Alessandra, compartía piso con una chica, cuando se mudó a Sicilia, tuvo que buscas un piso y vio que una chica necesitaba una compañera. Ambas se llevaban bien, aunque no hacían nada juntas. Su plan había comenzado, pero no contaba que ese fuera tan atractivo, era guapo e incluso uno de los italianos más guapos que haya visto. Pero no podía desviarse del plan ni tener ningún tipo de relación sentimental.
Fue a la cocina y se hizo algo de comer, trabajar en el club y estar toda la noche despierta, era una locura y más si tenía horario de vampiro. Lo que no espera es que Orlando tenía un nuevo contrato para ella.Salió de casa para ir al centro comercial, necesitaba más ropa de “puta” como lo llamaba ella. Solo tenía dos corsés y necesitaba más y de más colores. Orlando estaba despertando algo en ella, pero ella no podía sentir nada, solo odio.Cuándo llegó al centro comercial, fue hasta una tienda de ropa interior, miró por el lugar y fue cogiendo lo que necesitaba. Pagó a la chica y volvió a casa, en unas horas tenía que volver al club y tenía que ducharse y arreglarse.Recibió un mensaje, ella cogió su móvil y lo leyó."Está noche necesito hablar contigo, por cierto soy Orlando Leone, nos vemos..."Ella se quedó algo un poco incrédula, ¿Qué querría hablar con ella? Y lo más importante, ¿Cómo consiguió su número? Ella pasó de cometerse la cabeza y paró a un taxi.Fue hasta el baño, encendió la llave de la ducha y se desnudó. Alessandra tenía un tatuaje en la espalda con el nombre de su hermano, a la altura de sus hombros, “Tommy”Él se fue de Italia para vivir en Alemania, consiguió un Trabajo allí y dejó a su familia en Italia. Tommy era mayor que ella por 4 años y desde que se fue, él no volvió a llamarla. Y eso la dolía mucho, le echaba de menos, necesitaba un abrazo de él, pero no estaba.Cuando acabó, enredó una toalla en su cuerpo y otra en su cabello, cogió la crema y salió del baño. Empezó prepararse, donde se maquilló, se peinó. Miró la hora y tenía una hora para estar Allí, se vistió y salió de la casa.Cuando llegó, sus compañeros ya estaban ahí, Alessandra se quitó la chaqueta y lo puso en el perchero. Notó una mano en su cintura y se giró del susto.—¡Joder! — maldijo. —Se más ruidoso.—Lo siento, no quería asustarte. — dijo él italiano con una sonrisa. —Necesitamos hablar.—¿Puedo saber de qué? — puso sus manos en jarra.—En la oficina te lo explico. — se giró y ella le siguió.La italiana no sabía de qué quería hablar, estaba algo cohibida. Entraron a la oficina y Orlando fue hasta su escritorio, abrió el cajón del mueble.—Tal vez, la parezca raro y extraño, pero quiero que me escuche atentamente. — ella asintió y se sentó en frente a él. —Se lo diré sin tapujos. — ella arrugó su ceño. —Se ni sumisa 6 meses.Ella abrió sus ojos como platos, jamás imaginó ser una sumisa y mucho menos de su enemigo. Además que no sabía nada de ese mundo de sumisión y dominación.—¿Su- sumisa? — el italiano asintió. — Yo no se nada de eso. — estaba tan asustada que ahora mismo, que su cuerpo temblaba como una pluma.—Tranquila, yo te puedo enseñar, no te tocaré sin tu consentimiento. — la relajó. —Este es el contrato, léelo tranquilamente, solo usaremos las cosas con las que te sientas más cómoda.—¿Cosas? ¿Cómo cuales? — preguntó cogiendo el contrato.—Vibradores, esposas, fustas, etc. — ella no daba crédito a lo que escuchaba. — Léelo y me dices. — ella asintió. — Puedes seguir con tu trabajo. — ella se levantó para irse, pero la voz del moreno la detuvo. —Otra cosas más, no se lo cuente a nadie.Ella salió de allí a toda prisa, eso era nuevo y extraño para ella. ¿Por qué cojones, ahora le venía con eso? Ella no sabía que hacer, era nueva en toda esa m****a del BDSM.<<¡Dios mío ayúdame!>>pensó ella bajando las escaleras de cristal.Su cara estaba pálida, roja, la vergüenza la corría por el cuerpo. Necesitaba trabajar y dejar de pensar en lo que Orlando la había dicho. ¿Por qué se lo pedía a ella? ¿Si tenía mujeres, más cualificadas para ello?Los clientes llegaban y ella ya estaba sirviendo las mesas, una compañera, se acercó a ella.—Alessa, tienes que servir la mesa de zona VIP. — Alessandra, no tenía ese encargo está noche.—Hoy no me toca. — la chica levantó sus hombros.