Londres 1,825
Las cosas no estaban saliendo como esperaba… Era el tercer aniversario de la muerte de su querido hermano, y al parecer el clima estaba de acuerdo con su estado de ánimo, pues afuera se desataba una intensa tormenta muy propia del invierno inglés. Las gotas de lluvia azotaban las ventanas y a lo lejos se escuchaban los truenos que parecían gritar como el quisiera hacer.
Estaba molesto, frustrado y no sabía que más hacer, su hermano había dejado una implícita obligación que cumplir hacia la memoria de su madre. Puesto que el muy idiota había perdido las tierras ancestrales de la familia Holdstoke, en un maldito juego de cartas.
¡No sé lo podía creer! ¡Aquello era una pesadilla! ¿Acaso era una broma, un chiste, para el Laird Graham Simpson? Era la tercera vez que rechazaba sus cartas en donde le pedía reunirse con él. A pesar de que su rango era más alto en la nobleza pues era un marqués, al arrogante Laird eso parecía traerle sin cuidado.
Estaba dispuesto a pagar lo que le pidiera con tal de recuperar esas tierras que tantos buenos recuerdos le traían. Por más que lo intentaba no lograba comprender que pasaba por la cabeza de su hermano en ese momento, para comprometer todo un patrimonio que les habían enseñado a amar y cuidar. Leyó su diario una y otra vez buscando una pista, una respuesta de la razón de su locura.
¡Malditos fueran sus padres por morirse y dejar a su hermano a cargo de todo! ¡Maldito fuera Alexander por ser tan idiota! ¡Maldita fuera Lady Trelawney y Laird Simpson por no tener corazón! ¡Y maldito él mismo por querer y no poder cumplir con una promesa no dicha hacia sus seres amados! Todo sería diferente si hubieran sido una familia fría y estoica como la mayoría de la nobleza, pero no, sus padres se amaban y amaban a sus dos hijos a pesar de lo rebeldes que en algunas ocasiones pudieran ser.
Estaba tan sumido en sus pensamientos que incluso olvidó que su mejor amigo Phineas Brice segundo hijo del Duque de Saint James se encontraba también en el despacho, hasta que éste habló.
—Ahora que tus opciones para recuperar Greelane se han reducido ¿Qué piensas hacer?
—Creo que lo mejor es dirigirme directamente a Escocia, buscar al nuevo dueño y tratar de llegar a un acuerdo que nos satisfaga a ambos.
—Según el último informe, dicen que se las regaló a su hermana el día de su cumpleaños.
—Son solamente chismes y rumores, no creo que alguien quiera ceder una propiedad así de grandiosa para una dote.
—Podría ser, pero también sé que la hermana es una solterona, posiblemente eso contribuyó en algo al plan de Simpson. Aparte de estar desesperado por casar a su hermana querrá tenerla cerca en caso el marido intente pasarse de listo.
—Iré a Escocia. Trataré de hablar con el Laird por una última vez, y si eso no funciona… Que Dios se apiade de las almas que se crucen en mi camino porque no descansaré hasta que esas tierras sean mías nuevamente y ten por seguro que haré lo que sea necesario para recuperar lo que me pertenece.
Y con un último trago terminó el brandy que tenía en su vaso. Las llamas de la chimenea seguían crepitando y él volvió a perderse en sus pensamientos.
La suerte estaba echada. Nada ni nadie se iba a interponer en sus planes. La vida era un juego y él no estaba dispuesto a perder absolutamente nada más
Edimburgo, 1825Esto era justo lo que necesitaba, pensó Eugenia, agitando la copa de champagne en su mano mirando alrededor la fiesta que se desarrollaba ante ella. Las notas del minueto llenaban el salón de baile ya iluminado por las innumerables velas de cera que colgaban de los candelabros estratégicamente colocados para iluminar toda la habitación. Escuchar las risas, el frufrú de las faldas de las jóvenes y sus matronas, el choque de las copas en brindis privados, y los chismes que seguramente nacían y echaban a rodar en las bocas de los asistentes colmaba la velada de alegría y enérgica actividad.Sí, definitivamente. Dos años sin esto era demasiado.Había extrañado a sus amigas, dos herederas al igual que ella que no perdieron el tiempo en recordarle todo lo que había dejado de lado al recluirse en el castillo de su hermano en Moy.Una dama de la alta sociedad no podía, ni debía perderse estas reuniones, pues aquí nacía la razón de vi
Andrew estaba preocupado por el mal clima, sacó la cabeza por la ventana y le gritó al cochero que se detuviera en el siguiente refugio que encontrara a su paso, ciertamente quería llegar a su destino, pero tampoco quería arriesgar a alguien por su capricho, ya fuera el cochero, los lacayos que le acompañaban o un caballo.—Cuando dijiste que te aprovecharías de la buena hospitalidad escocesa para entrar a la fiesta de Lady McDonald, no me imaginé que el destino se pondría de tu parte favoreciéndote con una tormenta de esta magnitud —habló Phineas en tono burlón.—Es una señal clara del universo que quiere que recupere mis tierras y lleve a cabo mi venganza hacia Ashcroft.—Aunque no me veo perdiendo el cuello con tal de que te salgas con la tuya. A este paso con suerte y llegaremos luego de la cena.—Eso sería muy bueno para mí plan, aunque le he dicho a Carl que busque refugio, pero se ha negado diciendo que podemos llegar de manera segura. Así que tú
