Umara:—Había oído que una nómada era esposa del Emperador y que esa mujer era capaz de realizar grandes prodigios. Como no te encontré entre las víctimas de la matanza creí que tal vez habías escapado y arribado aquí. He estado en la ciudad desde hace una semana, intentando comprobar si la Luna eras tú o no, incluso pedí una audiencia en Palacio, pero me la concedieron para dentro de un mes.Mis mejillas se tiñen de rojo.—Lo cierto es que madre me vendió a un mercader de esclavos, y él me trajo aquí.Padre contrae su rostro en una mueca de horror. Ahora que le tengo más cerca soy capaz de notar más claramente las profundas líneas que el sufrimiento y el largo viaje han creado en su rostro.—Debiste sufrir lo indecible.—Tal vez, pero pareciera que han pasado miles de años desde entonces.—Ember nunca fue capaz de apreciarte, hija mía.- susurra, colocando su mano sobre la mía, refiriéndose a madre.- siempre prefirió a Ursu y a Mira por lo hermosas que eran consideradas. Eran mis hija
Umara dio un paso atrás, en cuestión de segundos Cassandra se había movido de su posición contra la pared , llegando peligrosamente cerca de ella, incluso con los barrotes de por medio.Tragó en seco.El aspecto de Cassandra era deplorable, estaba sucia y despeinada, su piel tenía un color paliducho, enfermizo. Sus ojos estaban hundidos y sus labios resecos y cuarteados. No quedaba rastro de la mujer altanera y hermosa que tantas veces había intentado humillarla.—No necesito tu lástima.- espetó la prisionera entre dientes.-habla, ¿por qué has venido a atormentarme?Umara se mordió el labio inferior, insegura de cómo formular la pregunta.—¿Somos estériles?- susurró.- ¿desde cuándo has envenenado a las chicas del harén?Cassandra recorrió a Umara con la mirada, desde la punta de sus suaves y enjoyadas zapatillas hasta las diminutas perlas que adornaban sus cabellos.—No.- murmuró Cassandra.- todos mis planes, todas mis estratagemas fueron frustradas por mi propia ignorancia. De no ha
Luego de un refrigerio del cual no pudo disfrutar casi nada y de un baño con sales aromáticas, Umara salió al jardín trasero que ella había ayudado a retablecer. Las flores se mecían al compás de la brisa vespertina exhalando una verdadera cacofonía de aromas.De la fuente de mármol volvía a brotar agua, pura y cristalina y por doquier las luciérnagas bailaban al ritmo de la brisa. Cerca, en una de las ramas del gran árbol ululaba un búho.Pasaron los minutos, los cuales se tornaron horas y a las cinco horas justas de su espera el corazón de Umara se tornó de piedra.No quería ni imaginar que él no había venido porque estaba con otra…¿pero qué otra explicación había para su ausencia?Andando de un lado para el otro dentro de los aposentos imperiales, Umara enfrentó una vez más la cruz principal de su existencia. Alessios no era suyo solamente, nunca lo había sido y nunca lo sería. Delante de sí se abrían los años que habrían de venir, en una constante sucesión de días ocultando su lab
SEGUNDA PARTE:Veinte años después.Alessios:Grandes cambios ha sufrido el imperio en los últimas décadas. Grandes cambios de los cuales ella tiene toda la culpa.Poco a poco todos los territorios conquistados pasaron a ser provincias imperiales, lo cual le otorgó a su gente voz y voto en los planes y proyecciones a futuro. Los esclavos, fueron liberados paulatinamente, sustituyendo sus trabajos forzados por la labor de siervos, pagados por sus señores.Por supuesto que hubo resistencia a los cambios, más de un noble amenazó con mi muerte y más de un esclavista incumplió la ley; todos fueron comida para los cuervos. Además, el progreso no se logró en unos pocos días, se alcanzó lentamente, y con el paso de los años.Si de algo se pudiera enorgullecer ella, es de lograr lo imposible, no lo niego, nunca lo ocultaría; ordené la abolición de la esclavitud para complacerla. Estaba convencido de que esa noticia la alegraría enormemente, y pensé…que tal vez…la haría regresar a mí.—¿Piensas
