Lucía cuidarían de Raúl mientras tanto. Nuestros tres terremotos pasarían el día con sus tíos Jaqueline, Matt, y el pequeño Rodrigo.—¿Cómo está el amor de mi vida? —le pregunté a Luzma, dejándole un beso en los labios. Noté que mi hermana Lucía reía mientras sostenía al bebé en brazos.Luzma rió —Raúl está perfecto.—Me expresaré mejor: ¿cómo están mis bebés? Mi campeón consentido y la mujer que me vuelve loco.—Sigo sin entender quién es esa mujer —bromeó ella, sonriendo.—Muy graciosa, Luzma.Luego, cambié mi tono a uno más serio. —Mi amor, debo decirte algo importante. He aumentado la seguridad porque esta mañana Maxon Chrysler escapó de prisión.—No es posible, Damon —Luzma quedó pálida.—Sí, ese miserable ha escapado y encontraron el cuerpo de Mark Denovan, su abogado.— Informe —¿Hay escoltas en casa de Jaqueline cuidando a nuestros bebés, verdad? —preguntó ella, preocupada.—Sí, c
No puedo creer que mi bebé esté desaparecido, o más bien, en manos de ese maldito asesino. Solamente me consuela saber que él no sería capaz de hacerle daño. Lo quiere para tenerme a mí. Toda mi familia está devastada. En estos momentos estoy encerrada en mi habitación, en el suelo, abrazada a su ropita. Lo necesito más que a nadie en el mundo; moriré si no lo vuelvo a ver.—Luzma, mi amor. —Mi papá intenta abrazarme, pero yo me alejo.—Déjame tranquila. —Mi voz es un susurro quebrado.—Te juro que Maxon pagará todo lo que hizo, lo mataré. —Su voz está cargada de furia contenida.—Nunca más lo veré. —No logro controlar mis sollozos.—Te juro que lo volverás a ver, necesitamos irnos, Luzma. No es seguro aquí.Negué con la cabeza. —Si Maxon vuelve, quiero que me encuentre acá y que me lleve con él.—Todos te están esperando abajo, Luzma. —Su tono es suplicante, pero firme.No tuve opción y debí bajar a la sala con los demás. Damon me estrechó entre sus brazos y dejó un beso en mi mejill