BellaSus dedos acariciando mi espalda desnuda. Una luna plateada que se levantaba fuera de la ventana, y sus ojos azules mirándome como si yo fuese un ser extraño que había invadido su mundo.Habíamos el hecho el amor. Una vez, luego otra, y luego otra vez. El cansancio nos venció, pero ninguno de los dos decidió dormirse hasta que el sol amenazó con salir.Yo fui la primera en despertarse, los rayos del amanecer ya se colaban ligeros por la ventana para ese entonces. Sebastian permanecía enroscado a mi cintura y yo no pude evitar sonreír. Habíamos pasado la noche juntos y ese hecho ya suscitaba una alegría inmensa.Cuando Mauro me dijo que me llevaría a un lugar tranquilo, no pudo haber escogido mejor lugar que llevarme a los brazos del hombre que amaba. Eran como las baterías suficiente que necesitaba para seguir enfrentándome a la vida miserable que mi padre había escogido para mí.Una vida que, lo que sea que fuesen hacer mis hermanos y Sebastian para salvarme de ella, mi único c
Gia Esa mañana, luego de haber despertado enrollada en los brazos de Carlo, sentí que de alguna forma la mafia nos estaba dando un respiro. Se había colado a la habitación cuando los segunderos del reloj marcaban las tres de la madrugada. Hacer preguntas de donde había estado, fue en vano, se quitó los zapatos y me silenció con un beso para luego quedarse dormido abrazado a mi espalda.Nunca había experimentado la paz absoluta. Rodeada de calma, arena y mar. muchísimo mar.Despertarme cuando los primeros rayos de sol se filtraban, no supuso un problema. Ansié buscarle al otro de la cama, pero encontré un espacio vacío. Más tarde, cuando me desperecé, le descubrí junto a Mauro cerca de una de las terrazas.La tensión entre ellos había menguado, pero podía imaginar que su relación antes de mí era más estrecha. Pensamiento que de pronto me hizo sentir culpable. Yo les había separado.Crucé el pasillo sabiendo que en la habitación principal se encontraban Sebastian e Isabella, recuperar
SebastianEl cielo había tomado un azul extraño para aquella tarde de primavera. Se mezclaba con el púrpura y el naranja. Parecía un hermoso cuadro que yo moría por contemplar con mi hechicera.De no haber sido por lo ocurrido, lo habríamos conseguido.Primero, se escuchó el grito desgarrador de Isabella. Luego, llegó la explosión.—¡Código rojo! ¡Código rojo! —alguien bramó. Fuerte. Autoritario. Pronto supe que se trataba de Mauro— ¡Amenaza en el interior! ¡Rodeen el perímetro y protejan la casa! Repito…protejan la casa.El estallido alcanzó gran parte del exterior e invadió con fiereza el área de la cocina y la alberca. Las paredes blindadas de toda la casa palpitaron con tanta fuerza, que consiguieron dejarme un zumbido dentro de la puta sien.Por un instante, me abordó la sensación de que todo lo que nos rodeaba, pronto se vendría abajo, pero, por más insistente que fuera, se necesitaba mucho más que una granaba para forzar el blindaje de la casa.Que hayan burlado el anillo de se
BellaHaber sabido desde un principio que todo iba a terminar así, no bastó. La sola idea de aferrarnos a una posible forma de escapatoria, tampoco.Estábamos rodeados. Eran más que nosotros. No existía modo. Quizás por eso me aferré al contacto de Sebastian como si se tratase del último. Probablemente lo seria, pero ni siquiera eso me dio consuelo.Luego del protagonismo que robó aquella voz, se formó un silencio tétrico. De esos que te palpitan en los oídos y en los que incluso puedes escuchar el murmullo de tu respiración. La mía, para ese momento, apenas y conseguía escucharse con normalidad.Desvié la mirada, quería estar segura de que todos los míos estuviesen en perfectas condiciones. Mi prima estaba enroscada a mi mano como si fuésemos una misma, y aunque el único objetivo que teníamos por alcanzar era llegar hasta la azotea, todo de ella moría por desprenderse de mi mano e ir corriendo en pos de querer proteger al hombre que amaba. Mauro había sido sometido sobre sus rodillas
