Hasta hacía instantes, habían estado jugando como cachorros que se conocían de toda la vida. Al parecer, los lobos de ambos no tenían reparos a la hora de interactuar, sin embargo, en sus formas humanas se miraban con desconfianza.Alessia había aprendido de su madre, la líder de los nómadas, que a veces, si quieres respuestas y confianza de una persona debes estar dispuesto a darlas tú primero. Aclarándose la garganta, comenzó.—Mi nombre Alessia, soy hija de la chamán de las tribus nómadas del norte. Mi hermano y yo nos separamos hace tres días y lo espero aquí. ¿Y tú?¿Quién eres y cómo has llegado a estas montañas?Assian no salía de su asombro. Una nómada, había encontrado una nómada. Según se contaba, esa gente había desaparecido por completo hacía veinte años sin embargo, él tenía una justo enfrente. Y no una cualquiera, sino una cambia-formas, como él.La contemplaba con curiosidad y por un momento pensó contarle la verdad pero desechó la idea.—Mi nombre es Assian, soy un exp
Aquella noche se echaron juntos, hacía demasiado frío y a la loba le castañeteaban los dientes. Mientras más tiempo pasaban juntos, más extraño se sentía Assian. Sabía que debía regresar al sur, pero se rehusaba a dejarla sola. Por mucho que la chica juraba estar esperando a su hermano, en su opinión, estaba perdida, pero era demasiado orgullosa como para pedir ayuda.Sin embargo, al amanecer, se descubrieron uno en los brazos del otro y en sus formas humanas.Alessia no lo podía explicar. Sentía una gran atracción por aquel forastero. Dormir contra su cuello, contra su pecho le resultaba pacífico.—Volviste a tener la pesadilla.- explicó el, pasándole la mano por la cabeza.- llorabas y gemías en sueños. Intenté consolarte, cambiando a mi forma humana y en minutos tú también lo hiciste aunque permaneciste dormida.Alessia tragó en seco.—Gracias.- susurró.—¿Podrías contarme?- ofreció él.- mi madre dice que los problemas compartidos pesan menos.Alessia suspiró.—Desde que era una niñ
Una semana antes del regreso de Umara a la capital:—Algo le sucede al cachorro.- comentó Zai, bebiendo de su té favorito.—¿A qué te refieres?- preguntó Burya, masticando un pastel.—¿No lo han notado? Desde que regresó de su última correría se la pasa melancólico, y distraído.—Ahora que lo mencionas, sí… me ha extrañado grandemente que desde hace casi un mes no se escapa a dar sus paseos por el reino. Y sí, se le ve…no sé, ¿triste?Cítiê escuchaba la conversación de las demás mujeres del concejo con atención. Ella también había notado que Assian llevaba un tiempo comportándose extraño. Había pensado que tal vez las constantes reprimendas de su padre habían terminado por hacer mella en su espíritu juvenil y despreocupado, sin embargo, ahora creía que la aflicción que se había apoderado de su hijo se debía a otra cosa.—Nuestro cachorro está enamorado.- comentó, y las demás la miraron con espanto.—¿Cómo lo sabes? ¿ La has visto?¿ Quién…?- balbuceó Burya.Cítiê sonrió, bebiendo de su
Assian elevó un hombro sin darle mucha importancia a aquello y salió del sitio de su caballo.Kabir llamó a otros peones y entre todos comenzaron a mover el heno para los forasteros.Assian salía del establo cuando un estremecimiento lo recorrió.¡Olía a ella!Y era imposible. La fierecilla que lo había engatusado, usado y luego abandonado estaba lejos, muy lejos.Demasiado lejos. Además, allí en el establo solo había hombres.Assian abandonó el establo, pateando una piedra del suelo. Tal vez ya iba siendo hora de intentar olvidarla en serio, tanta melancolía parecía estar afectando su mente.***El capataz del establo rió a carcajadas.—¿Oh, el príncipe? Todo un galán con las mujeres. No hay sirvienta que se le resista. Vosotros también, al ser jóvenes y varoniles deben tener sus doncellas suspirando tras vosotros, de seguro.Había venido a traerles la cena y se había quedado a beber con ellos. Alessia y Lysander mantenían sus rostros ocultos por órdenes de su madre. Umara les había
