Me tumbo en la cama con el papel en alto. Las normas de este hombre son algo absurdas, jamás había visto a nadie tan perfeccionista ni que le gustara tenerlo todo tan atado.
Doy media vuelta y apoyo los codos sobre la cama, dispuesta a leer el papel y memorizar cada estúpida regla.
1. Nada de reuniones de más de cuatro personas.
2. Todo ordenado y recogido
3. Para ir a cualquier sitio se tendrá que informar al chófer.
4. Se desayuna a las siete, se come a las dos y se cena a las nueve.
Esto tiene que ser peor que el servicio militar. No se como puede pretender tenerlo todo tan controlado.
Tiro el folio a un lado, resoplando. Me levanto de un salto y coloco la maleta sobre la cama. Podría considerarse que está por medio y no quiero problemas el primer día que estoy aquí.
Media hora después, todas mis pertenencias solo ocupan una parte del armario, casi nada. Todo aquí es tan amplio y vacío que da la sensación de que no vive nadie.
Salgo de la habitación, bajo las escaleras procurando no hacer ruido. Todo es tan perfecto, tan blanco y está tan bien colocado que si me cayera por las escaleras, temería romper uno de los carísimos jarrones que la adornan.
Dorotea está en la cocina con su impecable delantal blanco, una redecilla en el pelo y un trapo colgando de su bolsillo.
-¿Qué estás cocinando?
- Navajas al aceite de tomate seco y dulce de membrillo.- contesta orgullosa.
-¿Qué?
La casa fría va acorde con la personalidad de Ian, aunque algo en mi interior me dice que realmente no es así, pero no podía imaginar que la comida también seguiría ese mismo estilo. Ya no recuerdo ni lo que me ha dicho, navajas con no se que...
- Este plato le encanta al señor.
-Dorotea... ¿Sabe usted por que Ian... perdón, el señor Garret se comporta así?.- pregunto con la esperanza de poder sonsacarle algo de información.
-Emma, yo no puedo hablar del señor. Solo puedo decirte que lo conozco desde pequeño... me da tanta pena verlo así.- pasea un dedo bajo su ojo.
¿A qué se refiere? Estaba en lo cierto. Algo le pasó para que se volviera tan frío y distante. Si lo averiguo... puede... tal vez consiga que deje esa pose tan fría... tal vez se enamore de mi... tal vez...
Dorotea me mira con la mirada de una madre, comprendiendo al instante mis pensamientos. Tengo que dejar de pensar como si mi vida fuera un cuento Disney, eso solo puede hacerme sufrir.
-Le tienes cariño ¿Verdad?
-Es como si fuera mi hijo.- contesta con una dulce sonrisa.-¿Quieres que te cocine algo?
-No te preocupes, no tengo hambre. Creo que voy a acostarme un rato.
Dejo que la pobre mujer continue con su trabajo. Por nada del mundo querría ser la causante de una bronca porque no le haya dado tiempo terminar la comida.
Bajo la persiana, me meto en la cama que se parece a una enorme nube, cómoda y blandita.
Ian me ha dicho que no vaya mañana a trabajar ¿Por qué tengo que hacerle caso? No quiero seguir de baja y aburrida y menos encontrándome perfectamente. ¿Lo habrá dicho por el hematoma de la cara? Voy hasta el baño para mirarme en el espejo. Es cierto que se nota, pero con un poco de maquillaje puedo disimularlo perfectamente.
Me meto en la cama mirando al techo. No es posible que este hombre sea tan superficial, me engaño a mi misma, pues claro que es posible, ¿cuando le has visto salir a cenar con una chica bajita? ¿ Con una rellenita? ¿Con una plana como una plancha? Él solo sale con chicas diez, de esas que ves en las revistas y en noche vieja.
Sola en la cama me he ido enfadando, yo sola con mis pensamientos. Cuando despierto son las diez de la noche, lo que quiere decir que ha pasado la hora de la cena, nadie ha venido a avisarme para que bajara a comer y tengo un hambre terrible, así que siendo desobediente salgo de la habitación. Primero saco la cabeza para mirar a ambos lados del pasillo, por si hay moros en la costa, despacio, salgo andando de puntillas.
La adrenalina corre por mis venas. Parece mentira que esté ahora más nerviosa que cuando me escapaba de casa para salir de fiesta.
Llego a la cocina, veo la cantidad de armarios que adornan la pared y que no se que contienen. Mierda. Me decido por el primero, que para mi desgracia solo tiene pasta, de todos los tamaños y colores, pero pasta al fin y al cabo. Abro el de abajo y veo una bolsa de magdalenas. Solo de pensar en ellas comienzo a salivar.
Quiero estar aquí el menor tiempo posible, abro el envoltorio y me meto una en la boca, la mastico una y otra vez, pero por agonía me ha hecho bola.
-Buenas noches Emma.- Saluda Ian a mi espalda.
Joder. Si había algo peor a que me pillaran rompiendo las normas, es que me pillen rompiéndolas con una magdalena entera en la boca y sin poder hablar.
