78. El hombre que amo

Carlo

Anzo vitoli era un pequeño puerto marítimo que se situaba al sur de Santa Marinella. Treinta y cinco minutos en carretera y veinte cuando cargabas una prisa de los cojones.

—Sebastian, ¿me recibes? —Hablé a través del auricular y me limpie la fina capa de sudor que se había acentuado en mi frente.

—Si —Respondió a la inmediata—, tengo a un hombre inspeccionando la zona. No hay civiles que supongan un problema.

—Perfecto. Nos aproximamos. —Informé sabiendo lo cerca que estábamos, luego habilité la línea para que todos nuestros hombres escucharan — Les recuerdo que el objetivo principal es rescatar a Gia, no quiero más bajas ni super héroes en el camino, ¿entendido?

—Alto y claro. — Respondieron todos en una voz, excepto Sebastian.

—Lástima… —Escuché un suspiro—. Con todas las ganas que tenia yo de repartir bala.

Sonreí.

—Eso dependerá de la bienvenida, amigo.

—Espero sea una muy calurosa.

De pronto, se escuchó el rumor de las aguas y el canto de unos pajarillos. Alcé la mano y mi
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