Luego de un refrigerio del cual no pudo disfrutar casi nada y de un baño con sales aromáticas, Umara salió al jardín trasero que ella había ayudado a retablecer. Las flores se mecían al compás de la brisa vespertina exhalando una verdadera cacofonía de aromas.De la fuente de mármol volvía a brotar agua, pura y cristalina y por doquier las luciérnagas bailaban al ritmo de la brisa. Cerca, en una de las ramas del gran árbol ululaba un búho.Pasaron los minutos, los cuales se tornaron horas y a las cinco horas justas de su espera el corazón de Umara se tornó de piedra.No quería ni imaginar que él no había venido porque estaba con otra…¿pero qué otra explicación había para su ausencia?Andando de un lado para el otro dentro de los aposentos imperiales, Umara enfrentó una vez más la cruz principal de su existencia. Alessios no era suyo solamente, nunca lo había sido y nunca lo sería. Delante de sí se abrían los años que habrían de venir, en una constante sucesión de días ocultando su lab
SEGUNDA PARTE:Veinte años después.Alessios:Grandes cambios ha sufrido el imperio en los últimas décadas. Grandes cambios de los cuales ella tiene toda la culpa.Poco a poco todos los territorios conquistados pasaron a ser provincias imperiales, lo cual le otorgó a su gente voz y voto en los planes y proyecciones a futuro. Los esclavos, fueron liberados paulatinamente, sustituyendo sus trabajos forzados por la labor de siervos, pagados por sus señores.Por supuesto que hubo resistencia a los cambios, más de un noble amenazó con mi muerte y más de un esclavista incumplió la ley; todos fueron comida para los cuervos. Además, el progreso no se logró en unos pocos días, se alcanzó lentamente, y con el paso de los años.Si de algo se pudiera enorgullecer ella, es de lograr lo imposible, no lo niego, nunca lo ocultaría; ordené la abolición de la esclavitud para complacerla. Estaba convencido de que esa noticia la alegraría enormemente, y pensé…que tal vez…la haría regresar a mí.—¿Piensas
Ante la mirada incrédula de Cítiê, la líder nómada se deshizo de su velo, revelando a Lady Umara.En instantes, el ambiente del gran salón se tensó. El Emperador contemplaba a su esposa extraviada con un brillo asesino en sus dorados ojos y ella le devolvía una mirada cargada de malos augurios.Antes de que fuera derramada sangre sobre el suelo del salón del trono, la mujercita decidió tomar cartas en el asunto, descendiendo la escalinata, con paso ligero pero regio.—¡Que sean alabados los dioses en el día de hoy!- vociferó teatralmente.- ¡regocíjate oh Imperio, porque no sólo han venido a prestar juramento tus nobles a la capital; sino que además celebramos el regreso de Cimbel!Los nobles exhalaron una exclamación se sorpresa, una gran expectación se apoderó de los presentes, todos querían mirar a la gran Luna roja, a la mujer que había salvado al imperio. Un murmullo de admiración y júbilo ascendió, llenando todo el salón hasta convertirse en un estruendo ensordecedor.Cítiê llegó
—Nosotras también te echamos de menos, Cimbel.-Respondió Zai, con una enorme sonrisa.Las mujeres del pabellón habían cambiado. Veinte años no pasan en vano.Zai llevaba su rojiza cabellera completamente trenzada, mientras Mem se había rapado la blanca suya casi completamente. Y Burya…bueno, la rusa traía su dorada cabellera más larga y reluciente que nunca. Por lo demás, todas mostraban en sus rostros las esperadas señas de la edad.—Ha sido un gran shock para todos, el pueblo está eufórico de júbilo, muchos consideran el regreso de la diosa como una señal de buena fortuna.—¿Cuánto tiempo vas a quedarte? ¿Has visto los grandes cambios en la ciudad?¿ Sabes que…?—Rusa.- gruñó Mem.Umara sonrió en lo que mordía un panecillo. Oh, sí, el tiempo había pasado indudablemente, pero las chicas seguían siendo las mismas.***—Eres terrible Cítiê.—Era necesario.—¿Estás segura?—Completamente.Burya tamborileó con sus dedos sobre la madera de la mesa. Umara se había retirado hacía unos instan
