Después de cenar, Amanda se sintió cansada y decidió recostarse un rato. Mientras tanto, Helena, la madre de Pablo, llevó un caldo de pollo para la resaca a la habitación de su hijo.Pablo acababa de salir de la ducha, sintiéndose un poco más fresco, aunque todavía mareado por estar tan bebido.—Toma, bebe esto. Nunca te ha gustado beber, siempre evitas el alcohol cuando puedes. ¿Qué pasó hoy? ¿acaso intentas impresionar a esa muchacha?—Mamá, lo hice porque quise.—No digo que Amanda sea mala, al contrario, me gusta mucho. Pero parece que hay algunos rumores sobre ella. ¿No escuchaste que fue secuestrada una vez…?Helena no recordaba dónde había oído eso, solo sabía que Amanda había caído en manos de secuestradores en algún momento. No se sabía qué había sucedido exactamente, pero ese tipo de historias siempre dejaban una sombra sobre la reputación de una persona, y las cambiaban para siempre.—¿Y qué con eso? Ella fue la víctima. Mamá, por favor, nunca menciones esto delante de ella
Pablo y Amanda se encontraban en la puerta del asilo, y para su sorpresa, se encontraron con Jorge allí.Jorge acababa de llegar y, al reconocer el auto de Pablo, su mirada quedó fija en él. —¿Quieres que baje a explicarle a Jorge lo de anoche? No vaya a ser que se haga una idea equivocada, eso no estaría bien. No quiero mal entendidos.—No hace falta, él no es una persona desconfiada… —no llegó a terminar la frase en voz alta, pero en su mente completó— tampoco le importa tanto. O ¿sí? Recordó en el pasado los episodios de celos que Jorge expresaba por la situación con Lucas, en ese momento, aunque fuera algo exagerado; por lo menos demostraba que le importaba.Pablo dio la vuelta con el coche y se fue. Amanda se acercó a Jorge.—¿Por qué él te trae?—Tuve un problema con una llanta y dejé el coche en el taller. Esta mañana era difícil encontrar taxi, así que Pablo se ofreció a traerme.—¿Así que anoche se quedaron juntos? —preguntó Jorge, con una voz seria.—Anoche lo llevé a casa
—Ami, ¿es cierto lo que dijo Jorge? ¿Te quedaste en casa de un compañero?Amanda sentía una gran presión, deseando que la tierra se la tragara en ese momento, ¿cómo era posible que Jorge la comprometiera de esta manera?Se apresuró a explicar lo que había ocurrido la noche anterior.—Ya veo, aunque la situación sea comprensible, el abuelo igual tiene que darte un tirón de orejas. Después de todo, estás casada, y quedarte en casa de un compañero hombre no es lo más adecuado. Le debes un poco más de respeto a tu pareja.—Abuelo, prometo que no volverá a ocurrir.—Abuelo, Ami también me dijo que, si yo tenía que malinterpretarlo, no podía hacer nada al respecto. ¿Será que estoy siendo demasiado celoso?Ami y el abuelo lo miraron como si hubieran visto un fantasma.Jorge no era del tipo que adoptaba un tono dolido, y mucho menos que se victimizaba. Por lo general, era frío e impasible, sin mostrar la más mínima emoción. La atmósfera en la sala se volvió tan fría que parecía congelarse, Jor
—Jorge, ya he yo accedido a lo que me has pedido, ahora quisiera yo hacerte una petición. Aún no comprendo lo nuestro, hay demasiados secretos y eso ha sido lo que nos ha separado, no te pido que me cuentes todo sobre ti o tu familia, pero creo que merezco un poco más de consideración.—Mira, voy a contarte lo que viví, y de donde nace mi dificultad para perdonarte. Espero que esto ayude a que luego tu puedas abrirte también conmigo.—Jorge, yo sé que no iban a dejarme morir de hambre, pero cuando llegas al extremo, ya no eres capaz de pensar. Solo pasé hambre durante algunos días, pero tú no sabes lo que se siente tener el estómago vacío. No podía caminar, veía luces destellando delante de mis ojos, y hasta tuve alucinaciones. Quería comer cualquier cosa.—Sentía como si miles de manos desde mi estómago se extendieran hacia mi garganta, suplicándome que comiera algo. Solo podía beber agua, hasta que terminé vomitando y yendo al baño sin parar. Esa sensación de falsa saciedad desaparec
Los dos se quedaron a almorzar en casa del abuelo. Después de descansar un rato, pasaron la tarde jugando al ajedrez y revisando un libro de recetas, disfrutando de un día lleno de actividades.Por la noche, Jorge llevó a Amanda de regreso a casa en coche.—Olvidé algo aquí, ¿puedo entrar a buscarlo?—Esta es tu casa, después de todo.Jorge la siguió al interior, y para su sorpresa, en la sala estaba Pablo Camarero.—¿Pablo? ¿Qué haces aquí?Amanda se mostró algo sorprendida. Al atardecer, la asistenta le había llamado para informarle que Pablo había traído de vuelta su coche, pero ella no había contestado.Como agradecimiento, la asistenta lo atendió y le brindo un cafecito. Lo normal hubiera sido no quedarse en la casa, debido a que Amanda no se encontraba ahí. Sin embargo, había esperado ya más de una hora.—Recordé que tenías algunas revistas de moda de ER que ya no se consiguen. Quería aprovechar para pedirte prestadas.—Ah, claro. Te las llevaré en un momento están en el estudio.