Umara:Él se negaba a creerme, fue tanta su duda que demandó verlos por sí mismo a la mañana siguiente y así sucedió. Nos reunió en la sala del té junto con su consejo privado, Cítiê, Zai, Mem y Burya no salían de su asombro.La cabellera larga e imposiblemente negra de los mellizos, además de sus resplandecientes ojos dorados gritaba a los cuatro vientos que realmente sí eran hijos suyos.—¿Cuantos años tenéis?- interrogó Cítiê.—Diecinueve.- contestaron al unísono ellos.—¿Que sabéis de vuestro padre?- susurró Burya, visiblemente consternada.Ambos me miraron y yo asentí.—Padre fue un gran guerrero, un rey entre su gente. Madre le conoció en su juventud pero no pudieron permanecer juntos…- explicó Alessia.—Porque el destino se opuso y ella tenía responsabilidades para con los pueblos nómadas.- termina Lysander, recitando la misma explicación que he repetido durante años.Alessios me mira como si fuera su peor enemiga y tiene toda la razón, al fin al cabo lo privé de la posibilidad
Umara palideció.—¿Cassandra?—Sí. El día antes de que desaparecieras, Cítiê bajó a los calabozos por pedido tuyo y constató que Cassandra estaba realmente enferma. Hizo venir a los médicos imperiales y ellos dieron con la causa de la gran debilidad que ella sufría. Estaba embarazada, de Emir obviamente. Hacía años que yo no la tocaba.Alessios cruzó sus brazos sobre su pecho, mirándola con fijeza.—Esa noche no fui a nuestros aposentos porque mi primera intensión al descubrir lo que ocurría fue sentenciar a muerte a Cassandra y terminar con todo, eliminando al bastardo antes de que naciera. Pero las Lunas lograron persuadirme, estuvieron convenciéndome por horas, hasta que finalmente accedí a dejarlos vivir.Umara mojó sus labios resecos.—Entre todas criaron al niño. A todas las llama madre y las respeta enormemente. Así que, como ves, tus miedos son infundados. Nuestra hija y él no son hermanos.—¿Qué fue de Cassandra?- musitó Umara, respirando aliviada ante la noticia.—Murió dand
Umara dormía intranquilamente, su sueño era incoherente y violento, causándole estremecimientos.En sueños veía a Alessia transformada en lobo y sangrando de un costado, terriblemente mal herida. El colchón sobre el que reposaba se hundió, bajo el peso de otro cuerpo y automáticamente abrió los ojos, sentándose sobre la cama, con el corazón acelerado y sufriendo un terrible pánico.—¿Qué sucede? Llorabas en tus sueños, repitiendo el nombre de nuestra hija una y otra vez.- susurró Alessios acercándose a ella.A pesar de que compartían aposentos, hacía semanas que él no la abrazaba mientras dormían, no la besaba al despertar, no le hacía el amor…Umara liberó un sollozo de dolor, lanzándose contra el fornido pecho de su esposo.—No lo permitas Alessios, no permitas que nuestros hijos se enfrenten a duelo. ¿Qué será de Assian si por su testarudez asesina a su mate? ¿Quién consolará a Alessia si su orgullo la lleva a asesinar al amor de su vida?Al verla tan angustiada y llorosa, Alessios
Amaneció un sol sangriento aquella mañana. Alessia se bañó antes del amanecer en la piscina interior del pabellón, mientras Assian la observaba con indiscutible interés. —Aun estamos a tiempo.- susurró él. —No sabía que eras tan cobarde.- se burló ella. Él achinó sus ojos, levantándose de sobre los cojines y descendiendo lentamente a la piscina con ella. Al llegar cerca, la tomó de la nuca, tirando de ella hasta subirla a su regazo. —¿Cobarde?- masculló él, colérico.- ¡ven aquí, que voy a ensenarte un cobarde! Alessia rió, en lo que sus labios chocaban y comenzaban a besarse con desesperación. —Vamos a llegar tarde.- suspiró ella, abriéndose de piernas y ofreciéndole sus pechos. —Si por mí fuera, no saldríamos nunca de este sitio.- sollozó él, adentrándose en ella. *** Umara estaba nerviosa. Mucho dependía del resultado del enfrentamiento esta mañana. A diferencia de Alessios, ella no compartía una expectativa optimista, si lo más mínimo salía mal, podría perder a su hija y