LVI. ¿Dónde está Mateo?

Salimos de la corte, todos con una sonrisa en el rostro.

No sé de donde Alan sacó una piruleta de colores y se la dio a Mateo, que ahora se la comía muy concentrado en sus brazos.

Pues sí, en los brazos de Alan, que lo llevaba cargado con mucha naturalidad y confianza. Era una hermosa imagen, al menos para mí.

- Bueno Sr. Kingsley, aquí concluyen mis servicios, así que le aconsejo que sigan todas las indicaciones de la corte durante estos meses que van a estar bajo supervisión para no tener que volvernos a ver las caras- nos dijo el abogado, cuando ya bajamos las escaleras del juzgado y estábamos listos, cada uno para tomar el auto e irnos a casa.

- Pero, disculpe, no entendí muy bien ese asunto, ¿tenemos que vivir juntos?- le pregunto incrédula y recuerdo que esta cuestión se había quedado pendiente.

- Por supuesto, Srta. Monroe- responde mirándome – Ustedes declararon que vivían juntos, como una pareja de amantes comprometidos para el matrimonio y la jueza quiere evaluar como su fut
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