Umara bebió de la jarra, la fresca agua parecía mejorar la ardiente sed que la atenazaba pero no la quitaba por completo. Se tensó al instante al sentir el masculino cuerpo que se pegaba a su espalda, al tiempo que un brazo de hierro rodeaba su cintura. Alessios escondía su rostro en sus cabellos, inhalando su aroma.—Después de tanto tiempo sigues oliendo igual.- susurró en su oído haciéndola estremecer, al tiempo que depositaba un húmedo beso en su cuello.- hueles a tierra mojada y a lluvia.En un movimiento brusco, Alessios cerró la plateada gargantilla alrededor del cuello de ella y se apartó. Umara tragó en seco. Acariciando la fría prenda con sus dedos.—¿Qué es esto, Señor?- susurró nerviosamente.Alessios la contempló con expresión pétrea.—¿No te atreves a adivinar qué podría ser?- masculló.Umara volvió a acariciar la plateada gargantilla que rozaba la piel de su pecho, causando que se le pusiera la piel de gallina.—Es plata mágica obviamente.- explicó Alessios, cruzando su
Umara: Me encamino al establo, he preguntado por mi escolta y los guardas de Palacio me han informado que el Emperador les envío allí a pasar la noche. Las ironías del destino no conocen límites. —Si le contamos a madre se pondrá histérica, ya sabes cómo es.- protestó Lysander. —Y si no le contamos nos castigará cuando lo descubra.- masculló Alessia. Dirigí mi mirada hacia los cielos. Mis hijos, mis mellizos, han sido un imán constante para los problemas desde el día en que dieron sus primeros pasos. —¿Castigarnos? Oh, por favor hermana, ya estamos demasiado grandes para que madre nos castigue, será peor, nos desterrará.- se mofó Lysander. —No lo sé. – susurró Alessia, su voz sonaba nerviosa, sus palabras entrecortadas.- es posible que madre nos arranque la piel a tiras si descubre lo que sucedió entre nosotros y el príncipe. Sus palabras me hicieron dar un respingo y retroceder un paso. ¿Príncipe? Pensé. ¿Qué príncipe? En pocos pasos entre al establo, encontrando a mi par
Un mes antes:En las elevadísimas montañas del Norte era demasiado fácil perderse. Las altas cumbres se extendían por millas y millas y no servía de nada guiarse por la posición de los astros porque los montes estaban configurados en posición de meseta y sus escarpadas rocas te forzaban a caminar en círculos entre ellos hasta perder la cordura.Según las leyendas sólo los nómadas eran capaces de cruzar las filosas cumbres sin que peligrasen sus vidas, pero nuestro muchacho en cuestión no era un nómada, lamentablemente.Assian disfrutaba probando sus límites. Escapar de las estrictas reglas y los protocolos de palacio y vivir aventuras era su pasatiempo principal, sin embargo esta nueva correría le estaba resultando difícil en lo extremo.Llevaba semanas en su forma animal y eso no era bueno. Sabía , por las crónicas imperiales que su madre tanto se empeñaba en hacerle leer , que algunos de sus antepasados habían perdido su humanidad al permanecer demasiado tiempo en la piel del lobo p
Hasta hacía instantes, habían estado jugando como cachorros que se conocían de toda la vida. Al parecer, los lobos de ambos no tenían reparos a la hora de interactuar, sin embargo, en sus formas humanas se miraban con desconfianza.Alessia había aprendido de su madre, la líder de los nómadas, que a veces, si quieres respuestas y confianza de una persona debes estar dispuesto a darlas tú primero. Aclarándose la garganta, comenzó.—Mi nombre Alessia, soy hija de la chamán de las tribus nómadas del norte. Mi hermano y yo nos separamos hace tres días y lo espero aquí. ¿Y tú?¿Quién eres y cómo has llegado a estas montañas?Assian no salía de su asombro. Una nómada, había encontrado una nómada. Según se contaba, esa gente había desaparecido por completo hacía veinte años sin embargo, él tenía una justo enfrente. Y no una cualquiera, sino una cambia-formas, como él.La contemplaba con curiosidad y por un momento pensó contarle la verdad pero desechó la idea.—Mi nombre es Assian, soy un exp