—¡¿Por qué no lo dijiste antes?!- chilló Burya colérica.—Oh, pues porque…- gruñó Sarab, acariciando su hermoso cabello.- …seamos honestas, si él muere, el caos subsiguiente sería muy divertido de contemplar.—¡Sarab!- gritaron las gemelas al mismo tiempo.La aludida solamente se limitó a rodar sus ojos.—Oh, por Anubis.¿De qué se sorprenden? Soy su enemiga jurada, después de todo. Esta vez todo hubiera resultado demasiado fácil, ya saben, no tendría que intentar deshacerme de él yo misma, solo tendría que sentarme y esperar a que muriera.Todas la miraron con diferentes grado de horror reflejado en sus rostros.—Pero, si el tirano está dispuesto a liberarme, si su amor por Umara es realmente tan grande que sería capaz de permitirme regresar a mi país con tal de hacerla feliz, entonces estoy dispuesta a cooperar.—Pero, pero…- balbuceó Burya atónita.- ¿habrías estado dispuesta a arriesgarte, no hacer nada y permitir que Cassandra y su hermano tomaran el trono?Sarab elevó un hombro de
Umara:—¿Se ha tenido alguna noticia de Sarab?- pregunto al regresar al pabellón tras el infernal e incómodo banquete.—Pues sí.- responde Cítiê.- ayer recibimos a un mensajero de parte del faraón de Egipto, en su carta, el monarca agradece enormemente la liberación de su sobrina y da por terminada la enemistad con nuestro amado.—Es un alivio saber que regresó sana y salva.—¡Todavía no me lo puedo creer! ¡La muy loca nos hubiera sacrificado a todas con tal de ver a nuestro amado morir! – chilló Burya.—Lo sabemos.- susurró Mem. – estaba incluso dispuesta a dejarse asesinar con tal de lograr sus propósitos.—No hablemos más de ello.- pidió Cítiê nerviosamente.A la mañana siguiente el emperador convocó al Mayilis, Cítiê llegó temprano en la madrugada para apresurar a las mujeres del pabellón, ya que el Emperador demandaba la presencia de todas.Al entrar al gran salón del trono, Umara notó que éste resplandecía, los nobles se hallaban más ricamente vestidos que nunca y los capitanes
Los nobles Kuranies no salían de su ensimismamiento. Aquella mañana había sido bizarra para todos, mucho más para las mujeres del pabellón, quienes habían sido honradas y elevadas de la forma más inesperada. —Muchos de ustedes piensan que me he tornado débil.- la voz de Alessios era un silbido cargado de burla.- Muchos creen que el haber tomado para mí tantas esposas ha ablandado mi corazón. Incluso, en los momentos más negros de nuestra historia reciente cuando parecía no haber esperanza y muchos de los presentes prefirieron huir antes que enfrentar al enemigo, mis esposas, esas mujeres por las que tanto se me ha criticado, estuvieron a mi lado y sostuvieron mi espada para que yo no flaqueara, por eso he tenido a bien honrarlas por encima de a cualquier hombre. Un silencio sepulcral se apoderó del salón del trono. —Ahora pasemos a asuntos más serios. Es momento de que impartimos la justicia de los dioses. ¡Que el día de hoy sea una demostración de cuán débil soy realmente!- ahora s
Alessios enredó su masculina mano en el cabello de ella, Alessios la forzó a torcer su cuello, elevando su mentón y mirándole a los ojos.—Hiel.- bramó el emperador.- es lo que recibo de ti incluso después de tantos meses. ¿Es que no existe el perdón en tu corazón, pequeña nómada? ¿Qué quieres de mí? ¡¿Planeas torturarme hasta la locura, manteniendo la fruta prohibida de tus caricias al alcance de mi mano pero privándome de ella una y otra vez?!Los ojos de Umara permanecieron fríos, inexpresivos, vacíos, y Alessios conoció un miedo que nunca había experimentado antes.—¡¿Qué quieres de mí?!- insistió enfurecido, tirando de los negros cabellos de su jueza y ejecutora, hasta el punto del dolor.Umara comprimió los labios, cerrando los ojos. Lágrimas se habían reunido en ellos pero se negaba a dejarlas salir.—¡Dilo de una vez, maldita bruja!- espetó él entre dientes.- ¿Qué es lo que complacería a tu negro corazón? ¿Qué persigues con tu hielo? ¿Acaso buscas conducirme a la desesperación