—Ordenes del jefe. — lo que la faltaba, verle cuando ella no quería. Su compañera la entregó el papel para que supiera lo que bebían.Se acercó a la barra y en la bandeja preparó lo que necesitaba. Subió las escaleras hasta la zona VIP, y cuando llegó, vio a Orlando con 4 chicos más sentados a su lado. Se acercó lo para dejar las copas y bebidas en la mesa, Orlando la miraba de arriba abajo.—¿Has contratado a camareras nuevas? — preguntó Enzo mirando a la chica. — Si es sumisa, la quiero.—No soy sumisa, solo camarera. — lo enfrentó, Orlando sonrió.—Y con carácter, me gusta. — Orlando le fulminó con la mirada.—Enzo tienes mujeres de sobra, déjala tranquila. — habló serio. —Alessandra, puedes retirarte. — le dijo en tono amable.Ella salió de la zona VIP, sus amigos eran o peor que él, donde solo buscaban sexo y mujeres sumisas que satisfagan sus deseos. Se sentía un objeto, un trozo de papel sin corazón, solo aguantaba por su venganza.Orlando, la quería como su sumisa, daba con el perfil que él buscaba. Deseaba que ella firmará el contrato y fuera suya 6 meses. Pero también sabía que no la iba a dar más que eso, él dejó todo el amor atrás y esperaba que ella no se enamorará.—La chica es guapa, ¿Por qué no la has tocado? — habló Enzo.—Enzo, deja de decir estupideces, no deseo tener a nadie. — respondió serio.—Venga, a mí no me engañas, esa chica te gusta. — volvió hablar. —Mira como la defendiste.—¿Ya te has drogado? — Paolo se rio. — Es solo mi empleada, una camarera más.—Si así te convences a ti mismo, vale. — bebió un trago de la copa. —Pero aquí todos, hemos visto otra cosa.—Yo ya soy mayorcito, si quiero follar o no con ella, es mi problema. — Franco aplaudió.—Así se habla. — Orlando sonrió.Durante la noche, ella servía sus mesas y él desde arriba la observaba. No podía negar que esa pelirroja la gustaba, su pelo rojo, sus ojos, su voz dulce, sus curvas, lo tenían completamente loco. La necesitaba en sus brazos, hacerla suya. Pero hasta que no firmará el contrato, no la tocaría aunque por dentro lo deseara.4:00 de la madrugada, Orlando no la volvió a ver, ella no volvió a subir, no quería verle. Él tampoco la veía y una mujer estaba en sus piernas, en el sofá del VIP, ellos se manoseaban.Orlando cogió a la chica de la mano y salieron de allí, la llevó a su oficina, se acercó al ventanal y bajó la cortina. Se volvió acercar a ella y la tumbó en el sofá que se hallaba en el lugar, se puso encima y la besó el cuello.Con sus manos tocaba sus pechos, la bajó el vestido y se adueñó de sus tetas, chupando los pezones de la chica. Con una mano bajó hasta su vagina y la penetró con sus dedos, la rubia soltó un gemido.Orlando no la besaba, solo la follaba. Desabrochó sus pantalón, de la cartera cogió un cordón y se lo colocó y desde un solo golpe la penetró. Movía sus caderas hacia delante y atrás, él no quería pasar tanto tiempo con ellas, solo quería a una debajo de él y no la tenía.La puerta fue abierta y Alessandra vio esa escena que no sabe porque razón su corazón se rompió, se hizo añicos. Ver a Orlando de esa manera con una mujer la rompió, tenía ganas de llorar y mandarle a la m****a. Orlando notó su presencia y abrió sus ojos como platos, verla ahí parada como una estatua. Él vio que ella tenía ganas de llorar, pero se lo estaba aguantando.—Alessandra. — pronunció sus nombre, ella no escuchó más, salió de allí, Orlando salió de la chica, se quitó el cordón, se abrochó el pantalón y fue tras ella. La buscó entre la multitud y no la veía, salió de la pista y fue al baño. Escuchó unos sollozos y entró al baño, sin importarle que fuera de mujeres. — Alessandra, ¿Estás aquí? — se puso delante de la puerta donde estaba.—Déjame en paz, sigue disfrutando. — habló con la voz rota.—Ábreme, hablemos, per favore. — suplicó, por primera vez en años volvió a ir detrás de una mujer.Ella salió del baño y Orlando al verla así algo de él se quebró. Verla de esa manera sin haberlo querido, lo destrozaba.—¿Por qué quieres que sea tu sumisa? — preguntó tajante, algo que sorprendió al italiano. —Puedes tener a cualquier mujer, ¿ Por qué a mí?—Porque eres distinta a todas ellas. — acarició su mejilla. —Te quiero a ti, solamente a ti.