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02: Primera noche en el club

Orlando y Alessandra se dirigían a la oficina, él la dejó pasar antes y después entró él cerrando la puerta. Ella se acercó hasta el ventanal y observó el lugar, el italiano caminó hasta donde estaba ella y metió sus manos en los bolsillos de su pantalón.

Alessandra se acercó a él con un solo motivo y nadie se lo iba a impedir. Tenía que hacerse la ignorante e inocente y él estaría comiendo de su mano. El plan estaba iniciando y no se iba a echar para atrás.

—Aquí te tienes que sentir como un rey. — habló ella después de un silencio que se adueñó del lugar.

—Mas o menos, yo no soy rey, solo soy… yo. — ella asintió. —Vamos hacer la entrevista.

Caminaron hasta el escritorio, él se sentó en su lugar y ella en frente. Alessandra no podía negar la belleza de ese hombre, era muy atractivo y varonil. Se sentía algo nerviosa e incómoda, no sabía porque, si ella solo buscaba venganza.

—Bueno, empecemos. ¿Qué edad tienes? — hizo la primera pregunta.

—24 años. — respondió.

—¿Naciste aquí? Quiero decir, ¿Eres se Sicilia? —ella negó.

—No, soy italiana pero nací en Milán, luego me mudé a Venecia y ahora estoy aquí. — los nervios no podía ocultarlo, sus manos sudaban y el pulso le iba acelerado.

—¿Tienes familia aquí? — volvió a negar. —¿Compartes piso? — asintió. — Bueno, cumples la mayoría de edad, eres bonita. Empiezas mañana y serás camarera.

—¿Qué horario tengo?

—23:00 a 06:00 de la mañana, ¿Sabes cómo tienes que ir vestida? — la chica negó. —Corsé, medias, tanga y zapatos de tacón.

—¿Tendré qué enseñar el culo? — él río por la cara de sorpresa de la chica.

—Querida, estás en un club nocturno, donde los hombre vienen a gastar su dinero por follar. — ella abrió sus ojos como platos. —Pero tú, no serás sumisa, serás camarera.

—Perfecto, mañana estaré aquí a mi hora. — se levantó de la silla. —Grazie por la oportunidad, señor…

—Orlando Leone. — se levantó de la misma manera y estrechó su mano. — Encantado, señorita…

—Alessandra Espósito. — estrecharon sus manos y una corriente eléctrica pasó por el cuerpo de ellos. —Hasta mañana, señor Leone. — Alessandra salió de la oficina y salió del club.

Estar en frente del hombre que mató a su madre, haberle dado la mano, era asqueroso. Soltó sus primeras lágrimas, no quería traicionar a su madre e iba a vengar sus muerte. Limpió sus lágrimas y llamó a un taxi rumbo a su piso.

Orlando por otra parte, estaba pensando en el apellido de ella, ese apellido le sonaba de algo, pero ahora mismo no caía.

<

> pensó en su subconsciente.

—De que me suena ese apellido, estoy seguro que lo escuchado antes. — susurró entrelazando sus manos encima del escritorio.

Algo de ella le llamaban la atención, desde que murió su esposa, él no volvió a mirar a una mujer, no como mujer, más bien como pasa tiempo. Pero Alessandra hizo que Orlando si la mirará como mujer, tampoco se llevaban mucho, solo unos añitos.

Orlando, ya estaba en la zona VIP con sus amigos, la música sonaba y ellos bebían sin control. Giovanni, estaba con ellos disfrutando, pero ya no era el mismo de antes. Paolo empezó a esnifar la cocaína al igual que Alessandro y Enzo. Eran los únicos que consumían drogas, los demás no lo hacían, decían que eso te mataba y no estaban equivocados.

Las horas pasaban y ellos iban más borrachos, el alcohol ya les había hecho efecto. Ya había mujeres rodeando a los chicos, pero Giovanni mantenía las distancias con ellas. Orlando vio una mujer pelirroja y vio a esa chica de la entrevista, Alessandra estaba ahí o ¿Era una imaginación de él? Caminó hasta la chica y la miró fijamente y no era ella.

<<¿Qué coño me está pasando?>> se exclamó el mismo.

—Bueno, yo y está señorita nos vamos. — dijo Paolo ebrio.

—¡Disfruta campeón! — gritó Enzo.

—Eso siempre lo hago. — guiña un ojo a Enzo.

—Maldito maricón. — soltó con burla.

—Bueno, es el que más disfruta del sexo. — habló Maurizio.

