—¿Estás bien? —preguntó Allie, preocupada. —Ahora me siento mejor —respondió, abrazándola con fuerza e inhalando su aroma. —Sé que todo esto debe ser difícil para ti, pero también estoy segura que lo mejor es que conozcas la verdad y qué mejor que contada por tu abuela. —Lo sé —suspiró— ¿Puedo pedirte algo? —Se alejaron un poco para mirarse a los ojos. —Sí. —No quiero hacer esto solo —pidió—.¿Me acompañarías a leer el diario? —Esa petición la tomó por sorpresa, ya que imaginaba que al ser algo tan privado, lo mejor era que lo hiciera solo, pero al ver la manera en la que había reaccionado con la primera página, necesitaba estar a su lado para apoyarlo. —Por supuesto, te acompañaré —afirmó. —Gracias —contestó Gabriel. La tomó de las mejillas y depositó un tierno beso en su frente—. Eres tan especial, que ahora entiendo porque mi abuela te consideró para su herencia —Allie lo miró sorprendida. Si bien era cierto que las cosas entre ellos no habían iniciado de buena manera
Como cada día, Emma entró a la mansión y fue directamente a la cocina para comenzar a preparar el desayuno y alistar las cosas para el almuerzo. Estaba distraída, cortando un poco de fruta, cuando Faith entró muy alegre, para ayudarla. —Buenos días, mamá, ¿necesitas que te ayude en algo? —preguntó, dejándole un sonoro beso en la mejilla, como saludo. —Buen día, hija —Se volteó a pensar un momento y asintió. —Si quieres, inicia sacudiendo los sillones en la sala, por favor. —¡Voy! La chica puso algo de música en su celular, se puso los audífonos y bailando, se fue animada a la sala. Luego de dar unos cuantos pasos de baile y tararear una de sus canciones favoritas, se acercó a los cómodos sillones, donde se encontró con Allie y Gabriel, profundamente dormidos y abrazados. Ahogó un grito emocionado con sus manos y no dudó en tomarles una fotografía, inmortalizando el momento y corriendo de vuelta a la cocina, para contarle las novedades a su madre. —¡Mamá! —exclamó, al entrar—. A
Gabriel se puso de pie de un salto, dejando caer el diario al suelo. —¡Esto no puede ser! —gruñó con furia—. ¿Qué maldito enfermo hace algo así? —Allie recogió el diario, lo dejó sobre la mesa y se puso de pie. —Gabriel necesitas… —Ese hombre no tiene idea de lo que hizo —bufó interrumpiéndola—. Muchas personas sufrimos por sus acciones, pero mi abuela… —Se cubrió la cara, para cubrir sus lágrimas. Allie lo abrazó con fuerza intentando tranquilizarlo, aunque ella también sentía una enorme opresión en el pecho, al imaginar todo lo que sufrió su querida Martha. —Necesito salir —dijo Gabriel, alejándose. —¿A dónde vas? —preguntó Allie, siguiéndolo por la escalera. —Voy a cambiarme, no puedo quedarme aquí o me voy a asfixiar. —Yo voy contigo —Gabriel se detuvo abruptamente, para mirarla. —¿Estás segura? —Por supuesto. Me cambio y nos vamos —aseguró, entrando a su habitación. Después de unos minutos bajó y Gabriel la estaba esperando en la cochera. No quería dejarlo solo, pe
Emma terminó de preparar el café y Faith le ayudó a acomodar las tazas, azúcar y crema en una bandeja.—¿Será ese hombre la razón por la que Allie anda en la luna? —preguntó Faith a su madre—. Es un tipo muy guapo —aseveró.—No lo sé, hija. Solo te voy a pedir que no hagas comentarios desafortunados con Allie —respondió.—Aunque no se le iluminó el rostro cuando lo vio… —dijo pensativa.—¡Faith! —La joven dio un respingo y asintió, su madre le entregó el café y se encargó de llevar lo demás. Apenas entraron a la sala, la bandeja resbaló de las manos de Emma, por la impresión ante la escena frente a sus ojos, dejando caer una de las tazas, lo que hizo que Allie y Gabriel dejaran de besarse, para alivio de un incómodo Alexander, que no sabía dónde meterse, mientras la pareja se besaba.—Lo siento —Se disculpó la mujer, mientras Faith hacía todos los esfuerzos posibles por no ponerse a saltar de alegría, al ver a quienes consideraba sus amigos, besándose apasionadamente—. Ayúdame hija,