Pablo se quedó congelado, con los puños apretados. Sabía que había violado los principios morales, que era despreciable y sin escrúpulos. Pero…Se giró y miró fijamente a Jorge:—No debería haber hecho esto, pero me has decepcionado demasiado. Ya que no puedes protegerla ni darle todo lo que quiere, ¿por qué no soltarla y dejar que alguien más adecuado aparezca?—¿Alguien más adecuado? ¿Tú?—¿Es que no lo soy? No es que seas imprescindible para ella, ¿por qué...?—¿Y tú cómo sabes que no lo soy? Te lo diré claramente, llevo mucho tiempo planeando esto, no es algo de un día para otro.Jorge interrumpió fríamente las palabras de Pablo, avanzando a grandes zancadas con una presión intimidante emanando de él. Parecía un demonio surgido del infierno, y Pablo se sorprendió al notar el sudor en su espalda. Sin embargo, a pesar de ello, no retrocedió ni un paso. Retroceder sería admitir la derrota.—Lo admito, por un momento de descuido la lastimé, pero eso no volverá a suceder. Y no pienses e
Amanda sostenía el paraguas mientras se acercaba.—No pasa nada, conduciré despacio.—Espera a que pare la lluvia. ¿Y si pasa algo?Cuanto más insistía Jorge T, más intranquila se sentía Amanda. Si algo le sucedía, se sentiría culpable toda la vida.Jorge finalmente salió del coche “a regañadientes”. Miró la lluvia torrencial y sintió una inexplicable gratitud.—La ropa está empapada, ve a darte una ducha y ponte algo seco. Preparad un poco de té de jengibre para calentarnos luego.—Tú también deberías darte una ducha.—Claro.Amanda regresó a la casa, preocupada por Pablo.Ya había pasado cuarenta minutos desde que se fue; en teoría ya debería haber llegado a casa, pero temía que algo le hubiese retenido.Llamó a Pablo varias veces, pero nadie contestaba. Después de ducharse, volvió a intentar, y finalmente Pablo contestó.—¿Has llegado a casa, Pablo?—Sí, ya estoy en casa.La voz de Pablo era apagada, algo en su tono no estaba bien. ¿Qué había sucedido?—Me alegra. Mañana te llevaré
Amanda escuchó esas palabras y sus orejas se enrojecieron tanto que parecían poder sangrar.Dios mío, ¿en qué piensan las chicas jóvenes de hoy en día?Tosió ligeramente dos veces para recordarles que se comportaran.Las sirvientas se callaron de inmediato y bajaron la cabeza, ocupándose de sus tareas.Amanda tomó rápidamente su teléfono y se fue. Aproximadamente media hora después, Jorge bajó las escaleras, ya vestido con su traje impecable, corbata perfectamente anudada y con el último botón de la camisa abrochado.Todo su ser emanaba una sensación de autocontrol, formando un marcado contraste con su aspecto después del ejercicio, pero esto no hacía sino aumentar su atractivo.—¿Te llevo a la empresa?—No, iré en mi coche, así será más fácil volver por la noche.Amanda rechazó la oferta.Jorge apretó ligeramente los labios, sin decir nada más.El desayuno transcurrió en un silencio absoluto; Jorge era de esas personas que comían y dormían de forma tranquila, siempre controlado y sere