Eugenia vio a sus amigas, esperando que el impacto de su compromiso les permitiera hablar, y pronto. Ambas mujeres la miraron con la boca abierta y los ojos muy abiertos.
—Digan algo, ¿quieren? Saben que me importa mucho saber su opinión.
Cecily habló con el puño en la boca, parpadeando por su estupor.
—¿Te vas a casar con el marqués Wellingham? ¿Cuándo empezó a cortejarte en serio? Yo… simplemente no lo entiendo. No lo conoces.
—Más importante —dijo Megan, con la boca aún abierta. ¡¿En qué momento su interés llegó más allá del coqueteo inocente a una oferta de matrimonio?!
Eugenia extendió las manos pidiendo calma.
—Ha sido un torbellino, lo sé. Mi hermano ni siquiera ha sido informado, pero creo que Andrew y yo nos entendemos bien. Es divertido, atento, dulce y se preocupa por mí—. Quería continuar y decirles a sus amigas que sus besos eran devastadores y le hacían encoger los dedos de los pies, que sentía un torbellino en su estómago
Apoyado contra la pared se encontraba Andrew en el último evento al cual había asistido. Solo había pasado un par de días después de proponerle matrimonio a Eugenia y no podía evitar que su mirada la siguiera por la habitación mientras bailaba un vals con lord Hightower. Había algo diferente en ella esta noche. Su sonrisa era más brillante, sus ojos más vivos, y en cuanto a su vestido, bueno, no creía haber visto a nadie más hermoso en su vida.Se recordó a sí mismo que su matrimonio era un medio para lograr un fin. Realmente se odiaba por ser tan cruel, pero él era un marqués a quien le habían arrebatado a su hermano por simple ambición. Aunque no podía probarlo estaba seguro que Campbell tenía algo que ver. Y a pesar de no merecerlo, sabía que Eugenia había comenzado a preocuparse por él más de lo que merecía.No le gustaba engañarla. No era culpa suya que su hermano hubiera sido un imbécil y hubiera perdido su propiedad en un juego de cartas, pero tampoco el hermano d
Andrew se quedó boquiabierto. El que esa mujer se acercara a intentar hablar con él, era inadmisible. ¿Qué podía querer? ¿De qué pensaba hablar con él ahora? Habían pasado más de tres años desde la última vez que hablaron formalmente. Era demasiado tarde si pensaba pedirle perdón por todo lo que sucedió aquella noche por su culpa. Es cierto que asistió a su fiesta, pero solo porque tenía un objetivo en mente, no porque le hubiese perdonado y quisiera entablar una amistad. Ella era la principal culpable de todos sus problemas.—Buenas noches. Lady Cecily… perdón por mi falta, Lady McDonald —escupió con desprecio.—No es mi intención quitarle demasiado tiempo Andrew.—Lord Wellingham, para usted.—Entonces; Lord Wellingham será—. Respondió Cecily, sin dejarse amilanar con sus palabras. —Conozco sus intenciones para casarse con Eugenia. Debo decir que quedé estupefacta cuando ella nos dio la noticia, y no me extraña para nada que usted esté de acuerdo en no come
Londres 1,825Las cosas no estaban saliendo como esperaba… Era el tercer aniversario de la muerte de su querido hermano, y al parecer el clima estaba de acuerdo con su estado de ánimo, pues afuera se desataba una intensa tormenta muy propia del invierno inglés. Las gotas de lluvia azotaban las ventanas y a lo lejos se escuchaban los truenos que parecían gritar como el quisiera hacer.Estaba molesto, frustrado y no sabía que más hacer, su hermano había dejado una implícita obligación que cumplir hacia la memoria de su madre. Puesto que el muy idiota había perdido las tierras ancestrales de la familia Holdstoke, en un maldito juego de cartas.¡No sé lo podía creer! ¡Aquello era una pesadilla! ¿Acaso era una broma, un chiste, para el Laird Graham Simpson? Era la tercera vez que rechazaba sus cartas en donde le pedía reunirse con él. A pesar de que su rango era más alto en la nobleza pues era un marqués, al arrogante L
Edimburgo, 1825Esto era justo lo que necesitaba, pensó Eugenia, agitando la copa de champagne en su mano mirando alrededor la fiesta que se desarrollaba ante ella. Las notas del minueto llenaban el salón de baile ya iluminado por las innumerables velas de cera que colgaban de los candelabros estratégicamente colocados para iluminar toda la habitación. Escuchar las risas, el frufrú de las faldas de las jóvenes y sus matronas, el choque de las copas en brindis privados, y los chismes que seguramente nacían y echaban a rodar en las bocas de los asistentes colmaba la velada de alegría y enérgica actividad.Sí, definitivamente. Dos años sin esto era demasiado.Había extrañado a sus amigas, dos herederas al igual que ella que no perdieron el tiempo en recordarle todo lo que había dejado de lado al recluirse en el castillo de su hermano en Moy.Una dama de la alta sociedad no podía, ni debía perderse estas reuniones, pues aquí nacía la razón de vi