—Eso no le pensabas cuando te estabas follando a esa mujer. — apartó su mano. —Tratas a las mujeres como su fueran objetos, pero te digo una cosa Orlando Leone, yo no lo seré.—Se mía 6 meses. — ella rio sin gracias.—No, ¡Eres un malditi sádico! ¡Donde crees que las mujeres somos trozos de carne que no tenemos corazón! Pero aunque te cueste creerlo, si tenemos corazón, sufrimos y lloramos. — salió de allí.Orlando había cagado la única forma de tenerla, pero… ¿Por qué se ha molestado?Salió del baño y fue donde estaban sus amigos para olvidarse de todo y seguir con la fiesta.Orlando, no podía quitar la cara de tristeza de ella, verla con los ojos rojos e hinchados, algo de su interior se conmovió. Nunca pensó que después de tantos años, se preocupará por una mujer, dejó todo aquello atrás. En su casa en el jardín, con sus amigos desayunaban. Orlando quería contarles, pero no sabía cómo decirles, ellos se alegrarían pero como explicarlo. En su mente estaba ella, no salía de su cabeza. —¿Qué te pasa? — dijo Franco, al verle tan pensativo. —¿Estaría traicionando a Florencia, si otra me cautiva? — todos les miraron, sonrieron después de todo, su amigo miró a otra mujer. —No, ella estaría feliz al saber que puedes rehacer tu vida. — Orlando negó. —No, no, lo que yo quiero con esa mujer es que sea mi sumisa 6 meses. — Enzo arrugó su ceño. —Me gusta, porque es inocente, inexperta y muy sexy. —¿Y por qué no hablas con ella? — preguntó está vez Maurizio. —Se lo propuse, le di el contrato, pero me vio con otra. — sus amigos escuchaban. —Me dijo que las mujer
Volvió la noche de trabajar en el club, ese día libre había acabado. Hoy volvería a ver a Orlando, ese hombre que desde que puso sus ojos azules en los suyos, la hizo estremecerse como nunca antes por un hombre. Ya había llegado al club vestida de color morado, había aceptado ser la sumisa de su enemigo, pero era la única forma de tenerle cerca. Fue al despacho donde posiblemente él estuviera, necesitaba hablar con él. No sabía nada de ser sumisa, era inexperta en eso. Cuando llegó al despacho, estaba de pies, como si estuviera esperándola, el se giró y conectó su mirada con los de ella. Orlando estaba orgulloso, por fin ella había aceptado ser su sumisa. Sería suya 6 meses e iba aprovechar ese tiempo, llena de lujuria. Lo que él no sabía lo que realmente pensaba ella, ella quería enamorarlo y no iba a parar hasta conseguirlo. Quería verle suplicando, enamorado y derrotado. La mirada azul como el cielo de Orlando, miraba a la italiana con lujuria, necesitaba poseerla y escuchar
Alessandra, abrió sus ojos, la luz del sol entraba por el balcón, acostumbró a sus ojos a la claridad. Poco a poco, se dio cuenta que no era su habitación y mucho menos su cama. Los recuerdos de la madrugada pasaron por su cabeza. Orlando la salvó de ser violada, pero él no estaba en la habitación, había dormido sola. Se sentía avergonzada, cohibida, estar en una casa que no era la suya. Orlando, era demasiado tierno y atento, que ella empezaba a sospechar qué él fuera tan malo. Tal vez lo es, pero parecía que con las mujeres era más protector. La puerta de la habitación fue abierta y entró Orlando con una bandeja de desayuno. Alessandra miró hacia la puerta y vio a Orlando, con un chándal, una camiseta y descalzo. —Buorgiorno. — saludó él al entrar. —¿Cómo has dormido? —Bene, Grazie. — contestó avergonzada. —¿Tú cómo has dormido? —Como un bebé. –ella sonrió sin enseñar su dentadura. —Espero que esto te guste, lo ha preparado mi cocinera para ti. —Seguro que está bueno, gracia
Alessandra, fue hasta puerta que el italiano la señaló y vio una baño demasiado grande. Tenía la ducha en una esquina, al fondo. Un jacuzzi más cerca de la puerta. Tenía toques beige y blancos, era un baño elegante. Se acercó a la ducha, abrió la mampara de cristal y encendió la llave de la ducha. El agua empezó a salir y ella se desnudó, quedando completamente desnuda, entró en ella. El agua empezaba a caer por su cuerpo, relajándose por completo. El agua caliente penetró cada poro de su piel. Ella se sentía incómoda, al estar en una casa ajena a ella. Era algo extraño, él la había salvado y ella seguía cohibida. Pero como no se iba a sentir así, si a parte de ser su enemigo, se sentía atraída a él. Era como una especie de imán que la hacían pegarse a él. Alessa, jamás sintió algo así por nadie, el italiano era el primero que la tenía extremadamente atraída físicamente. Apagó la llave de la ducha y enredó la toalla en su cuerpo y otra en su cabello. Salió del baño y empezó a secar
