La cena transcurrió de manera tranquila, aunque no todos estaban atentos a las conversaciones que estaban aconteciendo a su alrededor. Allie parecía perdida en sus pensamientos, mientras Gabriel, no dejaba de mirarla, pensando en lo mucho que extrañaba volver a sentir la suavidad de su piel. La convivencia se estaba conviertiendo en una tortura y no tenía idea de como enfrentar el tiempo que faltaba. —Gracias por la cena —dijo Leonard a Emma, poniéndose de pie—. Como siempre, estuvo deliciosa. —Nada que agradecer —respondió, la mujer con amabilidad. —Te acompaño a la puerta —ofreció Joseph. —Nos vemos el sábado —señaló a Gabriel y Allie—. No me fallen, es importante. —No lo haremos —aseguró Allie, obteniendo una mirada molesta de Gabriel. —Si ella lo dice —bufó, pero nadie le prestó atención. Apenas se fue el abogado, Gabriel recogió su plato y lo llevó a la cocina. —Buenas noches, señoritas —Se despidió.—Descansa, hijo —dijo Emma—. Mi niña, deja que Faith se encargue de los
Gabriel se despertó ansioso por encontrarse con Allie. Verla llegar tan agotada la noche anterior, le oprimió el pecho y no entendía ese afán que tenía por trabajar tanto, si ahora podía contar con más apoyo económico al recibir la mensualidad que le dejó su abuela. Misma razón que lo llevó a negarse cuando la enfermera aceptó la propuesta que tan estúpidamente le hizo tiempo atrás, pensando sólo en sí mismo y en la honra de su padre, de la que cada día estaba más dudoso.Se desperezó en la cama y se apresuró en ir al baño, lavarse los dientes, la cara y bajar, deseando encontrarla desayunando en la cocina, conversando alegre con Emma y Faith.Bajó las escaleras animado y cuando entró en la cocina, sólo vio a Emma, que terminaba de lavar los trastes del desayuno.—Buenos días —saludó—. ¿Dónde está todo el mundo? —preguntó intrigado.—Buenos días, hijo —respondió la mujer—. Joseph fue a dejar a Faith a los Scouts, Allie salió muy temprano en la mañana —Se quejó —, no sé de dónde saca e
—¿Estás bien? —preguntó Allie, preocupada. —Ahora me siento mejor —respondió, abrazándola con fuerza e inhalando su aroma. —Sé que todo esto debe ser difícil para ti, pero también estoy segura que lo mejor es que conozcas la verdad y qué mejor que contada por tu abuela. —Lo sé —suspiró— ¿Puedo pedirte algo? —Se alejaron un poco para mirarse a los ojos. —Sí. —No quiero hacer esto solo —pidió—.¿Me acompañarías a leer el diario? —Esa petición la tomó por sorpresa, ya que imaginaba que al ser algo tan privado, lo mejor era que lo hiciera solo, pero al ver la manera en la que había reaccionado con la primera página, necesitaba estar a su lado para apoyarlo. —Por supuesto, te acompañaré —afirmó. —Gracias —contestó Gabriel. La tomó de las mejillas y depositó un tierno beso en su frente—. Eres tan especial, que ahora entiendo porque mi abuela te consideró para su herencia —Allie lo miró sorprendida. Si bien era cierto que las cosas entre ellos no habían iniciado de buena manera
Como cada día, Emma entró a la mansión y fue directamente a la cocina para comenzar a preparar el desayuno y alistar las cosas para el almuerzo. Estaba distraída, cortando un poco de fruta, cuando Faith entró muy alegre, para ayudarla. —Buenos días, mamá, ¿necesitas que te ayude en algo? —preguntó, dejándole un sonoro beso en la mejilla, como saludo. —Buen día, hija —Se volteó a pensar un momento y asintió. —Si quieres, inicia sacudiendo los sillones en la sala, por favor. —¡Voy! La chica puso algo de música en su celular, se puso los audífonos y bailando, se fue animada a la sala. Luego de dar unos cuantos pasos de baile y tararear una de sus canciones favoritas, se acercó a los cómodos sillones, donde se encontró con Allie y Gabriel, profundamente dormidos y abrazados. Ahogó un grito emocionado con sus manos y no dudó en tomarles una fotografía, inmortalizando el momento y corriendo de vuelta a la cocina, para contarle las novedades a su madre. —¡Mamá! —exclamó, al entrar—. A
