Orlando y Alessandra se dirigían a la oficina, él la dejó pasar antes y después entró él cerrando la puerta. Ella se acercó hasta el ventanal y observó el lugar, el italiano caminó hasta donde estaba ella y metió sus manos en los bolsillos de su pantalón.
Alessandra se acercó a él con un solo motivo y nadie se lo iba a impedir. Tenía que hacerse la ignorante e inocente y él estaría comiendo de su mano. El plan estaba iniciando y no se iba a echar para atrás.—Aquí te tienes que sentir como un rey. — habló ella después de un silencio que se adueñó del lugar.—Mas o menos, yo no soy rey, solo soy… yo. — ella asintió. —Vamos hacer la entrevista.Caminaron hasta el escritorio, él se sentó en su lugar y ella en frente. Alessandra no podía negar la belleza de ese hombre, era muy atractivo y varonil. Se sentía algo nerviosa e incómoda, no sabía porque, si ella solo buscaba venganza.—Bueno, empecemos. ¿Qué edad tienes? — hizo la primera pregunta.—24 años. — respondió.—¿Naciste aquí? Quiero decir, ¿Eres se Sicilia? —ella negó.—No, soy italiana pero nací en Milán, luego me mudé a Venecia y ahora estoy aquí. — los nervios no podía ocultarlo, sus manos sudaban y el pulso le iba acelerado.—¿Tienes familia aquí? — volvió a negar. —¿Compartes piso? — asintió. — Bueno, cumples la mayoría de edad, eres bonita. Empiezas mañana y serás camarera.—¿Qué horario tengo?—23:00 a 06:00 de la mañana, ¿Sabes cómo tienes que ir vestida? — la chica negó. —Corsé, medias, tanga y zapatos de tacón.—¿Tendré qué enseñar el culo? — él río por la cara de sorpresa de la chica.—Querida, estás en un club nocturno, donde los hombre vienen a gastar su dinero por follar. — ella abrió sus ojos como platos. —Pero tú, no serás sumisa, serás camarera.—Perfecto, mañana estaré aquí a mi hora. — se levantó de la silla. —Grazie por la oportunidad, señor…—Orlando Leone. — se levantó de la misma manera y estrechó su mano. — Encantado, señorita…—Alessandra Espósito. — estrecharon sus manos y una corriente eléctrica pasó por el cuerpo de ellos. —Hasta mañana, señor Leone. — Alessandra salió de la oficina y salió del club.Estar en frente del hombre que mató a su madre, haberle dado la mano, era asqueroso. Soltó sus primeras lágrimas, no quería traicionar a su madre e iba a vengar sus muerte. Limpió sus lágrimas y llamó a un taxi rumbo a su piso.Orlando por otra parte, estaba pensando en el apellido de ella, ese apellido le sonaba de algo, pero ahora mismo no caía.<Alessandra, compartía piso con una chica, cuando se mudó a Sicilia, tuvo que buscas un piso y vio que una chica necesitaba una compañera. Ambas se llevaban bien, aunque no hacían nada juntas. Su plan había comenzado, pero no contaba que ese fuera tan atractivo, era guapo e incluso uno de los italianos más guapos que haya visto. Pero no podía desviarse del plan ni tener ningún tipo de relación sentimental. Fue a la cocina y se hizo algo de comer, trabajar en el club y estar toda la noche despierta, era una locura y más si tenía horario de vampiro. Lo que no espera es que Orlando tenía un nuevo contrato para ella. Salió de casa para ir al centro comercial, necesitaba más ropa de “puta” como lo llamaba ella. Solo tenía dos corsés y necesitaba más y de más colores. Orlando estaba despertando algo en ella, pero ella no podía sentir nada, solo odio. Cuándo llegó al centro comercial, fue hasta una tienda de ropa interior, miró por el lugar y fue cogiendo lo que necesitaba. Pagó a la chica
Orlando, no podía quitar la cara de tristeza de ella, verla con los ojos rojos e hinchados, algo de su interior se conmovió. Nunca pensó que después de tantos años, se preocupará por una mujer, dejó todo aquello atrás. En su casa en el jardín, con sus amigos desayunaban. Orlando quería contarles, pero no sabía cómo decirles, ellos se alegrarían pero como explicarlo. En su mente estaba ella, no salía de su cabeza. —¿Qué te pasa? — dijo Franco, al verle tan pensativo. —¿Estaría traicionando a Florencia, si otra me cautiva? — todos les miraron, sonrieron después de todo, su amigo miró a otra mujer. —No, ella estaría feliz al saber que puedes rehacer tu vida. — Orlando negó. —No, no, lo que yo quiero con esa mujer es que sea mi sumisa 6 meses. — Enzo arrugó su ceño. —Me gusta, porque es inocente, inexperta y muy sexy. —¿Y por qué no hablas con ella? — preguntó está vez Maurizio. —Se lo propuse, le di el contrato, pero me vio con otra. — sus amigos escuchaban. —Me dijo que las mujer
Volvió la noche de trabajar en el club, ese día libre había acabado. Hoy volvería a ver a Orlando, ese hombre que desde que puso sus ojos azules en los suyos, la hizo estremecerse como nunca antes por un hombre. Ya había llegado al club vestida de color morado, había aceptado ser la sumisa de su enemigo, pero era la única forma de tenerle cerca. Fue al despacho donde posiblemente él estuviera, necesitaba hablar con él. No sabía nada de ser sumisa, era inexperta en eso. Cuando llegó al despacho, estaba de pies, como si estuviera esperándola, el se giró y conectó su mirada con los de ella. Orlando estaba orgulloso, por fin ella había aceptado ser su sumisa. Sería suya 6 meses e iba aprovechar ese tiempo, llena de lujuria. Lo que él no sabía lo que realmente pensaba ella, ella quería enamorarlo y no iba a parar hasta conseguirlo. Quería verle suplicando, enamorado y derrotado. La mirada azul como el cielo de Orlando, miraba a la italiana con lujuria, necesitaba poseerla y escuchar
