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◇ Capítulo 5 ◇

Narra Dasha.

Mi padre se giró hacia mí y aproveché que me observaba. —Por favor padre te lo pido, por favor piedad haré lo que tú pidas te lo suplico no me cases con ese hombre—. Lo mire con dolor eso era lo que sentía.

—Bien te escuchó Dasha ¿con cuál de los dos? —. Tenía esperanzas que me dijera que sugiera estudiando y que después veríamos con cual me casaba, pero no él quería que contrajera matrimonio ya. —Estoy esperando Dasha responde—. Era obvio que no me iba casar con ese viejo gordo, además de eso me doblaba la edad él tenía cuarenta años y se había casado cinco veces y todas sus esposas fueron chicas de diecinueve años.

Yo no iba estar en su lista de divorciadas y maltratadas mi mejor opción era Melitón.

—Con el señor Michel Melitón papá prefiero mil veces ser su esposa que ser esposa de ese hombre horrible—. Preferí lo anticuado y de otra época, además que él me respeto en todo momento, mientras estuvimos frente a frente, en cambio el otro no había llegado Navidad y ya quería comer jamón.

—Espera—. Escuchar eso me dejó helada acaso no había escuchado bien. —Con él señor Wellington por favor... Oh ya veo... Si...

Decía mi padre mientras estaba en la línea rogaba a los ángeles y arcángeles que ese viejo regordete no tomara la llamada o que estuviera en otro lado.

—Si gracias yo me comunico con él después—. Mi padre había colgado después de esas palabras y me miro detalladamente.

Suspiré entre el hipo de mi llanto que aún no cesaba. —Ve a tu habitación voy a detallar todo con el señor Melitón—. Me levanté del piso y fui a mi habitación.

 Me senté en la cama a tratar de contener mis lágrimas, quería huir, pero a donde no tenía escapatoria eran mis padres los que imponían un casamiento que yo no quería.

Horas después ya estaba calmada y esperando a mi padre para decirme cuándo el señor iba anunciar nuestro compromiso, pero claro que todo estaba en mi contra yo pensaba algo y siempre sucedía otra cosa, la noticia más nefasta me la darían tan solo en minutos después.

—Como ya elegiste con quien casarte te daremos fecha para cuando se celebrará la ceremonia—. Rogaba que fuera dentro de años y así poder escapar antes que todo eso se diera, pero mi padre, mi madre y hasta el mismo Melitón tenían todo planeado. —La boda será dentro de tres días—. Mi corazón dejó de latir, la sangre se me heló por lo tanto el pulso se me paró, mire a mi padre con odio jamás lo había mirado de esa manera, ni cuando me daba con el látigo.

—¿Qué? —. Fue lo único que puede emitir.

—Si mi amor cómo escuchaste a tu padre, desde el sábado eres una mujer casada—. Mi rostro tomo varias expresiones y colores que hasta sentí que el enojo se me había ido a la cabeza.

—¿Tan pronto? —. Salió de mis labios sin previo aviso.

Mi padre me miro de una manera tan despreciable como si lo que hubiera pronunciado hubiera sido la palabra más grotesca que una persona pudiera mencionar.

—Si el señor Melitón se irá de viaje pronto y no podemos aplazar la boda—. Era la excusa más barata que había escuchado en mi vida, pero no renegué ante lo dicho por mi padre.

—Mañana mismo vamos por tu vestido de bodas, tiene que ser el mejor de todos al igual que el mío—. Mi madre estaba mucho más feliz de lo que yo estaba.

Solo pedía con toda mi alma no equivocarme y que él señor Melitón no fuera un degenerado y respetará mis decisiones y respetará el hecho de que yo quería estudiar y sacar una carrera.

—El señor Melitón nos invitó a su casa está noche—. Asentí.

Al quedarme sola me acosté y lloré por todo, después de unas horas me levanté con un plan en mente me iba casar sí, pero no iba ser una mujer de casa desvelada por su marido esa no iba ser Dasha.

Me duché y escogí uno de los vestidos que casi no usaba, el vestido era ceñido a mi cuerpo por eso no lo usaba, era de color verde olivo con escote corte corazón mangas de encaje y unos zapatos negros de tacón, me hice un moño alto y me pinté los labios color rojo oscuro mate.

Me eche algo de colonia y estaba lista para ser una mujer como tanto lo quisieron mis padres.

Salí de mi habitación y espere por ellos, no tardaron tanto en aparecer mamá me miro de arriba abajo al igual que mi padre.

¡Dasha! esta preciosa—.

—Querían que fuera una mujer aquí me tienen, desde hoy seré una mujer que tomara sus decisiones por sí misma espero y mi futuro esposo no me mantengo cautiva en nuestro hogar—. Tomé el bolso y salí de casa.

—Dasha tendrás que comportarte como una señora vas a ser esposa de alguien muy importante—.

—No me importa, me casare como ustedes lo quieren y seré la esposa de un hombre que apenas conozco y ustedes serán parte de la sociedad que siempre han deseado, así que no se vayan a meter en mis asuntos después que contraiga matrimonio con el señor Melitón—. Los miro a ambos. —Yo viviré mi vida cómo me plazca y ustedes igual lo harán—. Subi al auto dejando a mis padres estáticos, jamás les había hablado así, siempre era “si mamá”, “mandé papá” pero ya no más, hoy soy una mujer de dieciocho años que en tres días será la esposa de un hombre raro.

Estamos empezando el siglo XXI y él se ve así Dios.

Mis padres no dijeron nada y claro que a ellos les convenía mi matrimonio con un hombre adinerado, lo que ellos no sabían y yo tampoco lo sabía claro, era que Melitón tenía más dinero que Wellington y todos esos estirados que había llevado a casa. Aunque eso no me importaba por mi hubiera sido el dueño del mundo y aun así por mí misma no hubiera aceptado ser su esposa.

Llegamos a una hermosa y muy lujosa casa, nos adentramos por la entrada de esta, después que las verjas se abrieran al llegar a la entrada una hermosa fuente confeccionada de querubines nos recibió, yo quedé fascinada con ello, pero no lo demostraría.

La puerta trasera fue abierta, tome la mano del hombre que me la extendió ya sabía de quién era, en cuanto salí lo mire con una sonrisa.

Sus facciones se relajaron y sus mejillas tomaron un sonrojó cosa que me llamo la atención, nunca había visto un hombre sonrojarse y ponerse nervioso.

—Buenas tardes señor Michel—. Lo saludé, pero él estaba en otro mundo, me observaba perplejo tal vez no le gustaba como me veía, pero eso era lo que era, una mujer que había dejado de ser una adolescente de la noche a la mañana de manera forzada.

¡Dasha! —. Parpadeo varias veces. —Estas diferente—. Sus palabras apenas se escuchaban hasta, después fue que descubrí que él era tímido, pero igual en ese momento me pareció tierno. —Bienvenida a mi hogar hermosa doncella—.

—Gracias señor Melitón—. Sus manos temblaban, le di un apretón para que calmara sus nervios, al igual le sonreí, en unos días iba ser su esposa porque no ayudarlo ya.

—No hay de que—. Se irguió tomando esa postura de hombre imponente. —Señores Estévez bienvenidos a mi hogar—.

—Muchas gracias señor Melitón—. Mi madre miraba todo con enormes ojos.

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