Gabriel se puso de pie de un salto, dejando caer el diario al suelo. —¡Esto no puede ser! —gruñó con furia—. ¿Qué maldito enfermo hace algo así? —Allie recogió el diario, lo dejó sobre la mesa y se puso de pie. —Gabriel necesitas… —Ese hombre no tiene idea de lo que hizo —bufó interrumpiéndola—. Muchas personas sufrimos por sus acciones, pero mi abuela… —Se cubrió la cara, para cubrir sus lágrimas. Allie lo abrazó con fuerza intentando tranquilizarlo, aunque ella también sentía una enorme opresión en el pecho, al imaginar todo lo que sufrió su querida Martha. —Necesito salir —dijo Gabriel, alejándose. —¿A dónde vas? —preguntó Allie, siguiéndolo por la escalera. —Voy a cambiarme, no puedo quedarme aquí o me voy a asfixiar. —Yo voy contigo —Gabriel se detuvo abruptamente, para mirarla. —¿Estás segura? —Por supuesto. Me cambio y nos vamos —aseguró, entrando a su habitación. Después de unos minutos bajó y Gabriel la estaba esperando en la cochera. No quería dejarlo solo, pe
Emma terminó de preparar el café y Faith le ayudó a acomodar las tazas, azúcar y crema en una bandeja.—¿Será ese hombre la razón por la que Allie anda en la luna? —preguntó Faith a su madre—. Es un tipo muy guapo —aseveró.—No lo sé, hija. Solo te voy a pedir que no hagas comentarios desafortunados con Allie —respondió.—Aunque no se le iluminó el rostro cuando lo vio… —dijo pensativa.—¡Faith! —La joven dio un respingo y asintió, su madre le entregó el café y se encargó de llevar lo demás. Apenas entraron a la sala, la bandeja resbaló de las manos de Emma, por la impresión ante la escena frente a sus ojos, dejando caer una de las tazas, lo que hizo que Allie y Gabriel dejaran de besarse, para alivio de un incómodo Alexander, que no sabía dónde meterse, mientras la pareja se besaba.—Lo siento —Se disculpó la mujer, mientras Faith hacía todos los esfuerzos posibles por no ponerse a saltar de alegría, al ver a quienes consideraba sus amigos, besándose apasionadamente—. Ayúdame hija,
Pasaron unos minutos en los que Gabriel lloró como nunca antes, sacando todo ese dolor que sentía por su abuela, por su padre, también por su madre, quién sufrió indirectamente la situación, y por ese pequeño, que siempre intentó ser suficiente para ver feliz a su familia. —Ahora me siento culpable contigo —mencionó, poniéndose de pie. —¿Conmigo? —preguntó Allie, sin entender y con el corazón acongojado, por haber visto a Gabriel romperse ante la cruda historia de Martha. —Sí, fui injusto contigo desde el primer día que te conocí y egoísta, pensaba solo en mi bienestar y nunca me importó nada más. —Aunque no lo creas, lo entiendo —suspiró—. Estabas resentido, no sabías todo lo que Martha había pasado y te dolía imaginar que no buscó a tu padre. —Tal vez, pero eso no es una justificación —comentó avergonzado—. ¿Podrás perdonarme algún día? —Es complicado, además, a veces sigues siendo un idiota —bromeó, intentando robarle una sonrisa. —Allie Curtis —dijo, poniendo una rodil
Tras una última ronda de las enfermeras para revisar a Timmy, Allie se acostó a su lado y le leyó un cuento, como tanto le gustaba al pequeño que lo arrullara. Gabriel los miraba enternecido y sin poder comprender cómo es que su corazón latía con tanta fuerza en su pecho; sus pensamientos lo estaban llevando por lugares inhóspitos para él y eso, además, lo tenía sumamente abrumado. La vibración en su pantalón lo alertó de una llamada, por lo que se puso de pie y salió en silencio de la habitación para contestar. Alzó una ceja, al ver que era el abogado al teléfono. —Hola, Leonard —contestó—. ¿A qué debo el honor de tu llamada? —Hola, Gabriel. Me enteré que estás acompañando a Allie en el hospital y, aunque me sorprende un poco, quería decirte que tienes mi permiso para quedarte fuera esta noche —mencionó, sorprendiendo al castaño, quien había olvidado ese pequeño e importante apartado de las cláusulas. —Lo había olvidado por completo, hemos estado todo el día aquí —confesó. —No