Pasaron unos minutos en los que Gabriel lloró como nunca antes, sacando todo ese dolor que sentía por su abuela, por su padre, también por su madre, quién sufrió indirectamente la situación, y por ese pequeño, que siempre intentó ser suficiente para ver feliz a su familia. —Ahora me siento culpable contigo —mencionó, poniéndose de pie. —¿Conmigo? —preguntó Allie, sin entender y con el corazón acongojado, por haber visto a Gabriel romperse ante la cruda historia de Martha. —Sí, fui injusto contigo desde el primer día que te conocí y egoísta, pensaba solo en mi bienestar y nunca me importó nada más. —Aunque no lo creas, lo entiendo —suspiró—. Estabas resentido, no sabías todo lo que Martha había pasado y te dolía imaginar que no buscó a tu padre. —Tal vez, pero eso no es una justificación —comentó avergonzado—. ¿Podrás perdonarme algún día? —Es complicado, además, a veces sigues siendo un idiota —bromeó, intentando robarle una sonrisa. —Allie Curtis —dijo, poniendo una rodil
Tras una última ronda de las enfermeras para revisar a Timmy, Allie se acostó a su lado y le leyó un cuento, como tanto le gustaba al pequeño que lo arrullara. Gabriel los miraba enternecido y sin poder comprender cómo es que su corazón latía con tanta fuerza en su pecho; sus pensamientos lo estaban llevando por lugares inhóspitos para él y eso, además, lo tenía sumamente abrumado. La vibración en su pantalón lo alertó de una llamada, por lo que se puso de pie y salió en silencio de la habitación para contestar. Alzó una ceja, al ver que era el abogado al teléfono. —Hola, Leonard —contestó—. ¿A qué debo el honor de tu llamada? —Hola, Gabriel. Me enteré que estás acompañando a Allie en el hospital y, aunque me sorprende un poco, quería decirte que tienes mi permiso para quedarte fuera esta noche —mencionó, sorprendiendo al castaño, quien había olvidado ese pequeño e importante apartado de las cláusulas. —Lo había olvidado por completo, hemos estado todo el día aquí —confesó. —No
Habían pasado algunos días en los que Gabriel y Allie pasaban el tiempo que tenían libre, juntos. Se quedaban en la misma habitación y visitaban a Timmy, aunque intentaban ser discretos, todo el mundo podía notar la química entre ellos. —Buenos días —saludó Gabriel, somnoliento.—Me parece que en cualquier momento me van a despedir del trabajo —mencionó Allie, vistiéndose con su uniforme al salir de la ducha. —¿Por qué?—Llevo días llegando tarde o justo a la hora de entrada —respondió, avergonzada. Gabriel se puso de pie y la abrazo.—Si eso pasa, sería perfecto, pasaríamos todo el día juntos. —¿Y cuando tú trabajes?—Me acompañas, así te aburriras conmigo fotografiando modelos. —Claro, debe ser muy aburrido ver chicas hermosas y perfectas posando para ti. —Y presumidas, exigentes y muy egocéntricas —agregó, haciéndola reír. —Nos vemos por la tarde —Se despidió, dándole un beso que Gabriel no dudo en alargar. —Pensándolo bien, otro día que llegue tarde no pasa nada —bromeó y
La vibración de un celular lo hizo despertar y cuando se dio cuenta que era el suyo, decidió levantarse sin despertar a Allie, y se fue a su habitación a contestar. —¿¡Cómo estás, greñudo!? —preguntó Becky, al otro lado del teléfono—. ¿Cómo va todo con Allie, abriste los ojos ya? —Hola, chicos —contestó, aún adormilado—. Mejor de lo que podría haber imaginado —Sonrió al recordar la noche anterior. —¡Qué esperas para contarnos, somos todo oídos! —exclamó su amiga, por lo que comenzó a contarle desde que ellos se fueron de la mansión hasta la noche anterior, dándole más énfasis al tema del diario y su abuela. —No sabes cómo me alegro de que, al fin, hayas conocido la verdad sobre tu abuela, Gabo —espetó Neil—. Pudimos notar lo buena que era, por cómo se expresaban todos de ella en la mansión. —No sabes cómo me hubiese gustado que mi padre leyera el diario, creo que su vida podría haber sido diferente y quizás me hubiera hecho más caso… —No te recrimines por la ineptitud de tu padre