El final de una era

Eran cortos los lapsos de tiempo que tocábamos tierra firme en las orillas del río para recolectar frutos, pero siempre con los ojos bien abiertos, cualquier animal salvaje podía estar esperando una oportunidad de atacar mientras se ocultaban en la espesura de la selva. Una oportunidad se acercó de entre las sombras, un animal que parecía un cerdo de color negro y que tenía una pequeña trompa alargada que llegaba a su boca, era la guanta y seria gran comida esa noche, pero era escurridiza. Se la acorraló entre los tres y con el golpe certero y contundente del cuchillo de Simón cayó. Esa noche, aún en tierra, dando gracias a Dios nos   servimos de tan suculento banquete de carne. No se desperdició ni un hueso, pues con ellos hicimos anzuelos de pesca, y martillos muy rudimentarios.

Para evitar contratiempos navegábamos siempre cerca de las orillas, faltaban solo días para lle

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