Su teléfono sonó y en la pantalla se reflejaba el nombre de su padre. —Ciao, hija, ¿Cómo estás? —habló su padre. —Ciao, padre, estoy bien ¿Y tú? — respondió. —Bien hija, dime ¿Cómo va el plan?—Bien, estoy de camarera en su club y me ha pedido ser su sumisa 6 meses.—Acepta, así le tendrás más tiempo junto a ti y poder matarlo. — su padre jugaba con ella como una marioneta. —He pensado en enamorarlo y después acabar con su vida. — no estaba muy segura de lo que hacía. —Esa es mi niña, hazle sufrir por la muerte de tu madre.—Lo mataré, la muerte de mamá, no quedará impune. — su padre sonrió al otro del teléfono. —Muy bien cariño, te dejo, tú vas contándome.—Adiós papá. —colgó. Alessandra, no se daba cuenta que su padre la estaba metiendo en la boca del lobo, metiéndola con el líder de la Cosa Nostra, donde ese hombre mataba a quién lo traicionaba. Pero Alessandra quería seguir con su venganza sin pensar en nada. Cogió el sobre amarillo que Orlando la dio y saco los papeles
Alessandra, cuando acabó de leer las reglas, sonrió porque él sería quién las incumpliera. Durante 6 meses sería su amo y lo tendría más cerca para matarlo. Pero tenía que hablar con él, de algunas cosas. Orlando llegaría un poco más tarde al club, tal vez tendría que hacer algo importante con su “trabajo” Alessandra sabía todo o casi todo del mafioso, sabía cómo le llamaban, de su corazón podrido. Pero no sabía que Orlando, perdió hace años a sus dos princesas, eso su padre se lo ocultó. Cuando llegó la noche, ella ya se estaba preparando como todos los días, los domingos los tenía libres y eso era un descanso. Hoy había escogido un corsé rosa y negro, medias negras, zapatos rosa. Y como no, su culo libre con un tanga ajustado a sus curvas. Alisó su cabello rojo y maquilló su rostro. Cogió una chaqueta larga hasta las rodillas color beige y salió de su departamento. El aire fresco de la noche golpeó su rostro, su cabello se movía a compás del aire. Paró a un taxi con la mano y
—¿Sabes quién soy? — preguntó el italiano. —Te refrescare la memoria, soy el marido de la mujer embarazada que mataste. — el hombre abrió sus ojos sorprendido. —Yo solo estuve ahí, jamás la toqué. — respondió. —¿Quién os pagó? — el hombre no contestó. —Estoy siendo demasiado bueno, contesta. —Yo no le vi la cara, solo me dijeron que teníamos que matar a la mujer del monstruo. — Orlando mordió su labio de la ira. —Pues te daré un noticia, buena para mí, mala para ti. — sonrió con malicia, sus ojos se volvieron oscuros. — Morirás, pero de una manera torturadora. —No me hagas daños, por favor. — suplicó con voz temblorosa. —Lo siento, no tengo compasión de los responsables de la muerte de mi mujer. — exclamó, se alejó y miró a uno de los escoltas de Paolo. El escolta de su amigo, se acercó al susodicho y lo empezó a golpear. Orlando se acercó hasta dónde había una mesa y cogió una tijera de jardín. Se volvió a acercar al hombre y dos escoltas se pusieron a cada lado sujetándolo. O
—Deshaceros del cuerpo. — les dijo Paolo a sus hombres, y los chicos salieron de allí. —¿Te vas al club? —Si, tengo que ir. — respondió. —¿Vas a ir con la camisa llena de sangre? — Orlando miró si cuello de la camisa y había salpicaduras de sangre. —Entra te dejo un traje mío. Orlando no se negó, siguió a Paolo hasta su casa y fueron hasta su dormitorio. Paolo se fue hasta su clóset y escogió un traje azul marino y camisa negra. Orlando se desvistió y se puso el traje de su amigo. Salió de la casa de Paolo y fue rumbo al club. Durante el trayecto, las gotas de lluvia empezaron a golpear la luna de su auto. Solo chispeaba pero, poco a poco empezó a llover más fuerte. Cuando llegó al club, estacionó el auto y fue hasta el interior del club. La música rebotaba por el local, el lugar estaba lleno, en el escenario una stripper bailaba en la barra americana. Orlando miró a su alrededor en busca de Alessandra, pero la veía. En la barra sirviendo copas estaba la chica que posiblemente
