El compromiso con Nikolas ya era un hecho y alejado a la idea de que todo fuese una terrible pesadilla esa mañana un ostentoso carruaje real esa mañana en cuanto el alba se asomó se estacionaba frente a mí casa con los modistas más prestigiosos y reconocidos del reino.
En un abrir y cerrar de ojos mi habitación estuvo repleta de maletas y baúles con muestras de telas blancas como la nieve y encajes tan finos como caros. Me mostraron bocetos de diseños de vestidos excesivamente despampanantes, era una ofensa hacia mi sencillez ver aquellos modelitos. —Esto debe ser una broma— bufe en un tono casi inaudible pero que capto la atención de todos los presentes —Creo que no lo dijiste tan bajito nada—me recriminó mi conciencia haciendo que mi vista se levantara del boceto que tenía entre mis manos a cada uno de los presentes que me observaban con preocupación. —¿No son de tu agrado los modelos que te han mostrado?— me preguntó finalmente Arthur, o creo que ese era su nombre. Se había presentado como la mano derecha de mi prometido y era el encargado de que la orden de su “majestad” había dado y confieso de no ser por qué él estaba aquí ya hubiese echado a la calle a cada uno de los modistas. —¿Pasa algo con estos bocetos que sea de su desagrado?—cuestionó nuevamente intentando buscar una solución y yo asentí con la cabeza suavemente—Diga usted que es eso que le desagrada y lo corregirán de inmediato—añadió más en orden que como sugerencia o al menos esa fue impresión que me dio cuando todos asintieron rápidamente. —Primero que nada no me trate de usted, me llamo Andrea—le corregí; se sentía raro que siendo mucho mayor que yo me tratara con tanto respeto—los bocetos son muy extravagantes—concluí mirando al suelo apenada en susurros. —Perdón Señorita—hizo un silencio cuando nuestros ojos se conectaron recordando lo que le acababa de pedir—Andrea—se corrigió—¿Quieres decirnos que quieres un vestido más sencillo?—cuestionó incrédulo y yo asentí—No creo que el príncipe Nikolas apruebe algo así—sonó más como una afirmación que como una duda real. —No sería yo si vistiera uno de ellos—sentencié con pesar —¿al menos puedo elegir un vestido que si me apetezca usar?—pregunté resignada a la farsa de matrimonio que tendría. Con el rabillo del ojo observe como Arthur le daba indicaciones a todos y estos anotaban cada una de ellas. Con tristeza deje los bocetos sobre la cómoda de la habitación y me dirigí a la ventana para que mis ojos se posaran en los transeúntes pero mi mente se perdió como ya le era costumbre en estos últimos días. Supongo que me ensimisme demasiado en mis pensamientos por qué cuando voltee ya habían recogido todas las muestras y Arthur se acercaba a mi con expresión comprensiva. —Él no es el villano de esta historia, aunque intente aparentarlo la mayoría del tiempo—intenté responderle algo pero en el momento exacto que entreabrí los labios el negó con la cabeza y volvió a hablar—hablaré con el sobre tú vestido, espero verte pronto señorita Sabash—concluyó comenzando a caminar hacia la salida de mi habitación —¡Arthur!—lo llamé cuando estuvo a punto de cruzar el umbral de la puerta y él se volteó para observarme— también espero verlo pronto y recuerda que soy Andrea para ti —Solo cuando estemos a solas, no se vería muy bien ante la sociedad que llamara a la futura reina por su nombre—dijo con una sonrisa divertida mientras hacía una pequeña reverencia —Pues mi primer mandato real será que nadie me trate con tanto respeto —No creo que el príncipe, futuro rey y su prometido permita que tal mandato se cumpla —¿Y si soy una pésima reina? ¿No merezco el respeto de mis súbditos así como el hombre que me obliga a desposarme no merece el mío?—le respondí con sinceridad y algo de rencor en mis palabras —Él pondrá este reino a tus pies, no existirá reina más amada, protegida y envidiada en este mundo que usted, Andrea—sentenció cruzando la puerta para marcharse finalmente. Desde el ventanal observe como todos se adentraban en el ostentoso carruaje dejando a Arthur al último quien me regalo una fugaz mirada con un asentimiento de cabeza antes de entrar en el mismo dejándome allí parada, sola y sin entender si lo que me había dicho eran palabras de consuelo o por el contrario meras advertencias. Esa tarde mamá me arrastro hasta la zapatería familiar y debo admitir que era deprimente ver los estantes vacíos por falta de presupuesto para comprar los materiales para la elaboración de los mismos. La tienda que amaba visitar de niña estaba casi desolada y eso me rompía por dentro. Intenté disimular mi sorpresa con una pequeña sonrisa y comencé a limpiar los estantes vacíos para ayudar a mi padre. El honorable señor Sabash estaba negado a perder su tienda por lo que había colocado los escasos calzados que nos quedaban en las estanterías principales de la tienda y el resto de las mismas serían pulidas y guardadas en el viejo almacén que había detrás del taller. Bloque mis pensamientos y me concentré en lo que hacía pero no pude evitar cruzarme en varias ocasiones con la mirada de tristeza que mamá me lanzaba hasta que finalmente en un intento de disimulo clásico llegó hasta mí. —¿Sabes que podemos buscar otra solución?