TRECE

A I L E E N

Las mejores lecciones de vida son las que no necesitan maestro. A veces, la primera escuela de la vida tu propia familia es la encargada de enseñarte que la vida no es un cuento de hadas. Si algo había aprendido de mi madre, es que de los hombres no te puedes esperar nada y menos en cuanto a compromiso se refiere.

Siento un nudo en el estomago con tan solo recordar la escena anterior, el muy cerdo tenía recados mucho más importantes que atender, follar con la vecina. Eso ya es suficiente excusa para maldecir a Sawyer, maldecirme a mi misma y al destino que al barajar las cartas me ha dado unas tan pesimamente jodidas que ahora estoy empezando a perder la razón por un chimpancé que sabe tocar instrumentos y afinar al cantar.

Me niego a tolerar esto. Podría contar con mis manos, de hecho me bastaría con una, las veces que he permitido a mi corazón tiritar algo llamado decepción, todas e
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