DOCE

S A W Y E R

Hay veces en las que un hombre debe correr sin mirar hacia atrás…

Ni siquiera debe hacerlo cuando tiene a un señor mayor de ochenta años, corriendo con unas tijeras de jardinería, que por cierto, ay que ver lo rápido que corre el jodido…

Ni siquiera cuando su único taparrabos sea su mano, y los ojos de medio vecindario, mayoritariamente formado por conservadores con mucho dinero, estén puestos en su culo, literalmente.

Ni siquiera cuando pasa todo eso…

Aunque un momento…

Hagamos una pausa… ¿Os preguntaréis cómo he llegado aquí?

Pues bien, ni yo lo sé.

De verdad, que no tengo ni la remota idea. Todo ha pasado rápido. En teoría íbamos a salir la abuela, Pecas y yo. Al final pude excusarme con que al final me había surgido un imprevisto, el imprevisto era la cama de mi vecina, aunque sie
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