—su tono me desgarraba el alma y su mirada estaba perdida en las baldosas del suelo. —¿A qué?— me hice la desentendida cuando sabía perfectamente que se refería a mi boda y a la tienda —No finjas conmigo, soy tú madre, te tuve justo aquí—tomo mi mano y la llevo hasta su vientre con dulzura—pasé dolores por un día entero para tú pudieras nacer, te amamante, me develé por ti, jugué contigo… —Mamá al punto—le dije con una sonrisa divertida que ella correspondió —¿Qué te conozco bien?—sentenció—si no te quieres casar ¡dímelo!—acarició con una de sus manos mi mejilla—ya buscaremos otra solución, de verdad. —No te preocupes, además quien no querría casarse con el príncipe Nikolas—comencé a hablar intentando calmarla—seré reina—me burlé—sin mencionar que está muy guapo Sí que lo está—confirmó mi conciencia y yo simplemente la obvie —Si verdad—me siguió el juego un poco más relajada—si yo no estuviera felizmente casada me formaría para desposarlo—me guiñó el ojo divertida y yo estalle en carcajadas —Si papá te oye morirá de celos—admití entre risas contagiándola por unos minutos. De repente su semblante cambio a uno serio casi de golpe y su espalda se colocó recta mientras su vista se mantenía fija en algo o alguien a mis espaldas. Ya la cagamos a que sí…Mi pesadilla había comenzado, es como cuando te encuentras cómodamente acostada en la cama de tu habitación y estas teniendo uno de esos sueños magníficos del que no quieres despertar hasta que aparece un monstruo terrible para arruinarlo todo y despertarte de la forma más aterradora posible.Eso exactamente era lo que me estaba ocurriendo en este momento. Sentí como el bello de mi nuca se erizaba con esa sensación punzante que te da en esa misma zona cuando alguien tiene su mirada perdida justamente ahí. Me gire sobre mis talones lentamente suponiendo lo peor; bien dice mi madre “piensa mal y acertaras” y así fue. En cuanto estuve frente a él mis ojos se posaron sobre aquellos de diferente color. Ya había notado ese singular rasgo característico en él, algo que por alguna extraña razón me aterraba más todavía y si unido a eso sumamos su expresión seria y calculadora; debo admitir que pude sentir como cada centímetro de mi cuerpo se estremecía.El príncipe Nikolas Crons estaba parado
Al salir de la tienda de mis padres un automóvil nos esperaba frente a la misma dejándome congelada en mi lugar admirándolo. Había visto pasar alguno que otro por las y en las tutorías del profesor Peter habíamos hablado de ellos pero jamás había tenido el privilegio de entrar en uno. Eran algo comunes en esta era pero solo para aquellos de muy alta clase y por supuesto no podía esperarse menos del siguiente rey.Nikolas se percató de mí asombro y en lugar de decir algo me observaba divertido, como si se burlara de mi pobreza.—Ya podemos irnos o prefieres caminar tras él para seguir admirándolo— dijo finalmente ganándose una mirada molesta de mi parte y con un leve movimiento solté su mano disimulando que agarraba la falda de mi vestido—¡Vámonos!—su expresión se endureció y camino hasta el interior del vehículo mientras uno de los guardias sujetaba la puertaLo seguí sentándome frente a él y Arthur; quien ya nos esperaba. Me deleité por unos minutos con el interior. Todo estaba tapiz
Había escuchado rumores de lo increíblemente ostentoso y bello que era el palacio y las pocas personas que había logrado adentrarse en él lo describían como la más alta expresión de riqueza y derroche. No era para menos en el reino más próspero de nuestra era y más aun teniendo un rey tan extravagante—por decirlo de algún modo.Aunque poco se sabía de la familia real o más bien nada, no eran los típicos monarcas que andaban pavoneándose por el reino a excepción del rey claro está y de la reina que hacía una que otra aparición en algunos bailes,; los rumores afirmaban que ella misma había decorado cada rincón del palacio y si eso era cierto era extremadamente buena en ello.Lo que mis ojos observaron desde que cruzamos las enormes rejas estrictamente vigiladas por guardias con trajes negros propios de la bandera del reino, fue otro mundo. Como si lo que se ocultaba detrás de aquellos muros no perteneciera a esta era en particular si no a una mucho más avanzada. Pero eso no se comparaba
