—Deshaceros del cuerpo. — les dijo Paolo a sus hombres, y los chicos salieron de allí. —¿Te vas al club? —Si, tengo que ir. — respondió. —¿Vas a ir con la camisa llena de sangre? — Orlando miró si cuello de la camisa y había salpicaduras de sangre. —Entra te dejo un traje mío. Orlando no se negó, siguió a Paolo hasta su casa y fueron hasta su dormitorio. Paolo se fue hasta su clóset y escogió un traje azul marino y camisa negra. Orlando se desvistió y se puso el traje de su amigo. Salió de la casa de Paolo y fue rumbo al club. Durante el trayecto, las gotas de lluvia empezaron a golpear la luna de su auto. Solo chispeaba pero, poco a poco empezó a llover más fuerte. Cuando llegó al club, estacionó el auto y fue hasta el interior del club. La música rebotaba por el local, el lugar estaba lleno, en el escenario una stripper bailaba en la barra americana. Orlando miró a su alrededor en busca de Alessandra, pero la veía. En la barra sirviendo copas estaba la chica que posiblemente
En la mansión de Orlando, metidos en su habitación. Orlando besaba a Alessandra, esos labios que tanto ansiaba tener sobre los suyos, ella se dejaba besar y tocar por él, aunque el nerviosismo no se la quitaba nadie. El italiano iba a ser el primero en su vida, él iba a ser su primera vez. El mafioso la tumbó en la cama y devoró su cuello, en olor de su perfume entraba por sus fosas nasales. Pasó su lengua por el cuello, lamiéndola y excitándola. Él pasó su mano por su muslo con delicadeza, subiendo hasta su vagina, hizo círculos con sus dedos, provocando que ella soltara un gemido. Alessandra lamió su labio inferior, las caricias de Orlando la provocaban un cúmulos de cosas en su interior. Él se levantó y fue hacia el baño, ella se quedó mirando hacía donde se había metido el italiano, segundos después le vio salir con una caja entre sus manos y lo dejó encima de la mesita de noche. Era una caja de condones, él la miró y sonrió. —¿No estás tomando ningún método anticonceptivo? — ell
Orlando la cogió de la mano y la llevó a una habitación y ella la miró.—Esta será tu habitación 6 meses. — ella se giró y lo miró.—Es preciosa. — él sonrió y asintió.—Es toda tuya, puedes decorarla como quieras. — ella asintió. —Durante 6 meses eres mía y yo tuyo, ninguno romperá las reglas. —Por mi perfecto. — él asintió.—Yo me tengo que ir, estás en tu casa. — la dió un beso en la frente y salió de la habitación.Alessa se acercó a la ventana y miraba como la lluvia caía.—Caeras, Orlando Leone. — sonrió con malicia. —Pagarás la muerte de mi madre.Orlando llegó a la casa de Enzo, donde todos estaban reunidos en el gran salón. Con una copa en la mano, fue bebiendo. Orlando seguía con su mente, como hacía suya a Alessa. Sus gemidos, su cuerpo, sus labios, todo de ella. El olor de ella seguía en su cuerpo, su tacto. ¡Dios! deseaba volverla a follar.—¿Dónde está Franco? — preguntó Maurizio. —Desde esta tarde no he vuelto a saber de él.—Tal vez, está con alguna. — respondió Paolo
—¡¿Que le ha pasado!? — preguntó Mariano preocupado.—La han disparado. — respondió Enzo.—¿Hace cuánto? — Enzo le miró.—Hace treinta minutos. — Mariano abrió sus ojos como platos.—Eso es mucho, hay que parar la hemorragia y mirar si está la bala. Orlando, sabía quién podría ayudarlo, ya lo había hecho y sabía cómo funcionaba. Estudió medicina y la necesitaba.—Sé quién puede sacarle la bala. — la voz de Orlando, captó la atención de todos.—¿Quién? — preguntó Mariano.—Se llama Alessandra Espósito, trabaja para mí. — respondió.—¿Una puta? ¿Una puta le sacará la bala? — ese comentario a Orlando no le gustó, que se haya referido a ella de esa manera, le molestó.—No es puta, es camarera. — corrigió. —Estudió medicina.—Llámala. — habló Enzo. —La necesitamos. — Orlando cogió su móvil y marcó.Era tarde para ella, seguramente estaría durmiendo, pero ella contestó.—¿Orlando? — preguntó con la voz un poco adormilada. —Si, sé que es tarde, pero te necesito. — suplicó.—¿Qué pasa? — pr