Achino los ojos, en lo que acaricio su nuca.—¿Lo aceptas ,entonces…- susurro esperanzado.- …lo declaras ante los dioses?Arruga el entrecejo y me mira dudosa.—¿Que debo aceptar, Señor?Mi lobo gruñe, frustrado.—¿Aceptas que soy tu dueño? ¿Declaras ante los dioses que soy tu amo y Señor?¿ Me reconoces como tu amado?Se le llenan los ojitos de lágrimas y no lo comprendo. ¿Por qué llora? Debería estar feliz, al fin y al cabo las cosas entre nosotros vuelven a estar en orden.—Sí.- susurra compungida- sois mi amado, mi amo y mi Señor.***No hubo terminado de pronunciar las palabras Umara, cuando ya Alessios estaba nuevamente sobre ella, reclamando su boca con renovada pasión y brío. Despojándola velozmente de sus ropas y adorándola con su boca y sus manos.Es así como las domina. Pensó Umara al borde de estallar en llanto. Las enloquece con sus caricias, las esclaviza con sus besos…¡Oh, no!Las manos del emperador separaron los muslos de ella y acto seguido su ardiente boca conectó co
—¿Crees que tendrá solución nuestro problema?¿Seremos capaces de darles hijos a nuestro amado algún día?- susurró Cítiê, visiblemente consternada.—Quizás, con el tiempo. Tal vez dentro de unos cinco a diez años…- aventuró a explicar Umara, lo cierto es que ni ella misma estaba muy segura, la mezcla de dos venenos hacía las predicciones inexactas . La única persona que podía darles una respuesta clara y segura, se negaba a hablar. Habiendo tomando un voto de silencio desde la muerte de su hermano: Cassandra.—¿Que hará nuestro amado con ella?- preguntó Mem a Cítiê.—Aun no nos lo ha comunicado, pero sospecho que la dejará en prisión por el resto de sus días.***El desempeño de las Lunas en sus diferentes cargos era brillante. Cítiê y Burya escuchaban las querellas del pueblo con gran paciencia y justicia, intentando llegar a un acuerdo entre ellas primero antes de impartir un veredicto.Zai y Mem mantenían al ejército a raya, al principio hubo sus roces con los recién nombrados gener
Umara:—Había oído que una nómada era esposa del Emperador y que esa mujer era capaz de realizar grandes prodigios. Como no te encontré entre las víctimas de la matanza creí que tal vez habías escapado y arribado aquí. He estado en la ciudad desde hace una semana, intentando comprobar si la Luna eras tú o no, incluso pedí una audiencia en Palacio, pero me la concedieron para dentro de un mes.Mis mejillas se tiñen de rojo.—Lo cierto es que madre me vendió a un mercader de esclavos, y él me trajo aquí.Padre contrae su rostro en una mueca de horror. Ahora que le tengo más cerca soy capaz de notar más claramente las profundas líneas que el sufrimiento y el largo viaje han creado en su rostro.—Debiste sufrir lo indecible.—Tal vez, pero pareciera que han pasado miles de años desde entonces.—Ember nunca fue capaz de apreciarte, hija mía.- susurra, colocando su mano sobre la mía, refiriéndose a madre.- siempre prefirió a Ursu y a Mira por lo hermosas que eran consideradas. Eran mis hija
Umara dio un paso atrás, en cuestión de segundos Cassandra se había movido de su posición contra la pared , llegando peligrosamente cerca de ella, incluso con los barrotes de por medio.Tragó en seco.El aspecto de Cassandra era deplorable, estaba sucia y despeinada, su piel tenía un color paliducho, enfermizo. Sus ojos estaban hundidos y sus labios resecos y cuarteados. No quedaba rastro de la mujer altanera y hermosa que tantas veces había intentado humillarla.—No necesito tu lástima.- espetó la prisionera entre dientes.-habla, ¿por qué has venido a atormentarme?Umara se mordió el labio inferior, insegura de cómo formular la pregunta.—¿Somos estériles?- susurró.- ¿desde cuándo has envenenado a las chicas del harén?Cassandra recorrió a Umara con la mirada, desde la punta de sus suaves y enjoyadas zapatillas hasta las diminutas perlas que adornaban sus cabellos.—No.- murmuró Cassandra.- todos mis planes, todas mis estratagemas fueron frustradas por mi propia ignorancia. De no ha