Emily y Letty que es como se llaman la pelirroja y la trigueña se apresuraron a presentarse y yo casi las forcé a que no me trataran con formalidad.Todavía me rondaba por la cabeza el hecho de que Arthur omitiera mi pregunta.—¿A dónde llevan las escaleras?—les pregunté esperando una respuesta y ellas abrieron los ojos como botones mirándose entre siBien está claro que hay algo que no debo saber al subir esas escaleras.—El cuarto de las doncellas del prin…—comenzó a hablar la pelirroja y la trigueña le dio un codazo como si estuviera prohibido el tema—¿Del príncipe?—indagué haciendo presión con la mirada y ellas asintieron luego de varios minutos tragando en seco ambas Será mejor que dejes el tema de lado—me aseguró mi conciencia y por primera vez decidí escucharla Después de unos minutos de un incómodo silencio comenzaron a desempacar mis libros e ir ordenándolos por título sobre el oscuro sofá para luego dirigirse a un estante vacío que había frente a la cama.—¿Por qué pon
Al llegar al comedor lo encontré esperándome parado junto a un enorme ventanal, estaba de espalda a mí con los brazos cruzados perdido en sus pensamientos o al menos eso pensé hasta que hablo:—Te tardaste demasiado —gruño con algo de molestia en su voz girándose hacia mí pensé que diría algo más porque entreabrió sus labios pero los volvió a unir observándome de arriba abajo—Perdón, yo no, no sabía—tartamudee evitando mirarlo a los ojos—no sabía a qué horario servían la cena—dije finalmente tragando grueso—Está bien, intenta ser más puntual para la próxima—su tono era más relajado cosa que me sorprendió pero preferí no mencionar palabra algunaCamino hasta la mesa que era para mínimo 20 personas y se sentó en la cabecera.—Vas a sentarte o cenaras ahí parada—dijo con su mal genio de vuelta a la vez que indicaba con una d sus manos el asiento contiguo al suyoMe apresuré a sentarme y antes de poder decir algo más varias jóvenes con uniforme de la servidumbre llegaron colocando bande
El regreso a palacio fue demasiado rápido, admito que me gustaría que el camino hubiese sido más largo.Llegué a aquel castillo que horas atrás me había cautivado ahora me aterraba, no solo era su oscuridad si no que en el habitaba aquel monstruo. Uno que si no te devoraba con aquellos diferentes ojos lo hacía con su frio corazón.Caminé por los pasillos observando a los guardias reales dispersos en el mismo hasta que llegue a la escalera que me dirigía al tercer piso, esas con enormes ventanales de cristal que ahora quedaba oculto casi por completo dejando una abertura que sería imperceptible para cualquiera menos para mí que me quede embobada mirando la luna sobre aquel preciosos paisaje nocturno.—¿Piensas quedarte a dormir en la escalera?—cuestionó aquella voz ronca que conocía perfectamente ya sacándome un susto por lo que mi mirada llegó a la suya.Se mantenía sereno en lo más alto de las escaleras, todo de negro que daba la impresión que era una sombra más de este misterioso y l
Jamás había visto un hombre sin prenda alguna y aunque mi conciencia me aconsejaba a gritos que corriera de ahí antes de que el me viera mis pies no se movían y mis ojos recorrían cada parte de su cuerpo hechizados por él.—¿Quieres qué me dé la vuelta?? Aunque sería injusto que tú me veas y yo no a ti futura esposa—me miraba sobre su hombro y cuando hizo el amago de voltearse yo lo hice antes dándole la espalda.—Lo lamento, no sabía—tartamudee jugando nerviosamente con mis dedos, mi vista estaba perdida en el suelo y mis mejillas ardían por la vergüenza.No podía creer que me había quedado embobada mirándolo y peor aún; que el si se había dado cuenta.—Sabes que el reino espera que le demos herederos—esa última palabra la pronuncio con especial lentitud en aquel tono entre reclamo y burla mientras se acercaba cada vez más a mí.Por unos segundos el ambiente parecía más pesado, el silencio era incómodo y algo dentro de mi quemaba mientras me contenía para no voltearme a mirarlo nuevam
Me encontraba corriendo al comedor para el almuerzo con toda intención de llegar a tiempo y evitarme otra amena conversación con el príncipe, nótese el sarcasmo. Sujetaba con fuerza el libro en una de mis manos a la vez que alzaba la falda de mi vestido para evitar caerme.Al llegar recorrí la habitación con la mirada y suspire aliviada al no encontrarlo ahí. Bien hecho—me felicitó mi conciencia y yo sonreí recuperando el aliento caminando a paso tranquilo para dejar el libro sobre la mesa.—¿Qué puntualidad?—la voz de Nikolas resonó por la habitación y yo sonreí satisfecha— ¿A qué se debe ese cambio tan brusco Señorita Sabash?—cuestionó llegando hasta su asiento con la mirada fija en mis ojos—Solo me atrase ligeramente una vez—expliqué tomando asiento con la vista fija en la cervillera que colocaba sobre mis muslos—Dice mucho de uno como persona la primera impresión que logre darle a otros y créame no me pareció nada puntual ayer—comenzó a zafar su cervillera del anillo dorado qu