Orlando despertó y Alessandra seguía durmiendo, ayer se acostó muy tarde y él no quería despertarla. El italiano desayunaba viendo el periódico, eran las diez de la mañana y Orlando desayunaba solo. Una chica del servicio se acercó y Orlando la detuvo.—Alessa sigue dormida, no la molesten. — la chica asintió. —Ayer se acostó tarde.—Si, señor. — la chica se alejó y él se volvió a quedar solo. Cuándo acabó se fue a su despacho y se encerró. Mariano podría tener razón, ¿Ella podría ser su hermana? Todo era confuso, pero... ¿Por qué la secuestraron? ¿Por qué la borraron la memoria? Aún peor, ¿Por qué? O ¿Para qué?No tenía respuesta, para tantas preguntas. Tal vez las pastillas que tomaba, era lo que hacía borrar su memoria, pero si Alessa es Carolina, que ese hombre se prepare, porque los Ricci irían a por él.La puerta del despacho se abrió y por ella entró una señora de unos 50 años, Orlando miró y la vio.—Ciao, nana. — saludó él y la mujer le dio un beso en la frente. —¿Cómo estás
Salió del despacho, en el salón encontró a Alessa desayunando, ella notó su presencia y le miró.—Buorgiorno. — saludó ella al verle. —¿Cómo estás?—Bien, Grazie. — agradeció. —¿Tú has dormido algo? — ella asintió.—¿Cómo está Franco? —preguntó por su amigo. —Aun no he llamado, hoy iré a verle. — ella asintió.—Yo iré al club hoy, está noche habrá más gente. — él la miró y vio como pegaba un mordisco a la tostada.—Perfecto, yo estaré a mi hora. —sus miradas conectaron. —Te espero en el cuarto. — se fue del salón, dejando a Alessa confuso.Ella sabía porque la ordenó ir, se la iba a follar y ella no podía negarse. Orlando la follaba de una manera que ella se quemaba en el infierno y no la importaba si iría al infierno, pero si iría llena de placer y de buenas folladas por el italiano.Cuando perdió la virginidad con él, la trató con tanto amor y cariño, que ella cada día dudaba, en que él fuera el asesino de su madre. Pero su padre le dijo que fue él, seria él.Cuando acabó, se lev
Dos días han pasado, Orlando solo se acercaba a ella para follar. La mayor parte del tiempo, ni se veían. Pero a Alessa, no podía decir nada, él solo la quería para follar y ella se acercó a él para matarlo. De vez en cuando, ella hablaba con su padre a escondidas y que nadie la escuchara. Alessa, se sentía agusto en la casa de Orlando, todos la trataban con cariño y respeto. Pero también podrían hacerlo, porque el dueño les haya advertido. En estos dos días, a Alessa salió de casa para buscar algún veneno para matarlo y ya lo tenía, ahora solo tocaba, que las chicas la dejarán usar la cocina. Pero sabiendo como era Orlando, posiblemente fuera complicado. El italiano, se iba por las mañanas y volvía por la noche, no se veían pero al menos si follaban. Cada vez que lo hacían y sus cuerpos conectaban la chica se sentía más atraída por el mafioso y eso era un grave error. En el sexo estaban ambos muy satisfechos y no se quejaban , pero en el momento que terminaban, ella salía de la habi
Orlando, se negaba a tener algo con alguien, ya no. El miedo lo tenía presente, un trauma en su vida.La noche había llegado y a Alessandra estaba en su habitación preparándose. Hoy había escogido un corsé color verde oscuro, apretado, tan apretado, que no se desimulaba su escote. Unas medias negras largas hasta los muslos, un tanga de hilo verde, unos zapatos de aguja negras. Se miró en el espejo de cuerpo entero, su cabello rojo hondulado caía por sus hombros, su maquillaje bien marcado. Cogió su bolso y metió sus cosas, cogió una chaqueta larga de cuero negra y salió de la habitación. Bajó las escaleras y se encontró con Orlando.Él llevaba puesto un traje oscuro y camisa negra, sus ojos azules, resaltaban con tanto color negro. Orlando la escuchó bajar y la miró de arriba abajo. No había puesto el abrigo y dejaba ver su cuerpo a la vista del italiano.—¿Ya te vas? — ella asintió colocándose la chaqueta. —Yo no iré hoy, estás al mando.—Perfecto. — respondió seca. —Me tengo que ir.