SebastianEl cielo había tomado un azul extraño para aquella tarde de primavera. Se mezclaba con el púrpura y el naranja. Parecía un hermoso cuadro que yo moría por contemplar con mi hechicera.De no haber sido por lo ocurrido, lo habríamos conseguido.Primero, se escuchó el grito desgarrador de Isabella. Luego, llegó la explosión.—¡Código rojo! ¡Código rojo! —alguien bramó. Fuerte. Autoritario. Pronto supe que se trataba de Mauro— ¡Amenaza en el interior! ¡Rodeen el perímetro y protejan la casa! Repito…protejan la casa.El estallido alcanzó gran parte del exterior e invadió con fiereza el área de la cocina y la alberca. Las paredes blindadas de toda la casa palpitaron con tanta fuerza, que consiguieron dejarme un zumbido dentro de la puta sien.Por un instante, me abordó la sensación de que todo lo que nos rodeaba, pronto se vendría abajo, pero, por más insistente que fuera, se necesitaba mucho más que una granaba para forzar el blindaje de la casa.Que hayan burlado el anillo de se
BellaHaber sabido desde un principio que todo iba a terminar así, no bastó. La sola idea de aferrarnos a una posible forma de escapatoria, tampoco.Estábamos rodeados. Eran más que nosotros. No existía modo. Quizás por eso me aferré al contacto de Sebastian como si se tratase del último. Probablemente lo seria, pero ni siquiera eso me dio consuelo.Luego del protagonismo que robó aquella voz, se formó un silencio tétrico. De esos que te palpitan en los oídos y en los que incluso puedes escuchar el murmullo de tu respiración. La mía, para ese momento, apenas y conseguía escucharse con normalidad.Desvié la mirada, quería estar segura de que todos los míos estuviesen en perfectas condiciones. Mi prima estaba enroscada a mi mano como si fuésemos una misma, y aunque el único objetivo que teníamos por alcanzar era llegar hasta la azotea, todo de ella moría por desprenderse de mi mano e ir corriendo en pos de querer proteger al hombre que amaba. Mauro había sido sometido sobre sus rodillas
BellaReinó un angustiante silencio por todas partes. Caló en nosotros, robó alientos y desconcierto. Apenas tuvimos tiempo de reaccionar y enfrentarnos a la cruda realidad que nos acechaba.Y es que Gia había sido raptada en nuestras propias narices y no hubo nada que ninguno de nosotros pudiera hacer al respecto. Se había entregado por voluntad propia. No se necesitaba ser demasiado inteligente para saber que lo había hecho, lo hizo en pos de protegernos.El dolor cobró forma propia en cada uno de nosotros, incluso en el pálido rostro de Guadalupe, quien apenas había tenido tiempo de conocer a mi amiga.El silencio se prolongó excesivo y casi asfixiante hasta que la reacción de Carlo sucumbió con fuerza.Comenzó con un grito desgarrador que llenó todos los espacios de la casa y que causó estremecimientos. Luego cogió una silla y la lanzó contra la ventana, haciendo añicos el cristal que se desparramó por todos lados.La imagen que tuve de mi hermano en ese momento no fue más que la
GiaTemblaba.El frio habia comenzado a calar por mis huesos provocándome espasmos completamente involuntarios, incluso mis dientes titiritaban. Tenia la garganta seca y me costaba horrores llegar a respirar con absoluta normalidad. Pese a mis parpados caídos, el primer indicio del amanecer se coló a través de la ventana y penetró en mi acompañado de un ligero dolor de cabeza. Comenzó palpitándome en la sien y luego fue extendiéndose hasta cada rincón de mi cuerpo donde pudiese proporcionarme dolor.En seguida, tuve el amago de querer retorcerme, pero bastó para saber que ni siquiera podía moverme y que el frio trepidante a través de mi piel, era porque estaba maniatada con unas cadenas que cobraban una temperatura baja.Despacio, comencé a abrir los ojos. Evidentemente se filtraba un amanecer tímido. Fue difícil llegar a reconocer algo, la habitación estaba completamente vacía y solo era yo en ella. Transcurridos unos segundos, no solo me percaté de que olía a sal marina y que me hab