Cuando llegaron, el estacionó en frente al edificio donde vivía ella, ambos se miraron unos segundos y ella reaccionó. —Gracias de nuevo, gracias por salvarme. — agradeció de nuevo. —No me las des, preciosa. —la acarició la mejilla, ella cerró sus ojos al sentir su tacto. Abrió sus ojos y le sonrió, iba a salir, pero él la detuvo. —Espera, no te vayas todavía, toma. — la entregó un sobre amarillo. —Es el contrato, léelo y luego me dices. — ella cogió el sobre y salió del auto. —Hasta esta noche, princesa.—Hasta esta noche. —cerró la puerta del auto y se metió en el interior del edificio. El mafioso cuento vio que ella se metió dentro, arrancó y se fue de allí. Había quedado con sus amigos en la casa de Giovanni y Mariano. Orlando al llegar, los escoltas de sus amigos le abrieron el portón, metió su auto y apagó el motor. Salió del auto y fue hasta puerta. Una empleada de ellos, le abrió la puerta y él entró. Cuando entró, vio a Carlotta con su hijo en el salón, caminó hasta y vi
Su teléfono sonó y en la pantalla se reflejaba el nombre de su padre. —Ciao, hija, ¿Cómo estás? —habló su padre. —Ciao, padre, estoy bien ¿Y tú? — respondió. —Bien hija, dime ¿Cómo va el plan?—Bien, estoy de camarera en su club y me ha pedido ser su sumisa 6 meses.—Acepta, así le tendrás más tiempo junto a ti y poder matarlo. — su padre jugaba con ella como una marioneta. —He pensado en enamorarlo y después acabar con su vida. — no estaba muy segura de lo que hacía. —Esa es mi niña, hazle sufrir por la muerte de tu madre.—Lo mataré, la muerte de mamá, no quedará impune. — su padre sonrió al otro del teléfono. —Muy bien cariño, te dejo, tú vas contándome.—Adiós papá. —colgó. Alessandra, no se daba cuenta que su padre la estaba metiendo en la boca del lobo, metiéndola con el líder de la Cosa Nostra, donde ese hombre mataba a quién lo traicionaba. Pero Alessandra quería seguir con su venganza sin pensar en nada. Cogió el sobre amarillo que Orlando la dio y saco los papeles
Alessandra, cuando acabó de leer las reglas, sonrió porque él sería quién las incumpliera. Durante 6 meses sería su amo y lo tendría más cerca para matarlo. Pero tenía que hablar con él, de algunas cosas. Orlando llegaría un poco más tarde al club, tal vez tendría que hacer algo importante con su “trabajo” Alessandra sabía todo o casi todo del mafioso, sabía cómo le llamaban, de su corazón podrido. Pero no sabía que Orlando, perdió hace años a sus dos princesas, eso su padre se lo ocultó. Cuando llegó la noche, ella ya se estaba preparando como todos los días, los domingos los tenía libres y eso era un descanso. Hoy había escogido un corsé rosa y negro, medias negras, zapatos rosa. Y como no, su culo libre con un tanga ajustado a sus curvas. Alisó su cabello rojo y maquilló su rostro. Cogió una chaqueta larga hasta las rodillas color beige y salió de su departamento. El aire fresco de la noche golpeó su rostro, su cabello se movía a compás del aire. Paró a un taxi con la mano y
—¿Sabes quién soy? — preguntó el italiano. —Te refrescare la memoria, soy el marido de la mujer embarazada que mataste. — el hombre abrió sus ojos sorprendido. —Yo solo estuve ahí, jamás la toqué. — respondió. —¿Quién os pagó? — el hombre no contestó. —Estoy siendo demasiado bueno, contesta. —Yo no le vi la cara, solo me dijeron que teníamos que matar a la mujer del monstruo. — Orlando mordió su labio de la ira. —Pues te daré un noticia, buena para mí, mala para ti. — sonrió con malicia, sus ojos se volvieron oscuros. — Morirás, pero de una manera torturadora. —No me hagas daños, por favor. — suplicó con voz temblorosa. —Lo siento, no tengo compasión de los responsables de la muerte de mi mujer. — exclamó, se alejó y miró a uno de los escoltas de Paolo. El escolta de su amigo, se acercó al susodicho y lo empezó a golpear. Orlando se acercó hasta dónde había una mesa y cogió una tijera de jardín. Se volvió a acercar al hombre y dos escoltas se pusieron a cada lado sujetándolo. O