Caminar por los jardines siempre ponía de buen humor a Eugenia. Observar los vibrantes colores de las rosas y el aroma que desprendían a su paso era simplemente fascinante. Era una enemiga acérrima de la jardinería y se negaba en rotundo a plantar, aunque sea un cardo, ya que todo lo que intento plantar en el pasado pereció provocando las burlas y chistes de parte de sus amigas y hermano. Pero con admirar y disfrutar de su belleza no hacía daño a nadie.No tuvo un buen descanso durante la noche, debido a un presentimiento un tanto extraño puesto que no podía decidir si era bueno o malo. No se sentía en peligro, posiblemente algo bueno le iba a suceder y se estaba preocupando de más yéndose a un extremo fatalista.«Bueno, mejor dejar de llamar mal augurios y concentrarse en el presente». Su presentación de la noche anterior en el pianoforte de la canción Jessie the flower of Dunblane de Robert Burns, fue bastante aplaudida por los invitados de Cecily, aunque la misma y Me
Maldita sea. Los improperios prohibidos para una dama se le escaparon de los labios a Eugenia cuando inclinó su tintero de viaje y lo sacudió sobre su caja de escritura de caoba. Estaba completamente vacío.Al menos no había nadie que la escuchara jurar a esta hora tardía; el reloj dorado de la repisa de mármol blanco de su dormitorio anunciaba que era pasada la medianoche. Y Cecily, probablemente estaría profundamente dormida en su habitación en el ala familiar de la casa.A diferencia de ella misma. Suspiró profundamente, debía escribir esa carta, ya había pasado una semana sin enviar noticias a su hermano, y sabía que éste era capaz de enviar a alguien, o peor aún, venir él mismo a vigilarla si ella no le informaba uno a uno sus pasos. Como no estaba acostumbrada a su nuevo entorno, y su mente bullía con todo tipo de pensamientos sobre lo que le deparaba la temporada, por fin había dejado de dar vueltas y vueltas a favor de poner la pluma sobre el pa
Eugenia entro en el salón de baile vestida como Ondina ninfa de las aguas, su vestido era una túnica de estilo griego, hecha con capas y capas de tul y gasa blanca, formando hermosos pliegues que se ajustaban en su cintura con un cinturón dorado que enmarcaba su figura muy favorablemente. Estaba muy agradecida con sus amigas por convencerla de atreverse a utilizar algo tan intrépido, aunque tampoco era tan atrevido como la sugerencia que hizo lady Russell, la anciana había dicho que con ese cabello rojo quedaba perfecto el disfraz de última moda, el de la diablesa. Ella sería incapaz de utilizar algo así, el solo pensar que debía mostrar sus tobillos le causaba repelús, incluso si las medias del disfraz eran extremadamente oscuras. No, ella dejaría esas ideas para las chicas más intrépidas. Estaba muy conforme con la decisión tomada.Recorrió con la mirada la habitación y observo que era todo lo que uno podría desear para un baile de máscaras. Seductora, secretil y
Con una sonrisa en los labios Andrew atrajo a Eugenia con fuerza a sus brazos, perdiéndose en sus brillantes ojos verdes. Observo que aparte de hermosa ella podía ser bastante divertida, más de lo que él pensaba.El vals se le haría demasiado corto pues descubrió que encajaban perfectamente bien uno en los brazos del otro. Y le gustaba que fuera de esa manera.—Usted menciono anoche que ahora somos vecinos. ¿Hace mucho su familia es propietaria de Holdstoke Manor? —curioseó ella.—Seis años más o menos. Mi hermano adquirió la propiedad y me la lego un año antes de su muerte—. Andrew se contuvo de decir más o revelar que su hermano había adquirido Holdstoke, porque estaba al lado de Greelane, ahora propiedad que poseía lady Eugenia. Para que sus familias pasaran los veranos juntos y sus hijos convivieran felices y amados como ellos habían sido en su niñez. Su hermano podría haber sido un tonto, pero en el fondo también era un sentimental.—Su
Andrew tardó varios minutos en encontrar a la que en su mente sería su futura esposa, pero finalmente la vio en el centro de una glorieta. El lugar lucía espléndido, había linternas encendidas que colgaban de árbol en árbol, iluminando el espacio, ella se veía celestial. Pero el humor de Andrew se resintió al verla tan bien acompañada. Estaba hablando con un hombre alto, a quien no pudo reconocer debido al disfraz que llevaba, lo vio extender los brazos y besarle en las mejillas, una punzada de rabia celosa lo atravesó. ¿Quién era este bastardo que se atrevió a tocarla? Ella le devolvió el abrazo, sonriendo ampliamente. «Mierda, ¿ella tenía un novio?»Eugenia se volteó y al verlo, su sonrisa se ensanchó. —Lord Wellingham, Lord Brice —les llamó, haciendo un gesto con la mano para que se unieran al grupo—. Él se acercó, y ella ignoró el hecho de que su rostro no le devolviera la sonrisa. Parecía atrapado en un ceño fruncido.—Este es un viejo amigo de la
—Apenas he bebido vino, milady. Y déjeme decirle que no es el vino lo que me ha embriagado. «Oh por Dios… ¿Realmente había dicho tal cosa?»—Y que es lo que ha bebido el día de hoy entonces.Creo que no le gustan los cumplidos —dijo Andrew, quizá no haya escuchado los suficientes de ellos—. Él la alcanzó, tomando su rostro entre sus manos.Eugenia jadeó, sin saber qué hacer, qué decir o pensar. ¿Iba a besarla? Nunca antes la habían besado de la manera en la que él pensaba hacerlo y ahora, en sus brazos, no podía pensar en nada que quisiera más. Era tan abrumadoramente guapo, sus ojos azul oscuro y su mandíbula fuerte, sus labios que la hacían querer cerrar el espacio entre ellos y tocar su boca con la de él. «Si tan solo pudiera ser tan atrevida».Como en un sueño, él se inclinó lentamente y luego sus labios rozaron los de ella. Eran tan suaves como imaginaba, y luego el beso cambió. Él cerró la bo