CarloAnzo vitoli era un pequeño puerto marítimo que se situaba al sur de Santa Marinella. Treinta y cinco minutos en carretera y veinte cuando cargabas una prisa de los cojones.—Sebastian, ¿me recibes? —Hablé a través del auricular y me limpie la fina capa de sudor que se había acentuado en mi frente.—Si —Respondió a la inmediata—, tengo a un hombre inspeccionando la zona. No hay civiles que supongan un problema.—Perfecto. Nos aproximamos. —Informé sabiendo lo cerca que estábamos, luego habilité la línea para que todos nuestros hombres escucharan — Les recuerdo que el objetivo principal es rescatar a Gia, no quiero más bajas ni super héroes en el camino, ¿entendido?—Alto y claro. — Respondieron todos en una voz, excepto Sebastian.—Lástima… —Escuché un suspiro—. Con todas las ganas que tenia yo de repartir bala.Sonreí.—Eso dependerá de la bienvenida, amigo.—Espero sea una muy calurosa.De pronto, se escuchó el rumor de las aguas y el canto de unos pajarillos. Alcé la mano y mi
GiaMe sobrecogió el silencio que se extendió en la habitación luego de que todos se marcharan. Isabella fue la primera en lanzarse a mis brazos. Se envolvió alrededor de mi torso y sollozó en el hueco de mi cuello como si su vida entera se redujera a ese encuentro. Yo correspondí desesperada al contacto porque hubo un momento en el tuve miedo de no volver a verla, de no volver a sentir su piel contra la mía y no poder susurrarle lo muchísimo que la quería. Lo importante que se había vuelto para mí los últimos meses.Guadalupe, Mauro, incluso Analía. Todos consiguieron respirar con normalidad tras mi regreso.El doctor Filippo apareció tras la marcha de cada uno. Le dio un apretón de manos a Carlo y a mi me regaló una pequeña sonrisa antes de comenzar a examinarme. Habían adecuado la habitación con todo un equipo médico para mi llegada.Me tumbé a la cama y permití que el doctor hiciese su trabajo conforme Carlo y yo nos engullíamos con la mirada. Por un segundo, creí que me desintegr
Bella Gia y el bebé estaban a salvo y eso supuso un gran alivio para todos nosotros. Quizás por eso no puse objeciones cuando llegó el momento de marcharme, aunque se tratara de una despedida demasiado dolorosa, tuve que hacerle frente.—Nos veremos pronto, cariño. —Había dicho Guadalupe tras envolverme en un íntimo abrazo.Detrás de ella, me esperaba Sebastian. Con sus preciosos ojos azules llenos de anhelo y los labios semiabiertos en espera de los míos.Me fui a por ellos sabiendo que seriamos la escena a mirar de todos los que estaban en la garita, aunque Mauro fuese el primero en ruborizarse y apartar la mirada, no aferré con fuerza a los hombros del hombre que amaba y tiré de él a mi boca en un beso que guardaba muchísimas ganas. Ninguno de los dos esperamos que aquel gesto provocase una revolución inmediata dentro de nosotros.Y es que tener que despedirnos, resultaba casi agobiante. No queríamos vivir toda la vida despidiéndonos el uno de la otra, pero por ahora, solo teníamo
BellaNo había amanecido en su totalidad cuando abrí los ojos. Aun tumbada en la cama, me quedé observando la delicadeza con la que un sutil dorado se comenzaba a derramar lánguido por las ventanas.Alguien tocó la puerta, lo hizo con pequeños golpecitos apenas audibles, luego entró despacio. Era Virgilia, una de las muchachas del servicio, normalmente no subía a mi habitación ni a ninguna otra, su lugar siempre había sido la cocina, por eso me sorprendió que se acercara a mi cama y sonriera con aquella amabilidad que le caracterizaba. Alcanzó mi cabello en una caricia y yo arrugué la frente porque no comprendía el motivo de su visita.—Descanse, niña Isabella… —Dijo, su voz de pronto comenzó a escucharse un tanto borrosa, como si no coincidiera con su cercanía. Por alguna extraña razón, su petición se había convertido en una orden.Cerré los ojos, pero una parte de mi se mantuvo a la expectativa cuando se marchó.Ne tenia intenciones de moverme, ni siquiera cuando de repente el reloj