Andrew estaba preocupado por el mal clima, sacó la cabeza por la ventana y le gritó al cochero que se detuviera en el siguiente refugio que encontrara a su paso, ciertamente quería llegar a su destino, pero tampoco quería arriesgar a alguien por su capricho, ya fuera el cochero, los lacayos que le acompañaban o un caballo.—Cuando dijiste que te aprovecharías de la buena hospitalidad escocesa para entrar a la fiesta de Lady McDonald, no me imaginé que el destino se pondría de tu parte favoreciéndote con una tormenta de esta magnitud —habló Phineas en tono burlón.—Es una señal clara del universo que quiere que recupere mis tierras y lleve a cabo mi venganza hacia Ashcroft.—Aunque no me veo perdiendo el cuello con tal de que te salgas con la tuya. A este paso con suerte y llegaremos luego de la cena.—Eso sería muy bueno para mí plan, aunque le he dicho a Carl que busque refugio, pero se ha negado diciendo que podemos llegar de manera segura. Así que tú
Caminar por los jardines siempre ponía de buen humor a Eugenia. Observar los vibrantes colores de las rosas y el aroma que desprendían a su paso era simplemente fascinante. Era una enemiga acérrima de la jardinería y se negaba en rotundo a plantar, aunque sea un cardo, ya que todo lo que intento plantar en el pasado pereció provocando las burlas y chistes de parte de sus amigas y hermano. Pero con admirar y disfrutar de su belleza no hacía daño a nadie.No tuvo un buen descanso durante la noche, debido a un presentimiento un tanto extraño puesto que no podía decidir si era bueno o malo. No se sentía en peligro, posiblemente algo bueno le iba a suceder y se estaba preocupando de más yéndose a un extremo fatalista.«Bueno, mejor dejar de llamar mal augurios y concentrarse en el presente». Su presentación de la noche anterior en el pianoforte de la canción Jessie the flower of Dunblane de Robert Burns, fue bastante aplaudida por los invitados de Cecily, aunque la misma y Me
Maldita sea. Los improperios prohibidos para una dama se le escaparon de los labios a Eugenia cuando inclinó su tintero de viaje y lo sacudió sobre su caja de escritura de caoba. Estaba completamente vacío.Al menos no había nadie que la escuchara jurar a esta hora tardía; el reloj dorado de la repisa de mármol blanco de su dormitorio anunciaba que era pasada la medianoche. Y Cecily, probablemente estaría profundamente dormida en su habitación en el ala familiar de la casa.A diferencia de ella misma. Suspiró profundamente, debía escribir esa carta, ya había pasado una semana sin enviar noticias a su hermano, y sabía que éste era capaz de enviar a alguien, o peor aún, venir él mismo a vigilarla si ella no le informaba uno a uno sus pasos. Como no estaba acostumbrada a su nuevo entorno, y su mente bullía con todo tipo de pensamientos sobre lo que le deparaba la temporada, por fin había dejado de dar vueltas y vueltas a favor de poner la pluma sobre el pa
Eugenia entro en el salón de baile vestida como Ondina ninfa de las aguas, su vestido era una túnica de estilo griego, hecha con capas y capas de tul y gasa blanca, formando hermosos pliegues que se ajustaban en su cintura con un cinturón dorado que enmarcaba su figura muy favorablemente. Estaba muy agradecida con sus amigas por convencerla de atreverse a utilizar algo tan intrépido, aunque tampoco era tan atrevido como la sugerencia que hizo lady Russell, la anciana había dicho que con ese cabello rojo quedaba perfecto el disfraz de última moda, el de la diablesa. Ella sería incapaz de utilizar algo así, el solo pensar que debía mostrar sus tobillos le causaba repelús, incluso si las medias del disfraz eran extremadamente oscuras. No, ella dejaría esas ideas para las chicas más intrépidas. Estaba muy conforme con la decisión tomada.Recorrió con la mirada la habitación y observo que era todo lo que uno podría desear para un baile de máscaras. Seductora, secretil y