Capítulo 41

Las palabras de Arthur resonaban en mi mente, dejándome la cabeza dando vueltas, no podía evitar pensar en todo lo malo que podía pasar si la maldición no se rompiera.

El resto del camino hasta nuestra llegada al palacio fue en un absoluto silencio que verdaderamente agradecí.

A pesar de mi preocupación no pude evitar notar el hecho de que la seguridad dentro de las enormes rejas había aumentado considerablemente.

Los muros estaban abarrotados de personas con el uniforme real vigilantes a cualquiera que se atreviese a adentrarse en el interior de esos muros.

Desde que descendimos del automóvil chocamos de frente con un pelotón de guardias que se disponían al cambio de turno.

—¿Qué está pasando Arthur?—indagué buscando la mirada de él esperando sinceridad en sus ojos pero fue todo lo contrario.

Parecía preocupado a la vez que su rostro se endurecía por los gritos que se hacían cada vez más fuertes a medida que nos adentrábamos en el palacio. Detuvimos nuestro andar frente a las puertas
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