Ante la mirada incrédula de Cítiê, la líder nómada se deshizo de su velo, revelando a Lady Umara.En instantes, el ambiente del gran salón se tensó. El Emperador contemplaba a su esposa extraviada con un brillo asesino en sus dorados ojos y ella le devolvía una mirada cargada de malos augurios.Antes de que fuera derramada sangre sobre el suelo del salón del trono, la mujercita decidió tomar cartas en el asunto, descendiendo la escalinata, con paso ligero pero regio.—¡Que sean alabados los dioses en el día de hoy!- vociferó teatralmente.- ¡regocíjate oh Imperio, porque no sólo han venido a prestar juramento tus nobles a la capital; sino que además celebramos el regreso de Cimbel!Los nobles exhalaron una exclamación se sorpresa, una gran expectación se apoderó de los presentes, todos querían mirar a la gran Luna roja, a la mujer que había salvado al imperio. Un murmullo de admiración y júbilo ascendió, llenando todo el salón hasta convertirse en un estruendo ensordecedor.Cítiê llegó
—Nosotras también te echamos de menos, Cimbel.-Respondió Zai, con una enorme sonrisa.Las mujeres del pabellón habían cambiado. Veinte años no pasan en vano.Zai llevaba su rojiza cabellera completamente trenzada, mientras Mem se había rapado la blanca suya casi completamente. Y Burya…bueno, la rusa traía su dorada cabellera más larga y reluciente que nunca. Por lo demás, todas mostraban en sus rostros las esperadas señas de la edad.—Ha sido un gran shock para todos, el pueblo está eufórico de júbilo, muchos consideran el regreso de la diosa como una señal de buena fortuna.—¿Cuánto tiempo vas a quedarte? ¿Has visto los grandes cambios en la ciudad?¿ Sabes que…?—Rusa.- gruñó Mem.Umara sonrió en lo que mordía un panecillo. Oh, sí, el tiempo había pasado indudablemente, pero las chicas seguían siendo las mismas.***—Eres terrible Cítiê.—Era necesario.—¿Estás segura?—Completamente.Burya tamborileó con sus dedos sobre la madera de la mesa. Umara se había retirado hacía unos instan
Umara bebió de la jarra, la fresca agua parecía mejorar la ardiente sed que la atenazaba pero no la quitaba por completo. Se tensó al instante al sentir el masculino cuerpo que se pegaba a su espalda, al tiempo que un brazo de hierro rodeaba su cintura. Alessios escondía su rostro en sus cabellos, inhalando su aroma.—Después de tanto tiempo sigues oliendo igual.- susurró en su oído haciéndola estremecer, al tiempo que depositaba un húmedo beso en su cuello.- hueles a tierra mojada y a lluvia.En un movimiento brusco, Alessios cerró la plateada gargantilla alrededor del cuello de ella y se apartó. Umara tragó en seco. Acariciando la fría prenda con sus dedos.—¿Qué es esto, Señor?- susurró nerviosamente.Alessios la contempló con expresión pétrea.—¿No te atreves a adivinar qué podría ser?- masculló.Umara volvió a acariciar la plateada gargantilla que rozaba la piel de su pecho, causando que se le pusiera la piel de gallina.—Es plata mágica obviamente.- explicó Alessios, cruzando su
Umara: Me encamino al establo, he preguntado por mi escolta y los guardas de Palacio me han informado que el Emperador les envío allí a pasar la noche. Las ironías del destino no conocen límites. —Si le contamos a madre se pondrá histérica, ya sabes cómo es.- protestó Lysander. —Y si no le contamos nos castigará cuando lo descubra.- masculló Alessia. Dirigí mi mirada hacia los cielos. Mis hijos, mis mellizos, han sido un imán constante para los problemas desde el día en que dieron sus primeros pasos. —¿Castigarnos? Oh, por favor hermana, ya estamos demasiado grandes para que madre nos castigue, será peor, nos desterrará.- se mofó Lysander. —No lo sé. – susurró Alessia, su voz sonaba nerviosa, sus palabras entrecortadas.- es posible que madre nos arranque la piel a tiras si descubre lo que sucedió entre nosotros y el príncipe. Sus palabras me hicieron dar un respingo y retroceder un paso. ¿Príncipe? Pensé. ¿Qué príncipe? En pocos pasos entre al establo, encontrando a mi par