Me giro lentamente para encararlo. Comienzo a masticar de forma frenética mientras levanto un dedo pidiéndole un minuto. No se porque tengo la sensación de que esta escena le divierte. No porque muestre una sonrisa, ni porque ria a carcajadas, por el brillo de sus ojos.
-Lo siento señor Garret.
-Fuera del trabajo puedes llamarme Ian.
Ian. Puedo llamarlo por su nombre. Esto tiene que significar algo ¿No?si, solo que estoy loca perdida.
- Me quedé dormida.- explico atropelladamente.- no estoy acostumbrada a estos horarios y tenía mucha hambre.
-Está bien. Buenas noches, Emma.
Cada vez que escucho salir de sus labios mi nombre es como para un marinero escuchar cantar a una sirena. Hipnótico, apasionante y atrayente.
Salgo de la cocina a paso ligero por si cambia de opinión. El corazón me va a mil, está a punto de salirse por la boca y bailar un tango de gardel. Hace media hora me desperté enfadada y ahora, me acuesto rememorando mi nombre salir de sus labios. Emma, Emma, Emma.
Suena el despertador como todas las mañanas, anoche no me acordé de desactivarlo y ya que estoy despierta, decido que voy a intentar por todos los medios que este hombre tan extraño, deje de impresionarme tanto.
Salgo hacia el trabajo aunque Ian me haya dicho que hoy no fuera. Llego antes de tiempo, coloco la chaqueta y el bolso en su sitio, me siento en mi mesa. Ya solo tengo que esperar que aparezca por la puerta y ver su reacción.
Los segundos me parecen horas. Nerviosa, me dedico a tamborilear los dedos sobre la mesa.
Por fin lo veo acercarse. Él no me ha visto aun, está ensimismado leyendo algo en el periódico. Me acomodo sobre el asiento en una postura más natural.
-Buenos días señor Garret.- saludo con mi ya habitual tono cortés.
Levanta la cabeza, me mira con los ojos abiertos y se queda plantado donde está.
Hace cinco años que trabajo para él. Aun recuerdo el día que lo conocí como si fuera ayer.Iba por la calle en busca de una cafetería, necesitaba un café para llevar urgentemente. Casi podía decirse que iba dormida por la calle y todo por culpa de los exámenes finales. Al cruzar una esquina, choqué con él. Todos los papeles salieron volando y terminaron esparcidos por la acera.-Perdona ¿Estás bien?- preguntó un Ian mucho más simpático que el de ahora.-Si,si. Lo siento tanto, iba mirando los papeles y no te vi.Nos agachamos los dos a la vez para recoger los apuntes, mientras tanto, me regaló su hermosa sonrisa, esa que no he vuelto a ver.-¿Económicas? suerte con tus exámenes.- Muchas gracias.- contesté con sonrisa bobalicona.Unos meses después comencé a trabajar aquí. Cuando me senté en mi mesa y llegó el primer día, lo reconocí al instante. Era increíble la suerte que había tenido, pero nada en su trato hacia mi me hizo pensar que se a
Mientras coloco los platos y las copas en la mesa, Ian abre una botella de vino blanco. Vierte un poco en una de las copas y me la pasa.-Pruébalo.Doy un pequeño sorbo, el sabor del vino invade toda mi boca, es afrutado y delicioso. El mejor que he probado nunca.-Está riquísimo ¿Dónde lo has comprado?.-miro la etiqueta de la botella buscando más información. Domaine de la Romanée Conti. Jamás había escuchado ese nombre, pero mi dominio del alcohol es tan extenso como el de la cocina.-En Francia.- sirve un poco más en mi copa.Termino de colocar todo. Mirando la cena y ese vino, podría imaginarme que estoy en una cita con él. Que somos una pareja normal y corriente disfrutando de una noche juntos, pero ese ser maligno de mi interior se ríe a carcajadas por mi estupidez.-Me gustaría llamar a Dorotea, por lo de su hijo, pero no tengo su número.-Claro.- busca su número en el móvil y gira la pantalla hacia mi.Lo anoto en mi agenda y p
Han habilitado uno de los salones de actos que tiene el edificio. Mis compañeros lo han decorado muy bonito. Hay globos, canapés, muchas bebidas distintas y una tarima al fondo con una gran pancarta encima.Sin ser consciente me he quedado en la entrada y he comenzado a buscar a Ian con la mirada. Está en una de las barras con la barby enganchada al brazo. Nuestros ojos se encuentran, en lugar de intentar parecer simpática, mantengo la cara seria. espero que esté recibiendo rayos de desprecio. Lentamente giro la cabeza y camino hacia un grupito de compañeras.-Hola chicas ¿Queréis algo de beber?-Hola Emma ¡Qué guapa estás! Yo quiero un ron cola, gracias.El sabor del alcohol no es de mis favoritos, no entiendo como hay personas que lo pueden disfrutar, pero el Malibú con piña, eso es otra historia.Ian sigue en la barra, lo ignoro y voy directa hacia el
