Como antaño:

Ante la mirada incrédula de Cítiê, la líder nómada se deshizo de su velo, revelando a Lady Umara.

En instantes, el ambiente del gran salón se tensó. El Emperador contemplaba a su esposa extraviada con un brillo asesino en sus dorados ojos y ella le devolvía una mirada cargada de malos augurios.

Antes de que fuera derramada sangre sobre el suelo del salón del trono, la mujercita decidió tomar cartas en el asunto, descendiendo la escalinata, con paso ligero pero regio.

—¡Que sean alabados los dioses en el día de hoy!- vociferó teatralmente.- ¡regocíjate oh Imperio, porque no sólo han venido a prestar juramento tus nobles a la capital; sino que además celebramos el regreso de Cimbel!

Los nobles exhalaron una exclamación se sorpresa, una gran expectación se apoderó de los presentes, todos querían mirar a la gran Luna roja, a la mujer que había salvado al imperio. Un murmullo de admiración y júbilo ascendió, llenando todo el salón hasta convertirse en un estruendo ensordecedor.

Cítiê llegó
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