quince.

Leonardo:

Veo a mi hermosa mujer caminar hacia la recámara, y también observo como los ojos de Alexander la siguen.

— Es sorprendente su voz, ¿verdad? Ella te hechiza cuando canta. — decido cortar el silencio que quedó flotando por la partida de mi mujer.

— Sí, realmente es como el canto de las sirenas, te hechiza, aunque no quieras.

— Ja, no, las sirenas te embrujan para llevarte a las profundidades del mar y ahogarte en ellas, Florencia es como un hada, te guía al paraíso más hermoso, te hace olvidar cualquier pena, te hace latir el corazón, te vuelve a la vida, es la felicidad hecha persona. — Alexander me miraba en silencio, con esa comprensión de saber muy bien a lo que me refiero, y es que él estaba hechizado con mi chica, y ... eso estaba bien, ¿no?

— Alexander, tengo que pedirte algo, algo muy importante.

— ¿Qué es?

— Quiero que me prometas que cuidarás a mi hija, como si fuera tuya.

— ¡¿De qué hablas?! - Era divertido ver la confusión en su rostro, pero esta situación y mi pe
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