LVII. Un ángel al rescate

- Espera, creo que la puerta de la habitación de mi abuela está abierta- me dice de repente Alan casi susurrando.

No acercamos sin hacer mucho ruido al cuarto y el alma me regresó al cuerpo cuando veo a Mateo frente a la cama de la Sra. Kingsley. Increíblemente, está sosteniendo con sus dos manitos la mano más grande y arrugada de la abuela de Alan.

- Tía, la abuelita se despertó y estaba tratando de llamarlos- me dice Mateo girando su cabecita para mirarme.

- ¡Abuela!- escucho a Alan a mi lado que se precipita hacia la cama donde la Sra. Elba está mirándolo, como media desorientada y sin poder hablar por la máscara de oxígeno, que tiene colocada.

Alan toca el botón de emergencia que está en el respaldar de la cama de hospital y comienza a hablar suavemente con la señora mayor, tomando la mano, que mi pequeño sobrino sostenía hace un momento.

Le hago señas a Mateo para que salgamos y le demos su espacio.

Además, no quiero que lo primero que vea esta señora al despertarse sea mi cara,
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