Abro primero un ojo, después el otro. La habitación está en penumbra pero a través de la persiana puedo ver los rayos del sol.Salto de la cama. No puedo creer que me haya dormido ¿Por qué no ha sonado el despertador? Voy a llegar tarde al trabajo. Corro hasta el móvil para ver la hora que es. Las doce y media.Cuando al lado de los números leo "Sab" mi corazón se calma.Miro una silla pegada a la pared, encima del respaldo está el vestido azul de anoche, miro mi cuerpo y descubro que estoy en ropa interior. Las imágenes de la fiesta empiezan a danzar por mi cabeza.No se porque me comporté así. Me emborraché, besé a mi jefe, le dije que dejara de hacerse el duro y creo que para colmo me tuvo que meter en la cama y desvestirme. Como voy a bajar y a encontrarme con él después de como la he liado...Besé a Ian. Nos habíamos acostado, pero jamás me había besado. Y no se apartó, eso tiene que significar algo. ¿Qué fue de la chica que llevó al ba
Saco el móvil del bolsillo para ponerlo en silencio. No quiero ni pensar que pueda ponerse a sonar.Escucho ruidos que provienen de la cocina. Va andando por la casa como si estuviera borracho, chocando con todo y haciendo más ruido del necesario. Enciende la televisión y soltando un eructo, suena como cae en el sofá.Llevo una hora metida en el armario, me duelen las piernas de estar tanto rato en la misma postura sin poder andar ni moverme y para colmo, mi estómago ruge tanto que temo que Toni lo escuche entre sus ronquidos.Suena el timbre de la puerta. Cierro los ojos esperando que no sea algún amigo que ha venido a pasar la tarde.-¡YA VAAA!-grita levantándose del sofá.Ya no puedo oír nada más. Pego la oreja a la puerta para saber que está ocurriendo.-Tío, te lo he dicho, aquí no hay nadie.- explica nervioso.-Ella está aquí.Esa voz que hace apenas unas horas había comenzado a odiar, se acaba de convertir en mi bals
Miro la hora en el teléfono. Son las siete y media. Ayer casi no pude comer nada, entre el horario tan estricto y el disgusto, me acosté. Tengo tanta hambre que me he despertado con el rugido del estómago. Me pongo las zapatillas para bajar a la cocina y comer todo lo que encuentre.Me siento en la mesa, que ya está llena de ricas cosas. Ian está sentado también, untando un pan con mantequilla.-Buenos días.- Saludo.Asiente metiéndose un trozo de pan en la boca. Me da pena tener que irme, le estaba cogiendo cariño a Dorotea y a Max, pero es cierto que lo mejor para mi es que me aleje.-¿Qué quieres beber?.- pregunta Dorotea con una bandeja entre las menos.-Te, por favor. ¿Cómo sigue tu hijo?-Ya está casi recuperado.Me alegra mucho escuchar buenas noticias en estos momentos. Pillo a Ian mirándonos, reacciona al momento y vuelve a centrarse en el pan.Se lo come en dos grandes bocados, se levanta y se va. No se donde irá un domingo a
Estoy tan enfadada ahora mismo que no me reconozco. No suelo dejar que las emociones me dominen hasta este punto. Este hombre consigue sacarme de mis casillas.Le resulta demasiado fácil juzgar desde su pedestal de hombre importante, impasible y sin sentimientos.Ha dicho que no quiere nada conmigo, me ha echado de su casa y aun así, tiene la cara dura de pedirme explicaciones ¿Quién se ha creído que es?Bajo a la cafetería para tomarme una tila doble. Cuando me la tomo, inicio el camino de vuelta, dispuesta a afrontar lo que tenga que venir.Vuelvo a colgar mis cosas en el perchero y a sentarme en la silla. Ian está en su despacho, hablando por teléfono. Espero unos segundos por si sale para decirme que me haya y no vuelva por ahí, pero me mira y continúa con lo suyo.Me pongo a mirar papeles y hago las llamadas que tenía programadas, bien para concertar citas o para cambiar algunas.Evito mirar hacia el despacho. Ahora que estoy tranquila me ave
-¿Qué haces aquí?Me quedo petrificada, agachada, con el brazo estirado y todo el contenido de mi bolso tirado por el suelo.-He venido a conocer a tu familiar moribundo.- levanta una ceja a la vez que chasquea la lengua.Ha ido a recursos humanos para informarse porque no he ido, ha venido hasta aquí para verme. Me levanto, sintiéndome más segura que hace unas horas.-¿Por qué has venido?.- pregunto clavando mis ojos en los suyos.-Porque soy tu jefe y me has mentido.No cuela ¿Cuántos jefes van a la casa de sus empleados para comprobar que es cierto el motivo de una baja, o de unos días de asuntos propios. Ninguno. No quiere admitir el motivo real porque en el fondo, es un cobarde incapaz de asumir que siente algo por mi.Doy un paso hacia él sin apartar la mirada. Sus ojos danzan por mi cara, nervioso.-¿Por qué?.- susurro