—Si, tiene que dar buenas folladas para que las mujeres caigan. — todos rieron. — Además, yo ya tengo una mujer en casa.

—Si, otro como Mariano, que tienen ya mujer e hijos. — Giovanni asintió con una sonrisa.

El club ya fue cerrado y los chicos se fueron a sus casa, Orlando llegó a la suya muy ebrio y con ayuda de su escolta se metió en la cama. Esta vez, no se emborrachó por su mujer, si no por disfrutar con sus amigos.

Orlando salía de mansión, para ir a casa de Paolo, el italiano había invitado a sus amigos a una barbacoa. Orlando, llevaba puesto, un pantalón vaquero y un polo azul turquesa. El mafioso, llegó a la casa del diablo, estacionó el coche y caminó por el jardín. Al llegar a la parte de la piscina, Enzo, Franco, Maurizio, Giovanni, Mariano y Alessandro ya estaban ahí. También, Estefanía, Carlotta y Carina.

Caminó hasta donde ellos y les saludó.

Empezaron a comer, Orlando no podía sacar de su cabeza a esa chica, pero sobretodo el apellido. Estaba seguro que lo había escuchado, pero no recordaba dónde y cuándo.

Alessandra, ya estaba en el club tal y como le dijo Orlando. Tenía puesto lo que el italiano le dijo, un corsé color rojo y escote, tanga rojo, zapatos de tacón negros. Su cabello rojo y liso, cayendo por sus hombros, un maquillaje elegante y provocativo.

Alessandra, tenía un buen cuerpo, llena de curvas, el color de sus ojos llamaban la atención.

Ella junto a sus compañeras, iba colocando las mesas y sillas, la música de Maluma se escuchaba por el local. Caminó hasta la barra y fue colocando las copas y bebidas, el club abría en media hora y tenían que estar preparadas.

Poco después apareció Orlando, con un traje verde oscuro y camisa negra. Fue hasta donde estaba Alessandra y su vista fue a sus glúteos, sonrió de lado, esa mujer excitaba al mafioso de una manera que ni él mismo sabría descifrar.

—Buona notte, cara. — ella se giró y le vio parado a unos metros de ella. — ¿Cómo vas?

—Muy bien, no me quejo. — respondió cogiendo el trapo para limpiar las mesas. —¿Usted, cómo está?

—Bien, algo resacoso. — ella sonrió, Orlando le devolvió el gesto. —Aquí tienes el contrato, léelo y si te parece bien, lo firmas. — le entregó un documento amarillo pálido, Alessandra asintió. —Estaré en la oficina.

El italiano se alejó de la barra y subió las escaleras de cristal que iba hasta su oficina. Ella le seguía con la mirada y cuando ya no le vio, abrió el documento. Leía y había varías reglas que tanto ella como los clientes tenían que respetar.

Su horario es de 23:00 a 06:00 de la mañana, su puesto es ser camarera, los clientes no podrán tocarla ni manosearla. De lo contrario usted puede dar parte al jefe o echarle del local.

El club consiste es BDSM, las mujeres que son sumisas, dan su consentimiento a tener un amo. Siempre y cuando haya un contrato de por medio. Su contrato es ser camarera, servir las mesas y los reservados.

Ella seguía leyendo, aunque no le gustará, tenía que aguantar y seguir con el plan. Caminó hasta dónde estaba él y firmar.

Llamó a la puerta y cuando escuchó un “pase” ella entró. Me veo sentado en su escritorio, Orlando alzó la vista y la vio.

—¿Le parece bien el contrato? — ella caminó hasta quedar frente a él.

—Si, solo necesito firmar. — el italiano asintió y le entregó un bolígrafo. —¿Los clientes, no pueden tocarme? — él negó.

—No, usted es camarera, no sumisa, son dos cosas muy distintas. — ella no dijo nada, firmó el contrato y de lo entrego. —Bienvenida, principessa.

Ella salió del despacho y cogió aire, no entendía que la pasaba cuando lo tenía en frente, era como si el oxígeno no la  llegara a sus pulmones, su pulso se aceleraba.

«No puede gustarte, sigue el plan al pie de la letra.» se mentalizó ella misma.

Sus noche empezó y fue de mesa en mesa, sirviendo a los clientes. Por ahora ninguno le había dicho nada y eso era un alivio.

Orlando, desde arriba la observaba, hacia bien su trabajo y era un poco callada. También veía que algunos clientes se la quedaban mirando, pero ella ni se daba cuenta, estaba a su bola.

«Ella sería buena, por 6 meses.» pensó con una sonrisa.

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