BellaReinó un angustiante silencio por todas partes. Caló en nosotros, robó alientos y desconcierto. Apenas tuvimos tiempo de reaccionar y enfrentarnos a la cruda realidad que nos acechaba.Y es que Gia había sido raptada en nuestras propias narices y no hubo nada que ninguno de nosotros pudiera hacer al respecto. Se había entregado por voluntad propia. No se necesitaba ser demasiado inteligente para saber que lo había hecho, lo hizo en pos de protegernos.El dolor cobró forma propia en cada uno de nosotros, incluso en el pálido rostro de Guadalupe, quien apenas había tenido tiempo de conocer a mi amiga.El silencio se prolongó excesivo y casi asfixiante hasta que la reacción de Carlo sucumbió con fuerza.Comenzó con un grito desgarrador que llenó todos los espacios de la casa y que causó estremecimientos. Luego cogió una silla y la lanzó contra la ventana, haciendo añicos el cristal que se desparramó por todos lados.La imagen que tuve de mi hermano en ese momento no fue más que la
GiaTemblaba.El frio habia comenzado a calar por mis huesos provocándome espasmos completamente involuntarios, incluso mis dientes titiritaban. Tenia la garganta seca y me costaba horrores llegar a respirar con absoluta normalidad. Pese a mis parpados caídos, el primer indicio del amanecer se coló a través de la ventana y penetró en mi acompañado de un ligero dolor de cabeza. Comenzó palpitándome en la sien y luego fue extendiéndose hasta cada rincón de mi cuerpo donde pudiese proporcionarme dolor.En seguida, tuve el amago de querer retorcerme, pero bastó para saber que ni siquiera podía moverme y que el frio trepidante a través de mi piel, era porque estaba maniatada con unas cadenas que cobraban una temperatura baja.Despacio, comencé a abrir los ojos. Evidentemente se filtraba un amanecer tímido. Fue difícil llegar a reconocer algo, la habitación estaba completamente vacía y solo era yo en ella. Transcurridos unos segundos, no solo me percaté de que olía a sal marina y que me hab
CarloAnzo vitoli era un pequeño puerto marítimo que se situaba al sur de Santa Marinella. Treinta y cinco minutos en carretera y veinte cuando cargabas una prisa de los cojones.—Sebastian, ¿me recibes? —Hablé a través del auricular y me limpie la fina capa de sudor que se había acentuado en mi frente.—Si —Respondió a la inmediata—, tengo a un hombre inspeccionando la zona. No hay civiles que supongan un problema.—Perfecto. Nos aproximamos. —Informé sabiendo lo cerca que estábamos, luego habilité la línea para que todos nuestros hombres escucharan — Les recuerdo que el objetivo principal es rescatar a Gia, no quiero más bajas ni super héroes en el camino, ¿entendido?—Alto y claro. — Respondieron todos en una voz, excepto Sebastian.—Lástima… —Escuché un suspiro—. Con todas las ganas que tenia yo de repartir bala.Sonreí.—Eso dependerá de la bienvenida, amigo.—Espero sea una muy calurosa.De pronto, se escuchó el rumor de las aguas y el canto de unos pajarillos. Alcé la mano y mi
GiaMe sobrecogió el silencio que se extendió en la habitación luego de que todos se marcharan. Isabella fue la primera en lanzarse a mis brazos. Se envolvió alrededor de mi torso y sollozó en el hueco de mi cuello como si su vida entera se redujera a ese encuentro. Yo correspondí desesperada al contacto porque hubo un momento en el tuve miedo de no volver a verla, de no volver a sentir su piel contra la mía y no poder susurrarle lo muchísimo que la quería. Lo importante que se había vuelto para mí los últimos meses.Guadalupe, Mauro, incluso Analía. Todos consiguieron respirar con normalidad tras mi regreso.El doctor Filippo apareció tras la marcha de cada uno. Le dio un apretón de manos a Carlo y a mi me regaló una pequeña sonrisa antes de comenzar a examinarme. Habían adecuado la habitación con todo un equipo médico para mi llegada.Me tumbé a la cama y permití que el doctor hiciese su trabajo conforme Carlo y yo nos engullíamos con la mirada. Por un segundo, creí que me desintegr