Alessandra, abrió sus ojos, la luz del sol entraba por el balcón, acostumbró a sus ojos a la claridad. Poco a poco, se dio cuenta que no era su habitación y mucho menos su cama. Los recuerdos de la madrugada pasaron por su cabeza. Orlando la salvó de ser violada, pero él no estaba en la habitación, había dormido sola. Se sentía avergonzada, cohibida, estar en una casa que no era la suya. Orlando, era demasiado tierno y atento, que ella empezaba a sospechar qué él fuera tan malo. Tal vez lo es, pero parecía que con las mujeres era más protector. La puerta de la habitación fue abierta y entró Orlando con una bandeja de desayuno. Alessandra miró hacia la puerta y vio a Orlando, con un chándal, una camiseta y descalzo. —Buorgiorno. — saludó él al entrar. —¿Cómo has dormido? —Bene, Grazie. — contestó avergonzada. —¿Tú cómo has dormido? —Como un bebé. –ella sonrió sin enseñar su dentadura. —Espero que esto te guste, lo ha preparado mi cocinera para ti. —Seguro que está bueno, gracia
Alessandra, fue hasta puerta que el italiano la señaló y vio una baño demasiado grande. Tenía la ducha en una esquina, al fondo. Un jacuzzi más cerca de la puerta. Tenía toques beige y blancos, era un baño elegante. Se acercó a la ducha, abrió la mampara de cristal y encendió la llave de la ducha. El agua empezó a salir y ella se desnudó, quedando completamente desnuda, entró en ella. El agua empezaba a caer por su cuerpo, relajándose por completo. El agua caliente penetró cada poro de su piel. Ella se sentía incómoda, al estar en una casa ajena a ella. Era algo extraño, él la había salvado y ella seguía cohibida. Pero como no se iba a sentir así, si a parte de ser su enemigo, se sentía atraída a él. Era como una especie de imán que la hacían pegarse a él. Alessa, jamás sintió algo así por nadie, el italiano era el primero que la tenía extremadamente atraída físicamente. Apagó la llave de la ducha y enredó la toalla en su cuerpo y otra en su cabello. Salió del baño y empezó a secar
Cuando llegaron, el estacionó en frente al edificio donde vivía ella, ambos se miraron unos segundos y ella reaccionó. —Gracias de nuevo, gracias por salvarme. — agradeció de nuevo. —No me las des, preciosa. —la acarició la mejilla, ella cerró sus ojos al sentir su tacto. Abrió sus ojos y le sonrió, iba a salir, pero él la detuvo. —Espera, no te vayas todavía, toma. — la entregó un sobre amarillo. —Es el contrato, léelo y luego me dices. — ella cogió el sobre y salió del auto. —Hasta esta noche, princesa.—Hasta esta noche. —cerró la puerta del auto y se metió en el interior del edificio. El mafioso cuento vio que ella se metió dentro, arrancó y se fue de allí. Había quedado con sus amigos en la casa de Giovanni y Mariano. Orlando al llegar, los escoltas de sus amigos le abrieron el portón, metió su auto y apagó el motor. Salió del auto y fue hasta puerta. Una empleada de ellos, le abrió la puerta y él entró. Cuando entró, vio a Carlotta con su hijo en el salón, caminó hasta y vi
Su teléfono sonó y en la pantalla se reflejaba el nombre de su padre. —Ciao, hija, ¿Cómo estás? —habló su padre. —Ciao, padre, estoy bien ¿Y tú? — respondió. —Bien hija, dime ¿Cómo va el plan?—Bien, estoy de camarera en su club y me ha pedido ser su sumisa 6 meses.—Acepta, así le tendrás más tiempo junto a ti y poder matarlo. — su padre jugaba con ella como una marioneta. —He pensado en enamorarlo y después acabar con su vida. — no estaba muy segura de lo que hacía. —Esa es mi niña, hazle sufrir por la muerte de tu madre.—Lo mataré, la muerte de mamá, no quedará impune. — su padre sonrió al otro del teléfono. —Muy bien cariño, te dejo, tú vas contándome.—Adiós papá. —colgó. Alessandra, no se daba cuenta que su padre la estaba metiendo en la boca del lobo, metiéndola con el líder de la Cosa Nostra, donde ese hombre mataba a quién lo traicionaba. Pero Alessandra quería seguir con su venganza sin pensar en nada. Cogió el sobre amarillo que Orlando la dio y saco los papeles
Alessandra, cuando acabó de leer las reglas, sonrió porque él sería quién las incumpliera. Durante 6 meses sería su amo y lo tendría más cerca para matarlo. Pero tenía que hablar con él, de algunas cosas. Orlando llegaría un poco más tarde al club, tal vez tendría que hacer algo importante con su “trabajo” Alessandra sabía todo o casi todo del mafioso, sabía cómo le llamaban, de su corazón podrido. Pero no sabía que Orlando, perdió hace años a sus dos princesas, eso su padre se lo ocultó. Cuando llegó la noche, ella ya se estaba preparando como todos los días, los domingos los tenía libres y eso era un descanso. Hoy había escogido un corsé rosa y negro, medias negras, zapatos rosa. Y como no, su culo libre con un tanga ajustado a sus curvas. Alisó su cabello rojo y maquilló su rostro. Cogió una chaqueta larga hasta las rodillas color beige y salió de su departamento. El aire fresco de la noche golpeó su rostro, su cabello se movía a compás del aire. Paró a un taxi con la mano y