En la mansión de Orlando, metidos en su habitación. Orlando besaba a Alessandra, esos labios que tanto ansiaba tener sobre los suyos, ella se dejaba besar y tocar por él, aunque el nerviosismo no se la quitaba nadie. El italiano iba a ser el primero en su vida, él iba a ser su primera vez. El mafioso la tumbó en la cama y devoró su cuello, en olor de su perfume entraba por sus fosas nasales. Pasó su lengua por el cuello, lamiéndola y excitándola. Él pasó su mano por su muslo con delicadeza, subiendo hasta su vagina, hizo círculos con sus dedos, provocando que ella soltara un gemido. Alessandra lamió su labio inferior, las caricias de Orlando la provocaban un cúmulos de cosas en su interior. Él se levantó y fue hacia el baño, ella se quedó mirando hacía donde se había metido el italiano, segundos después le vio salir con una caja entre sus manos y lo dejó encima de la mesita de noche. Era una caja de condones, él la miró y sonrió. —¿No estás tomando ningún método anticonceptivo? — ell
Orlando la cogió de la mano y la llevó a una habitación y ella la miró.—Esta será tu habitación 6 meses. — ella se giró y lo miró.—Es preciosa. — él sonrió y asintió.—Es toda tuya, puedes decorarla como quieras. — ella asintió. —Durante 6 meses eres mía y yo tuyo, ninguno romperá las reglas. —Por mi perfecto. — él asintió.—Yo me tengo que ir, estás en tu casa. — la dió un beso en la frente y salió de la habitación.Alessa se acercó a la ventana y miraba como la lluvia caía.—Caeras, Orlando Leone. — sonrió con malicia. —Pagarás la muerte de mi madre.Orlando llegó a la casa de Enzo, donde todos estaban reunidos en el gran salón. Con una copa en la mano, fue bebiendo. Orlando seguía con su mente, como hacía suya a Alessa. Sus gemidos, su cuerpo, sus labios, todo de ella. El olor de ella seguía en su cuerpo, su tacto. ¡Dios! deseaba volverla a follar.—¿Dónde está Franco? — preguntó Maurizio. —Desde esta tarde no he vuelto a saber de él.—Tal vez, está con alguna. — respondió Paolo
—¡¿Que le ha pasado!? — preguntó Mariano preocupado.—La han disparado. — respondió Enzo.—¿Hace cuánto? — Enzo le miró.—Hace treinta minutos. — Mariano abrió sus ojos como platos.—Eso es mucho, hay que parar la hemorragia y mirar si está la bala. Orlando, sabía quién podría ayudarlo, ya lo había hecho y sabía cómo funcionaba. Estudió medicina y la necesitaba.—Sé quién puede sacarle la bala. — la voz de Orlando, captó la atención de todos.—¿Quién? — preguntó Mariano.—Se llama Alessandra Espósito, trabaja para mí. — respondió.—¿Una puta? ¿Una puta le sacará la bala? — ese comentario a Orlando no le gustó, que se haya referido a ella de esa manera, le molestó.—No es puta, es camarera. — corrigió. —Estudió medicina.—Llámala. — habló Enzo. —La necesitamos. — Orlando cogió su móvil y marcó.Era tarde para ella, seguramente estaría durmiendo, pero ella contestó.—¿Orlando? — preguntó con la voz un poco adormilada. —Si, sé que es tarde, pero te necesito. — suplicó.—¿Qué pasa? — pr
Orlando despertó y Alessandra seguía durmiendo, ayer se acostó muy tarde y él no quería despertarla. El italiano desayunaba viendo el periódico, eran las diez de la mañana y Orlando desayunaba solo. Una chica del servicio se acercó y Orlando la detuvo.—Alessa sigue dormida, no la molesten. — la chica asintió. —Ayer se acostó tarde.—Si, señor. — la chica se alejó y él se volvió a quedar solo. Cuándo acabó se fue a su despacho y se encerró. Mariano podría tener razón, ¿Ella podría ser su hermana? Todo era confuso, pero... ¿Por qué la secuestraron? ¿Por qué la borraron la memoria? Aún peor, ¿Por qué? O ¿Para qué?No tenía respuesta, para tantas preguntas. Tal vez las pastillas que tomaba, era lo que hacía borrar su memoria, pero si Alessa es Carolina, que ese hombre se prepare, porque los Ricci irían a por él.La puerta del despacho se abrió y por ella entró una señora de unos 50 años, Orlando miró y la vio.—Ciao, nana. — saludó él y la mujer le dio un beso en la frente. —¿Cómo estás